San Luis María Grignion de Montfort, un profeta con mirada
de aguila que fue martillo de la revolucion igualitaria universal
El arte renacentista muestra el profundo cambio temperamental y de costumbres que caracterizó la primera eetapa de ruptura con la Civilización Cristiana - Hacer click en las imágenes para agrandarlas
La Revolución gestándose en la Europa de los siglos XV,
XVI y XVII
- El Renacimiento
Instalado en Europa trajo sed de
opulencias y placeres; ocuparse mucho
más de las cosas de la tierra y subestimar las cosas del Cielo.
Declina la influencia de la religión en
las mentalidades individuales y sociales. Hay indiferencia más antipatía y
hasta hostilidad hacia la
Iglesia.
Crece el protestantismo, el racionalismo
y el escepticismo. Nace el libre pensamiento.
La política se hace laica. La sociedad
orgánica y cristiana va siendo absorbida por el absolutismo de Estado y va
menguando la influencia de la religión en todos los estamentos de la sociedad,
principalmente en las élites, que adoptan costumbres más frívolas, más libres,
más fáciles.
Esto va ganando todos los ambientes. La
sed de placer y de lucro aumenta. El mundanismo inunda, llegando incluso a
algunas casas religiosas. Los tentáculos del mercantilismo se extienden para
dominar toda la existencia humana.
- Es el Humanismo
Doctrina
neopagana propia del Renacimiento que contiene las características señaladas. Su
influencia se nota en todos los campos. El cuadro es parecido al de nuestros
días pero no totalmente equiparable. Es que la Cristiandad generada
en la Edad Media
fue robusta, y quedaban fermentos vivos en las tradiciones, las leyes, la
sociedad orgánica y cristiana.
La monarquía absoluta presagiaba el
socialismo moderno, pero todavía los reyes eran “por la gracia de Dios”, se
consideraban padres de sus pueblos en el buen estilo de San Luis IX, Rey de
Francia. La vida se había secularizado pero existían vestigios de la Cristiandad. Si
bien la sociedad era mundana, las disputas entre jesuitas y jansenistas tenían
una resonancia enorme, que no la tendrían hoy.
En las costumbres frívolas generales había
excepciones importantes. Por ejemplo: en el propio trono de Luis XIV, sus
escándalos fueron reparados por su enmienda de vida después de su segundo
casamiento (con Mme. de Maintenon). Mademoiselle de La Vallière hizo penitencia
en el Carmelo; Mme. de Montespan murió cristianamente; el nieto de Luis XIV se
destacó por sus virtudes; Madame Louise de France y la princesa Clotilde de Saboya,
ambas hijas del rey, murieron en olor de santidad.
A pesar de las analogías del siglo XVI y
el XX, había gran diferencia pues, en el anterior, la vida política y social no estaba enteramente laicizada y
paganizada.
En los siglos XVI, XVII y XVIII, los
fermentos generados por el neopaganismo renacentista-humanista se hacen más
vigorosos. Esto trajo la catastrófica explosión de 1789.
Ahora bien, aparece en este proceso
histórico un gran profeta, San Luis María Grignion de Montfort…
Un profeta con “mirada de águila” fue “martillo de la Revolución”
El profeta suscitado por Dios tan
oportunamente tuvo mirada de águila para prever en profundidad la crisis
religiosa que se venía gestando como fruto contaminador de la Revolución (n.:
ver más abajo qué es la
Revolución): la implantación del laicismo de Estado, la
preeminencia de la “diosa” razón, la masacre y deportaciones de sacerdotes y
religiosas, el cautiverio y muerte del Papa Pío VII, la confiscación de los
bienes de la Iglesia,
el divorcio, y mucho más…
Nuestro Santo fue, contra todo eso, un
verdadero guerrero y misionero. Fustigó el neo-paganismo e hizo cuanto pudo
para apartar a los fieles de los errores del Renacimiento. La región
evangelizada por él quedó inmunizada de aquellos males; tanto fue así que se
levantó en armas contra el gobierno republicano anticatólico. Fue la
“chouannerie”, la reacción de la
Vendée.
Su acción era restauradora; su prédica
enfervorizaba, era hondamente mariana, fiel a la doctrina y los mandamientos de
Nuestro Señor Jesucristo, a los sacramentos, al Santo Rosario.
Su fogosidad encendía; su austeridad
edificaba; su fidelidad a la
Iglesia convencía. ¿Cómo hubiera sido la historia de Francia
si le hubieran permitido actuar libremente? Su eficacia, por la gracia de Dios,
enfurecía a los espíritus contaminados neo-paganos de la propia Jerarquía
católica, a los jansenistas y a los calvinistas.
Se desató entonces una persecución
abierta. Prelados, clérigos y laicos aprensivos contra la severidad de la
Santa Sede en relación a estas dos sectas,
en cambio deseaban penalidades contra San Luis María y no ahorraron
humillaciones y hostilidades en su contra. Fue privado de misionar en casi toda
Francia porque era como un martillo para la Revolución; solamente
en dos diócesis le fue permitido predicar.
El Santo sintió el odio anticatólico
disfrazado con ropajes de piedad; pero no se perturbó y luchó hasta el fin.
Dejó su ejemplo; dejó obras escritas extraordinarias, que tienen plena vigencia
y son imprescindibles para nuestros días. También dejó su profecía de una
grande y universal victoria de la religión católica para tiempos venideros.
¡Una gran esperanza!
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La Revolución gnóstica e igualitaria es el proceso plurisecular de
destrucción gradual de la Civilización
Cristiana, que tuvo como etapas tres Revoluciones: la
pseudo-Reforma protestante y el Renacimiento (I), la Revolución Francesa
(II) y el Comunismo (III); la explosión de la ‘Revolución Cultural’ de La Sorbona, en 1968, fue
expresión de la IV Revolución,
anárquica, amoral y panteísta, que completa la obra destructora de las
anteriores en un proceso de permanente radicalización (cf. “Revolución y
Contrarrevolución” del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira, edición online Una obra
clave: Revolución y Contra-Revolución http://rcr-una-obra-clave.blogspot.com/ ).
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En el affiche: I) El Marqués Henri de la Rochajacqueleine, héroe vendeano - II) Salones del Antiguo Régimen y Luis XIX III) Los falsos profetas de la Revolución Francesa (Rousseau - Danton) y la guillotina - Hacer click en las
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Clarividencia y virtudes de San Luis María
Durante los 43 años de vida del Santo,
Europa vivía su última etapa de estabilidad, tal vez la más brillante.
La monarquía gobernante de los Borbones
y los Habsburgo daba en casi todo el orbe católico la sensación de seguridad
general. Creaba una atmósfera de distensión -a pesar de los reveses militares
de Luis XIV- basada en la estabilidad de las instituciones, la riqueza natural
del país, su brillo cultural y social; en una palabra, “douceur de vivre” (n.: suavidad, dulzura de vida).
En este ambiente, de pronto llegaron
noticias que produjeron inquietud, sorpresa y desprecio en el ánimo de
personalidades encumbradas: en la
Bretaña y otros lejanos pueblos, un sacerdote llamado Luis
María Grignion de Montfort, con elocuencia sin par, conmovía las ciudades y los
campos, predicando un terrible y extraño porvenir para Francia.
Y era así, con una “Oración Abrasada”
que denunciaba: ‘La ley divina quebrantada, el Evangelio abandonado, torrentes
de iniquidad inundan la tierra desolada, la impiedad sobre el trono, el
santuario de Dios profanado y la abominación hasta en el lugar santo’.
Clamaba al Señor por venganza y
justicia: ‘¿Vendrá todo, al fin, a ser como Sodoma y Gomorra? ¿Os callaréis
siempre, Señor?’
Denunciaba: capitanes, potentados,
navegantes, mercaderes, ladrones, impíos, borrachos y libertinos, todos unidos,
congregados para hacer la guerra bajo el estandarte y el comando del demonio.
Gritaba: ‘Fuego en la casa de Dios,
fuego en las almas, fuego hasta en el santuario. ¡Socorro que se asesina a
nuestros hijos! ¡Socorro que se degüella a nuestros hermanos! ¡Socorro que se
apuñala a nuestro padre!’
Entre tantos triunfalistas y optimistas
prelados y estadistas, ninguno tuvo la clara y profunda visión de San Luis
María.
Por detrás de las apariencias de
espléndida tranquilidad, la sed de placer devoraba, el naturalismo crecía, la
tendencia del dominio del Estado sobre la Iglesia se acentuaba y lo profano sobre lo
religioso; hervían el jansenismo y el galicanismo y crecía la acción corrosiva
del cartesianismo. Voltaire y Rousseau nacían cuando San Luis María aún vivía.
Antes de terminar el siglo, la vida
plácida fue bruscamente interrumpida por los acontecimientos de 1789. Las
órdenes religiosas se cerraron, los Obispos fieles fueron expulsados, una
actriz era adorada como diosa razón en Notre Dame, corría mucha sangre en la
guillotina…
Antes que eso llegara, San Luis María,
con clarividencia sin par, compuso su “Oración Abrasada”, pidiendo misioneros
para luchar hasta el fin. El mismo fue la prefigura de esos “Apóstoles de los
Ultimos Tiempos”.
Tan excepcional visión de la realidad se
basaba en sus virtudes:
gran celo por la verdad, gran amor a la Fe; rechazo total a las
ilusiones y quimeras, no aceptación de la superficialidad y los esfuerzos
esporádicos.
Su firme veneración por la Iglesia le hacía estar
atento a sus esenciales intereses, a la moral pública y privada; a la
conformidad de las leyes, instituciones y costumbres con la doctrina católica;
a las tendencias de pensamiento de las diferentes clases sociales y a la
intensidad de la vida religiosa.
Animaba la devoción de los fieles a la Sagrada Eucaristía,
a Nuestra Señora, al respeto por el Papa; amaba la ortodoxia y odiaba las
herejías, las sectas y todo lo que pudiera manchar la pureza de la Fe y de las costumbres. Todas
estas cosas son esenciales para la vida religiosa, moral y temporal de un
católico.
La decadencia de estos asuntos, raras
veces se percibe. Sus síntomas son discretos pero típicos; exigen mucha
atención y discernimiento para interpretarlos, y tacto para reprimirlos.
Detectar esto supone seriedad de espíritu, dedicación, lucha y sacrificio.
Si hubo un hombre que no cometió el
pecado de la despreocupación, ese fue San Luis María Grignion de Montfort. El
vio todo. Y la crisis irremediable, como fruto de la imprevisión, y de hacer
oídos sordos al profeta visionario, llegó con la Revolución.
Confusión, llanto, muerte…
Sólo la “chouannerie”, como flor
caballeresca y santa que nació del apostolado de nuestro Santo, defendió el
orden católico e hizo la contrarrevolución.
Fue el premio de la atención prestada
por esos hombres fieles y valientes a la previsión apostólica extraordinaria
del Apóstol.
Notas de nuestra Redacción basadas en artículos publicados
por el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira entre los años 1955-1970, que conservan plena
actualidad
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IX Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana y la Familia - Salta, 30 y 31 de agosto de 2013
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