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l ver diariamente una realidad de inmoralidad campante en la calle y la TV, y los crímenes, los piquetes, los niños en la calle, la delincuencia juvenil, las leyes inicuas, la corrupción y la soberbia encaramadas en el poder, cantidad de realidades de un prosaísmo aplastante –viajar en un colectivo abarrotado de gente en un barrio fiero de alguna gran ciudad, o sentirnos sumidos en el paradojal vacío multitudinario de un tren donde puede pasar cualquier cosa, porque es una tierra de nadie, donde no hay nadie cerca que garantice el orden ni la seguridad…
O también sentir el peso del ambiente de encierro de un hospital donde no se ve la luz del día, con penetrante olor a fenol y
(arriba) El ambiente de una civilización cristiana: los Reyes Católicos reciben paternalmente al Almirante Colón y le dan su bendición(abajo) Fiestas tradicionales en la católica Baviera, Alemania
enfermeros de caras lapidarias, vestidos como robots, estar horas en una cola en alguna oficina pública, nos asalta una duda: ¿es posible que exista en esta tierra una civilización cristiana
En la Encíclica “Immortale Dei”, León XIII describió en estos términos la Cristiandad medieval: "Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las relaciones de la sociedad civil. Entonces la religión instituida por Jesucristo, sólidamente establecida en el grado de dignidad que le es debido, era floreciente en todas partes gracias al favor de los príncipes y a la protección legítima de los magistrados. Entonces el Sacerdocio y el Imperio estaban ligados entre sí por una feliz concordia y por la permuta amistosa de buenos oficios. Organizada así, la sociedad civil dio frutos superiores a toda expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper u obscurecer" (Encíclica “Immortale Dei”, l.XI.1885 - "Bonne Presse", París, vol. II, p. 39).
Este texto luminoso pone a salvo nuestras almas del naufragio de pensar que la Fe que nos trajo Nuestro Señor Jesucristo es una utopía irrealizable. La civilización cristiana existió con pujanza. Si existió antes, puede volver a existir ahora; y San Pío X nos llama a restaurarla constantemente pues, enseña, no está para ser inventada ni es algo en las nubes sino un orden de existencia real y necesaria.
Así, la esencia de estas Jornadas es luchar por la realización del gran ideal de la civilización cristiana, hoy más necesario que nunca. Para que las instituciones, la cultura, costumbres y leyes vuelvan a ser conformes a la ley de Dios, como lo fueron en épocas de plena vigencia de la Cristiandad, según lo enseña León XIII.
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