San Francisco Solano te ha dejado un mensaje
Hijos míos,
Soy, por gracia de Dios, el Apóstol de América, el mayor
continente católico de la tierra, que lleva la marca indeleble de Cristo Rey y
de mi Señora, la Virgen. Región
dotada de inconmensurables territorios e inagotables recursos y atractivos, que
Ellos suscitaron para realizar con esplendor el orden de una civilización
cristiana, ideal válido para todos los tiempos y lugares enseñado por los Sumos
Pontífices, Sucesores de San Pedro, en la Doctrina Social y Política de la Iglesia.
Crucé los mares por merced del Rey Católico Felipe II, el
vencedor de Lepanto, creador de la primera Gobernación argentina, a la que
enalteció con la Sábana Santa
y el escudo de la primera ciudad, Santiago del Estero. Venía huyendo de mi espirituosa
Andalucía natal, abrumado por la fama de los milagros que Dios me dio el don de
obrar, para glorificarlo y hacer bien a los habitantes de este suelo. Tenía sed
de horizontes sin fin y de miles de almas para convertir a la
Santa Fe, a las que convoqué en las selvas,
cerros y valles con mi violín y mi palabra.
Recorrí a pie, palmo a palmo, desde Lima a mi jurisdicción
del Tucumán, pero no resistí la tentación de atravesar el Paraná, el Paraguay y
el Plata haciendo el bien, antes de volver a las amenas serranías de Córdoba y las
cumbres nevadas del Noroeste.
Con mi báculo de Prelado franciscano abrí la tierra e hice
brotar fuentes de agua cristalina para que el indio pudiera vivir de su trabajo,
progresar y ser plenamente libre, y el hijo de españoles pudiera beneficiarse “del
rocío del cielo y la fecundidad de la tierra”. Río Hondo, Trancas Viejo, El
Galpón y La Rioja
son testigos de ese prodigio que Dios me dio la misión de obrar en su nombre.
En las márgenes del Salado, en Santiago, Salta y Tucumán
–“tierras de promisión” bautizadas al amparo de los santos por sus fundadores-,
la Virgen me
ayudó a formar una Cristiandad de más de 50 pueblos indígenas.
El encanto virginal de Nuestra Señora, obra maestra de la Creación, me deslumbró en
Salta, y en todos se reflejó el éxtasis y el resplandor que me causó la Reina, y me acompañaron al
honrarla con una ceremoniosa danza, como hidalgo que soy. Siempre la recuerdan
y ejecutan mis hijos en mis fiestas patronales de El Galpón.
Dejé en nuestra Casa, en una esquina de la plaza de armas de
San Miguel de Tucumán, como prenda de bendición, una de mis casullas, y otra no
lejos, en la “Madre de Ciudades”, sobre el Río Dulce, cuyas filigranas, oro, perlas y piedras
preciosas reflejan los infinitos matices de Aquel que es la Belleza increada.
Hijo de San Francisco, quise todo el esplendor para el culto del
Rey de Reyes ofreciéndole esas pequeñas muestras de lo que El nos dio en
abundancia, sin guardar nada para mí. Pues
me bastó poder admirar esa gran catedral que es su Universo, y así me preparaba
para contemplarlo eternamente en el Cielo.
En La Rioja,
cada principio de año, “amanece el Año
Nuevo, resplandece, resplandece, el Niño Jesús. Tu cabellera es más que el oro,
oh Virgen de Copacabana” –reza mi himno del Tinkunaco. El Inca, sus ayllis
y los bravos Alféreces, adoran al Niño Alcalde que les traje como Señor y
protector, y en su nombre el Inca peticiona
con firmeza a las autoridades, entregándoles el Evangelio diciendo: “Por esta ley queremos ser gobernados…”
¿Qué rico significado encierra todo esto en el momento actual?
Esa ley suprema para todos los hombres es el alma de la
civilización cristiana, es la base de toda verdadera civilización. Siguiéndola
se atraen bendiciones y verdadero avance, abandonándola se atraen desgracias y
desorden. ¡Hay que volver a ella!
Hoy en día es quebrantada por leyes inicuas y costumbres
inmorales, y afrentada por hordas de insensatos capaces de profanar el Templo
Santo de Dios y llamar al pueblo a la apostasía. Es hora de luchar con todas
las armas del Bien y la Verdad
como yo luché para fundar las raíces
católicas de esta “nación de Plata”, el nombre, de franciscano sentido de
lo maravilloso, de esta querida Argentina.
Te invito y convoco a considerar, evocar y sentir la justicia
y bendiciones de ese orden temporal a
cuya edificación consagré mi vida, y a defenderlo con todas tus fuerzas.
IX
Jornada de Cultura Hispanoamericana
por
la Civilización
Cristiana y la
Familia
Salta,
30 y 31 de agosto de 2013
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