El proceso que condujo a la Independencia estuvo marcado por numerosas situaciones enigmáticas y contradictorias, complicadas por los entramados familiares, los objetivos, los intereses y las ideologias, lo que contribuye a explicar la infinita variedad de puntos de vista y abordajes en el marco del Bicentenario. Publicamos a continuación una nota con informaciones novedosas y originales del Lic. Miguel Fernando González Azcoaga, quien nos escribe desde Corrientes.
Hace pocos días fue presentado en el Aula Magna de la Facultad de Derecho de la UNNE, en Corrientes, un interesante libro del historiador esquinense Dardo Ramirez Braschi, en el que se estudia de manera minuciosa, aquel primer enfrentamiento social que tras la Revolución Maya se impuso en la sociedad correntina haciendo decir a Mantilla, en su Crónica Histórica, que se trataba de la primera división social destacada en Corrientes para estos nuevos tiempos. Aunque en rigor de verdad, ya la Revolución Comunera de 1764, prolegómeno temprano e interesante por su estructura y pensamiento, señaló una ruptura no despreciable en la comunidad.
Los hechos sucedidos en abril de 1811 cuando una flotilla paraguaya proveniente de Asunción invadió la Ciudad de Corrientes, enrolada al proceso revolucionario acaecido en el puerto de Buenos Aires a partir de mayo de 1810, noticia que recibieran los correntinos y que no provocaría mayor conmoción en junio de ese año, cuando aún la Madre de Ciudades no experimentaría, y a través de ella, todo su territorio. Los eventos revolucionarios ulteriores, de procesos similares, alertaron a los correntinos y dividieron a su sociedad en dos bandos perfectamente identificables: los patricios o patriotas que apoyaban el nuevo orden revolucionario y los españolistas, o realistas o sarracenos -como despectivamente fueron llamados- que vieron una tímida posibilidad de retornar al orden anterior. Sea por convencimiento real, o por conveniencia, lo cierto es que la sociedad de entonces experimentó una ruptura importante ante el avance de los acontecimientos y como tantas veces, en especial en la historia de Corrientes, los unos y los otros se encontraron y conformaron con el correr de los tiempos los árboles genealógicos de familias viejas en las cuales, hurgando en el tiempo, es posible hallar posturas diversas y nunca una misma en el tiempo. ¿Quiénes eran los traidores y quiénes los revolucionarios?.
Los hechos producidos cuando aquella otra invasión paraguaya en abril de 1865 dividió a los correntinos en nacionalistas o patriotas y paraguayistas o traidores, no es menos elocuente de las sucesivas posturas halladas ante circunstancias que admiten mas de una discusión y análisis.
Cuando el suceso de los patricios y sarracenos, nosotros mismos encontramos en nuestros mayores dos posiciones y dos enfrentamientos. En efecto, cúlpole a nuestro quinto abuelo (”chozno”, nos corregiría el Capitán Deniri), Don Luis Niella y Albi, catalán, nacido en Mataro, casado con Da. Margarita de Alsina y Gasa, de igual origen, integrar aquel bando de los Sarracenos Correntinos seguramente temeroso de que el nuevo orden revolucionario afectara sus intereses económicos y la estructura social conocida cuando aun el mundo occidental y particularmente europeo mediterráneo temblaba ante lo ocurrido en la Francia del Terror y la Libertad de fines del siglo XVIII.
Don Luis Niella, enrolado en el grupo que dirigía Don Félix Ponciano de Llano, español peninsular, funcionario del antiguo régimen, partidario de la Regencia -que habría de morir violentamente hacia 1812 atacado por furibundos patriotas por atreverse, Llano, a vivar a Don Fernando VII en plena calle correntina ante el Santuario de La Merced- encontraró compañeros de ideales en otros comerciantes, o terratenientes, españoles como Don Juan Ferré, -concuñado de Don Luis Niella y padre de Don Pedro Ferré- en Don Manuel de Vedoya, cuya hija Da. Dolores Vedoya de Molina se distinguirá como Patricia de la Causa Revolucionaria de Mayo al apoyar con sus generosos donativos la Campaña Libertadora del General Belgrano, mientras su señalado padre y su amado esposo Don Raimundo Molina de Valaguer, aquel que mandó hacer para su casa-habitación, la que hoy -mutilada pero existente- guarda el Museo de la Ciudad de Corrientes, defendían con bríos el estado original. Otros compañeros de aventura contrarrevolucionaria que se sintieron seguros y amparados por la invasión paraguayo-realista de 1811 fueron nombres no menos despreciables en los anales de la historia correntina, sobre todo la que siguió a partir de aquellos tiempos: Don Juan Asencio Virasoro, casado con la criolla Mercedes Corrales que le aportó haciendas y tierras, fundador de la familia de los prestigiosos generales de este apellido que lucharon desde Corrientes por la Organización Constitucional de la Argentina y contra la Tiranía, fue uno de ellos que se sumó junto a Antonio Cueto y los ya señalados al despreciado grupo de los sarracenos que tomando el poder por breve tiempo cayeron finalmente en desgracia cuando el 14 de Mayo de 1811 estalló en Asunción la Revolución que ordenó retirada inmediata de Corrientes de la escuadra que había hecho soñar al grupo realista con una vuelta a los tiempos previos a Mayo de 1810.
Don Luis Niella, nuestro realista antepasado habrá sufrido las penas impuestas, o tal vez no. El destierro al que fue condenado no parece haberlo cumplido surgiendo su nombre en 1812 como uno de los donantes -ciento cincuenta pesos de su propio peculio- para la reconstrucción del Cabildo de la Ciudad. Mientras él peleaba por la causa perdida, en el grupo de los patriotas -o patricios ya que en definitiva sus orígenes genealógicos desde los tiempos de la Conquista lo convertían en tal- aparecía otro de nuestros antepasados, el Comandante Militar José Ignacio de Añasco, quinto abuelo nuestro también, hijo del comunero Carlos José de Añasco que fuera, según las investigaciones exhaustivas del Dr. Ernesto Maeder, Gobernador de los Pueblos Guaraníes y funcionario honesto y capaz de la administración colonial. En el caso de José Ignacio de Añasco, cuyo novelesco casamiento con Josefa Roxas de Aranda, en 1774, descendiente de los Martin de Don Benito, -genealogía estudiada por Gustavo Sorg- ventilado en voluminoso expediente hallado en el Archivo General de la Provincia por su Director, el Dr. Hector Boo, supo interpretar entonces la causa de la revolución -”la Causa de la Revolución es la Causa del Pueblo”- tal vez porque en su sangre bullían las ideas comuneras que defendieran sus mayores. Púsose nuestro chozno José Ignacio de Añasco a la defensa de la revolución ante el avance realista-sarraceno acudiendo con un ejército de vecinos -llamaríamos pomposamente como tal a un grupo mal armado pero convencido por su caudillo- penetrando en la ciudad de Corrientes en coordinación con las acciones de los Fernandez Blanco y sus compañeros de armas, decisión que le valió como antes cuando ofrendó “una carretilla nueva de caballos y una onza de oro” al ejército belgraniano, ser considerado un patriota de la Revolución, ser su nombre incluido en letras de molde en La Gazeta de Buenos Aires y ser llamado Patriota, por los estudios historiográficos posteriores, por Manuel Florencio Mantilla y Hernán Félix Gómez.
Curiosamente este honrado y fiel soldado que tanto predicamento tuviera en las costas del Paraná desde su campo de las Ensenadas, escenario geográfico sobre el que obtendría forma urbana el pueblo de San Cosme desde 1806, fue víctima del Artiguismo, o mejor de sus hombres, y por oponerse a ello debió morir en el patíbulo en enero de 1815 ante la congoja de muchos.
Caprichos de la historia, Don Luis Niella, el conspirador de la revolución, sin aparente castigo, habría de morir de viejo, en su cama, junto a su familia, hacia 1846 mientras Don Ignacio de Añasco, caudillo de la Causa Revolucionaria caería en el patíbulo por la misma decantación de los hechos que el había coadyuvado a sostener.
Dos historias que, como tantas, se reencontraron en un mismo árbol genealógico. Dos nombres, que como tantos están impresos en la misma genealogía encuadrada en nuestro escritorio de la casa de Itatí, a partir del casamiento de sus bisnietos Don Rafael Niella y Niella y Da. María de los Angeles Vallejos, a su vez nuestros bisabuelos.
La Historia no es absoluta en sus dichos y procesos, en sus formas e interpretaciones y nunca es lo mismo vivir el suceso que interpretarlo después. Uno de los errores de algunos historiadores modernos es llevar sus propias ideas actuales a escenarios pasados y pretender juzgar los hechos sin percibir el momento histórico de los mismos.
Patriotas y Sarracenos, en su momento vincularon a muchos otros nombres mas como el Padre Juan Jose de Arce y Añasco, primo de Jose Ignacio, quien fuera Comisario del Santo Oficio de la Inquisición y estuviera cercano a aquellos sucesos acaecidos con el Contrato Social de Rousseau, mientras otros como Juan Jose Rolon Soto, yerno de Don Bartolome Cabral y Arredondo, por cuya vida el indio Andresito pedirá tiempo después una sustanciosa suma, integraba el Cabildo desde los tiempo coloniales casándose su hija Francisca Xaviera Rolon Cabral, con Rafael Niella Sañudo, nieto del realista Don Luis.
Enmarañadas genealogías y enmarañadas ideas nos llevan a entender a veces, posturas y principios, por ello ante la sucesión de hechos políticos y culturales que conmueven a una sociedad, nunca se puede -sobre todo cuando la Comunidad no es muy grande como la de Corrientes de entonces donde se vivían los rasgos atemperados y adaptados de un antiguo régimen social- desvinculárselos de los estudios genealógicos que mucho explican esas posturas y posiciones.
Ante el Bicentenario de la Patria, Patricios y Sarracenos son sólo uno de los muchos ejemplos y similitudes que abundan, pueblan y conmueven nuestra interesante y rica historia.