Sañogasta, tierra del Mayorazgo de San Sebastián. Su titular, D. Ramón de Brizuela y Doria, Gobernador de La Rioja, envió al Pbro. Pedro Ignacio de Castro Barros como representante al Congreso de Tucumán, para que defendiera las tradiciones católicas que serían nota distintiva de la Argentina auténtica
La histórica Casa de Tucumán
Nota 35ª
Reacción del pueblo fiel
Estaba en acción el sector
que pretendía establecer legalmente “aberraciones” y la opinión pública reclamaba
un cambio.
Se reúne entonces el Congreso
de Tucumán. Lo compone un 40% de eclesiásticos, lo que muestra la confianza del
pueblo argentino en la Iglesia. Representó, para Cayetano Bruno, S.D.B., un
viraje contra las aberraciones que pugnaban
por ganar fueros de ciudadanía.
Se reunió en Tucumán para
atraerse a los pueblos de la antigua gobernación que fue matriz de nuestra tradición
hispano-cristiana, concesión que duró poco tiempo: una vez declarada la
Independencia, volvió a su dependencia portuaria, de espaldas al interior del
gran país. Un flagelo desconocido en los siglos “de oro” y “de plata”, que
azotará la historia argentina desde la época absolutista. Creará una gran
cabeza que absorberá las energías materiales y espirituales de los raquíticos
miembros, a contrapelo de una tradición participativa de la que eran ejemplo
las cortes itinerantes de Carlomagno y de Isabel la Católica, que de manera
orgánica forjaron sólidas unidades, en base a vasallos fuertes como los quería
el Marqués de Cañete.
Sectores liberales en lo
político perciben el enrarecimiento del clima social y se esfuerzan por
convencer que no están en contra de la religión. Las sociedades secretas
sienten la fuerza sísmica de una reacción que podía aplastar su obra y
constituir una versión moderna, autónoma y argentina, del antiguo “estado
misional” que fuimos. “Horror” para los
políticos décimonónicos que acuñaron el sello de “barbarie” para estigmatizar
todo lo que fuera o se acercara a la tradición hispánica, arteramente
identificado con la rusticidad y costumbres pastoriles de nuestros recios antepasados.
Llamativa es la circular de la
logia que ordena a San Martín y a sus miembros sólo elogiar la religión; quienes violen el precepto deberán ser
castigados como promotores de discordia
en un país religioso. No es que la
logia se hubiese transformado en apostólica cofradía: temía la discordia y
la reacción de los argentinos.
El ambiente obligó a muchos a
presentarse como “católicos” en lo religioso y liberales en lo político. De este
contrasentido fue naciendo la amalgama de Tradición y negación que nos
caracteriza. Se silenció el magisterio tradicional de los Papas respecto de las
formas de gobierno y de las condiciones para que una democracia sea legítima, expuestas
con clarividencia en “Nobleza y élites tradicionales análogas - en las alocuciones
de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana”, por Plinio Corrêa de Oliveira.
El Congreso de Tucumán se
emancipa de los reyes pero cuida de no hacerlo con respecto a Dios ni al culto
católico, dice el Padre Bruno. Se adoptan medidas contra la tolerancia
religiosa y la venta y uso de obras de Voltaire y Raynal -que atacan nuestra santa religión jurada como religión de estado.
Loable iniciativa que confirma los
estragos que hacía esa propaganda.
La táctica de dos pasos adelante y uno atrás…
Fue preciso dar una violenta
marcha atrás y, por adhesión al catolicismo, o por salvar la obra
revolucionaria, tomar el camino inverso al jacobinismo, haciendo profesión
pública de devoción a la Virgen para recuperar la confianza general.
Una vez más sirvió de modelo
la parabólica Revolución Francesa, que de un republicanismo “moderado” pasó al
Terror y al comunismo de Babeuf, para luego retroceder hasta el Imperio de
Napoleón…, y más tarde recomenzar, luego de la vuelta de los Borbones, con el
golpe de Luis Felipe de Orléans, el imperio de Napoleón III y la consolidación
final de la república laica y socializante.
Durante el Congreso de
Tucumán, no obstante el viraje conservador, se repetirán todas las acusaciones
calumniosas de la Leyenda Negra contra España, que se incorporarán a los
“dogmas de fe” de la historia oficial, como señala Rómulo Carbia. Inclusive se
planteará el abstruso proyecto de un monarca indígena. Esta descabellada
propuesta llevará a hombres sensatos como Anchorena a optar por una república
aristocrática de hecho antes que entronizar a un Inca salido de la galera de
las logias.
Descolla en el Congreso el Pbro.
Castro Barros, enviado por el Gobernador de La Rioja. Nos revela otra faceta
desconocida, la de un país en el que conservaban poder las señoriales familias
de cabildantes que mantenían nuestras raíces en las nuevas circunstancias.
Nadie se atreve a contradecir a Castro Barros y la Argentina independiente nace
como país católico, de las entrañas de su tradición para-feudal.
Ramón de Brizuela y Doria, el gobernador en cuestión, era hijo del Teniente
de Gobernador Francisco Javier de Brizuela y Doria, Vínculo de San Sebastián de
Sañogasta; había sucedido a su padre por derecho de primogenitura como Señor
del primer y más perdurable mayorazgo argentino, transmitido de padres a hijos
desde el siglo XVII. Don Ramón y su hermano legítimo, Miguel Dávila, correrán la suerte del Reconquistador
Liniers, y pagarán con la vida el escollo vivo que representaban al sistema igualitario
en vías de implantación, asesinados, paradojalmente, por fuerzas que se presentaban
como la opción contra el unitarismo liberal.Luis María Mesquita Errea
Nota 35a
Sigue en 36a. nota
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