jueves, 22 de enero de 2015

El Alférez, símbolo de la "religión vivida" en el pueblo de Sañogasta



 
Iglesia de San Sebastián de Sañogasta, erigida por el General Pedro Nicolás de Brizuela y Doña Mariana Doria, fundadores del Mayorazgo de San Sebastián de Sañogasta (1663)
San Sebastián, talla atribuida a artesanos indígenas de la zona














El 2 y 3 de febrero se celebran las coloridas Fiestas Patronales en el pueblo de Sañogasta, Provincia de La Rioja. A continuación presentamos un trabajo académico sobre la figura del Alférez, que se remonta a los tiempos de la Reconquista Española, aparece en las ciudades hispanoamericanas del período hispano-indígena y se mantiene con renovado vigor en Sañogasta y numerosos pueblos del Noroeste argentino.


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El Alférez, símbolo de la “religión vivida”

en el pueblo de Sañogasta

                                  “Cuidémonos de quitar a nuestra ciencia su parte de poesía” (M. Bloch)
                                                                           

I. INTRODUCCIÓN

El objeto del presente trabajo es realizar un estudio breve de historia de las mentalidades colectivas en el pueblo de Sañogasta (Valle de Famatina, Provincia de La Rioja), centrado en la figura popular del Alférez de San Sebastián. Se trata de una modalidad con contornos propios de devoción a los Santos Patronos locales, la Virgen de la Candelaria y el mártir San Sebastián, análoga a costumbres similares en toda la región del Tucumán, que se remonta a antiguos tiempos y conserva una notable vitalidad, que justifica más aún la tarea investigativa.

II. DESARROLLO

II, 1. Marco teórico

(…)

II, 2. Planteo de la investigación

Nos proponemos indagar, en una perspectiva histórica, la “religión vivida” de una pequeña comunidad del oeste riojano, especialmente en relación a la realidad, rica en significado, del Alférez, protagonista de un momento muy especial de la vida del pueblo, sus Fiestas Patronales.
Algunos puntos a investigar:
·        Orígenes de las creencias religiosas católicas en Sañogasta
·        Características originales de la devoción a la Virgen de la Candelaria y a San Sebastián – Rol del Mayorazgo de San Sebastián en su difusión
·        El Alférez: i) significado histórico en España; ii) en la tradición del Tucumán y de La Rioja; iii) su rol en la tradición de Sañogasta
·        Panorama actual de la devoción a los Santos Patronos y del rol del Alférez de San Sebastián en este pueblo.

II, 3. Desarrollo de la investigación

El Alférez, su origen guerrero – Su prestigio en la Gobernación del Tucumán (ss. XVI-XVIII)

Los reinos de las Españas se forjaron principalmente en el marco de la Reconquista Española (ss. VIII-XV). Esta guerra no fue tan sólo un choque militar entre árabes y españoles/portugueses, sino también un enfrentamiento entre dos culturas y cosmovisiones correspondientes a la religión católica y la musulmana.
Este carácter bélico-espiritual se acentuó con la formación de las Ordenes de Caballería (Santiago de la Espada, Calatrava y Montesa) en que los caballeros asumían obligaciones análogas a las de las órdenes religiosas.
El carácter de cruzada define el título de la biografía de William Thomas Walsh “Isabel, la Cruzada”, dedicada a la Reina Isabel de Castilla y su marido, Fernando de Aragón, quienes dieron fin a la Reconquista al tomar los últimos bastiones del Islam, especialmente el Reino de Granada (1492).
Esa tónica de defensa del reino no sólo territorial sino también religioso-cultural, representó en la psicología colectiva de españoles y portugueses un alto ideal.  Estos valores nacionales exaltados por Don Pelayo de Asturias, considerado el fundador de la monarquía hispana, estaban simbolizados por el estandarte real.
En la batalla –y entramos aquí más específicamente en el tema- el Alférez era el guerrero destacado, perteneciente a la Nobleza, encargado de llevar el estandarte real y mantenerlo siempre en alto, defendiéndolo hasta agotarse sus fuerzas, como aquel Alférez lusitano que en la batalla de Toro, mutilado por las flechas y mandobles españoles, llegó a sostenerlo con los dientes antes de caer sin vida.
En otras culturas europeas tenemos una idea semejante. (…) el estandarte debe quedar en pie, aún cuando el hombre caiga...
Para completar estas nociones, citamos un texto de 1726:
ALFERAZGO: (...) el Oficial que tiene a su cargo llevar la bandera en su compañía, ya sea de infantería ú de caballería, y marcha en el centro de ella: con la distinción que en la caballería se llama estandarte, y no bandera. (...) es voz arábiga (...) que significa caballero noble (...).
Cita a las Partidas:
De estos Oficiales, el primero, el que recibe más honras, es el Alférez. (...).
ALFÉREZ MAYOR:  Antiguamente mandaba todo lo militar, y llevaba el pendón Real en las aclamaciones de los Reyes: y tiene voto en los Cabildos (...) con asiento preferente à los Regidores, y el privilegio de entrar con espada en el Cabildo. (...).
Cita a Ovando, en su Historia de Chile: “El Alférez Mayor tiene voz y voto en el Cabildo, y el Privilegio de entrar con espada en él” [i].
En nuestra Historia constatamos la trascendencia y poder de convocatoria que tenía el acto de “pasear el estandarte real”, cuyo custodio era el Alférez.
Fue el modo por el que el Teniente de Gobernador Bartolomé de Castro logró reunir a los vecinos que debían poblar efectivamente la ciudad de Catamarca “convocándolos bajo apercibimiento a participar el día 24 de junio de ese año –día del Santo Patrono- en el primer paseo del estandarte real” [ii].
Escenas similares se presentaron en todas las fundaciones y poblaciones. En La Rioja, según texto citado por Armando Bazán: “El día 20 de mayo (Juan Ramírez de Velasco, Gobernador del Tucumán y fundador de La Rioja) montó a caballo, tomó en sus manos el estandarte real y con acompañamiento de todos los capitanes y soldados de su campaña dio un vuelta alrededor de la plaza (...). Llegado en medio de ella se apeó del caballo y agitando el estandarte por tres veces exclamó con fuerte voz: ‘España, España, España, y estas provincias y ciudad de todos santos de la nueva rrioxa, por el católico rey don Felipe’(...)” [iii].
En el “Auto y lista de la gente que entró a la conquista y población de La Rioja” aparece el primer Alférez riojano (aunque no nativo): “Don Joan Ramírez de belasco alferes”; era sevillano, tenía el título de “Don” y era el hijo mayor del Gobernador, cuyo nombre llevaba; falleció en la conquista de Famatina en 1592 [iv]. Por la calidad de la persona podemos medir el prestigio del cargo.

Aquí encontramos los elementos que delinearon la tradición religiosa argentina e iberoamericana colonial, por analogía: el Santo Patrono como “alma” de la fundación o de la población, el estandarte como signo o enseña convocante y el Alférez como portaestandarte. Estas ceremonias iban marcando los “recuerdos colectivos”, como les llama Bloch [v]
Vimos que el Alférez Mayor, responsable de custodiar y llevar el estandarte real en las ceremonias, ocupaba un lugar notable en el Cabildo, que tenía ciertos privilegios. En las Actas capitulares de Santiago del Estero, entonces capital de la Gobernación del Tucumán, encontramos constancias de las formalidades y responsabilidades que tenía. Cuando su titular tenía que ausentarse por razones personales o de servicio, debía antes pedir licencia al Cabildo y depositarlo en manos de las autoridades [vi].

El Alférez en la tradición colonial riojana

En su libro “Las fiestas de San Nicolás en La Rioja”, el Pbro. Dr. Juan Carlos Vera Vallejo da jugosas informaciones sobre las multitudinarias patronales de la Ciudad de Todos Santos, el “Tinkunaco” o encuentro entre “españoles” e “indios”, representados por sendas procesiones, la de San Nicolás, y la del Niño Alcalde.
La fiesta tiene como fondo la conversión de 9.000 indios diaguitas de guerra, obrada por San Francisco Solano –hecho real bien documentado en los testimonios de su proceso de canonización.
De acuerdo a la tradición oral, esta conversión masiva, considerada un “pentecostés americano”, la llevó a cabo el gran taumaturgo franciscano proponiéndole a los guerreros diaguitas adorar la Imagen del Niño Alcalde y aceptarlo como Señor.
El sentido de lo maravilloso de los indígenas, y el carácter jerárquico de su organización, evidenciado en el uso del palanquín para llevar a su cacique, y el respeto a la figura del Inca –personaje muy importante en estas festividades- los predisponía para “aprender su palabra bendita”, como reza el himno riojano.
En la fiesta, los devotos y cortesanos del Niño Dios Alcalde, que representan el elemento indígena, se denominan “ayllis” (probablemente derivado del “ayllu” incaico), y los de San Nicolás, “alféreces” o “alfereces” –como se los llama en Salta- palabra que, en el idioma corriente se acorta a “los alférez”.
En el capítulo IV [vii], cita Vera Vallejo palabras del himno que, como la ceremonia, es conocido como “Tinkunaco”, que se canta en la ocasión, en idioma quechua:
“Acuriso, Acuriso
Alferes tan guasillon
Iglesia may pusa musa
Procesión pullan ciñampa
Mamay Virgen Copacá”

Luego refiere que los Alfereces “son con los allis los dueños de la fiesta y los que más llaman la atención del peregrino y del forastero en las clásicas fiestas (...)”.
“La categoría de los Alfereces que, a manera de cuerpo ecuestre o de caballeros, forman la guardia de honor del Santo, consta del Alférez Mayor, de los doce alfereces que podríamos llamar su consejo y de todos aquellos hombres, jóvenes o niños, que hubiesen hecho al Santo la promesa de vestir en las fiestas el traje propio de los alfereces, de vestirse de alférez, como ellos dicen” .
De su vestimenta resalta la banda, que llevan cruzada sobre el pecho y espalda, adornada de esmalte y de tul de diversos colores, recamada de encajes y cintillas y abundantes lentejuelas, flores artificiales u otros adornos “de gran efecto y colorido”. La banda recuerda la estola de los diáconos o la banda de ciertas órdenes militares (nota: esta última comparación nos parece especialmente válida).
“Cada uno lleva lo que ellos llaman su bandera, o sea una pica o lanza, de altura más que regular”, de paño de color variado, coronada “por una cruz reluciente de color plateado”.
Es “un cuerpo ecuestre y fuera de los actos religiosos van siempre a caballo en briosos corceles bien cuidados y ricamente ensillados”.
Conviene agregar a lo que dice el P. Vera Vallejo que actualmente muchos alféreces son “de a pie”.
Hemos visto que, en los cuerpos militares españoles, la infantería usaba bandera y la caballería estandarte.  En los Alféreces de San Nicolás, llevar el estandarte es privilegio del Alférez Mayor.
“(...) por el propio nombre de alférez, netamente castizo y militar, se vislumbra su origen español y caballeresco, cual si hubiera sido una institución ecuestre y destinada no precisamente al indígena sino a los caballeros y clase distinguida de la ciudad, que de ese modo tenían también su participación activa y no de simples espectadores (...)” (nota: actualmente se ha popularizado, sin perder su jerarquía).
Sobre el origen de estos Alfereces, comparte la opinión del Vicario foráneo Mons. Bazán, “que encuentra en la categoría o cuerpo ecuestre de los actuales alfereces, una continuación o vestigio de lo que fueron en esa misma ciudad de La Rioja los antiguos juegos o torneos ecuestres de nobles caballeros, forasteros o hijos de la ciudad, que formando la llamada Cuadrilla de Calchaquíes, actuaban ceremoniosamente y como elegantes cortesanos en la fiesta de Todos Santos, titular de la Nueva Rioja, fundada por Velasco (...)” .
“Los alfereces de hoy serían así un noble y hermoso vestigio de aquellos torneos caballerescos con que se honraba la fiesta del Patrono, y, según parece, también de la Inmaculada Concepción en la época colonial”.
Como el Pbro. Vera Vallejo subraya, estas fiestas son características y se encuentran muy “impregnadas del espíritu colonial y aun del genuino sabor indígena”. “La Rioja ofrece el raro ejemplo de esa reliquia viviente de su pasado que es la fiesta de San Nicolás y del Niño Alcalde”.

En resumen, los Alfereces de San Nicolás son una reminiscencia de los antiguos vecinos feudatarios que tenían la obligación de armarse en defensa de la ciudad y de mantener sus caballadas y el avío (equipo) de guerra, que era muy costoso [viii].
Sin duda despertaban admiración esos caballeros de la Cuadrilla de Calchaquí, de cuyas filas salía además el Alférez Mayor, responsable del pendón real.
Creemos que hubo una conjunción de ambas figuras históricas que, adaptadas y transformadas por la psicología colectiva, dieron lugar al Alférez del Noroeste Argentino (antigua Gobernación del Tucumán), el que vemos en las fiestas de San Nicolás en nuestra provincia, en Molinos, en los valles Calchaquíes, y en numerosos poblados y capillas de Catamarca, Tucumán, Salta, Jujuy y Santiago del Estero.
Su signo distintivo son los estandartes y banderas. En Vichigasta, los Alférez guardan en la Iglesia (M.H.N.) las banderas y las bandas, como auténticos dueños de casa (no exclusivos).
En estas celebraciones populares vemos al Alférez ecuestre en su aspecto no bélico, sino como un devoto del Santo que conserva elementos del caballero de la Cuadrilla de Calchaquí:

·        El caballo
·        La banda
·        La bandera

Además de estos símbolos de rico significado, mantiene una actitud marcial que es una reminiscencia mental no menos importante, y cumple las órdenes que imparte virilmente el Alférez Mayor.
Hablamos de “alférez ecuestre”, pues por las condiciones de vida actuales es difícil y costoso mantener un caballo, aunque en algunos pueblos –como Sañogasta- hay una proporción importante de caballos en relación al número de casas, que sería interesante cuantificar.
El Alférez actual en La Rioja, Vichigasta, Malligasta, Famatina, Sañogasta, etc., es un devoto de la Virgen o de un Santo, que “tiene promesa”. A menudo, son sus padres quienes lo han hecho Alférez –o aún “esclavo del santo”-, por promesa, en agradecimiento por haberlo sanado de una enfermedad precoz. Asume un compromiso no escrito de serle fiel al santo, de participar todos los años (o algunos) de su fiesta (“p’al año he’i volver”), de custodiarlo.
Se “viste de alférez” (Vera Vallejo). La banda, cuidadosamente bordada con cintas de colores y otros ornamentos y “vivos”, suele ostentar una leyenda: el nombre de su Santo Patrono, o una jaculatoria: “San Nicolás (o San Sebastián, etc.), ruega por mí”. Es un ornamento personal y sagrado, que suele guardarse en la sacristía o en una vitrina de la capilla, “p’al año” o como exvoto.
La bandera (o estandarte): es otra reminiscencia del estandarte del Alférez caballero. La más tradicional es de color rojo, con terminación en dos puntas, dejando en el medio un hueco en forma de ángulo. Otros usan vistosos pañuelos de cuello. Tiene un astil o mango, rematado por una cruz, de plata en algunos promesantes más viejos, y de caña revestida de papel plateado en los más jóvenes.
Cuando desfila frente al santo, hace la “venia”: una reverencia. Es función del Alférez Mayor, o del Segundo Alférez, ordenar con voz marcial: “¡venia!”

El Alférez sañogasteño

No disponemos de documentos que describan en detalle el desarrollo de la evangelización en Sañogasta. Consta que algunos vecinos de La Rioja tuvieron fincas en las proximidades del pueblo de indios de Sañogasta, cuyos legítimos derechos a sus tierras fueron expresamente reconocidos por las autoridades. Es posible que ellos hayan iniciado la evangelización de los diaguitas locales, pero nada hay que lo confirme expresamente.
El 26 de agosto de 1640 se le entregan en merced al General Pedro Nicolás de Brizuela “las sobras y demasías” de las tierras de Sañogasta. Eran los terrenos no ocupados por el “pueblo de indios” existente, contiguos a éste.
Brizuela fue un valiente soldado que prestó señalados servicios en el Gran Alzamiento Calchaquí, que produjo el abandono y destrucción de Londres por el Cacique Chalimín, y amenazó la subsistencia de La Rioja. El historiador chileciteño Carlos Decaro (2002) sintetiza el desempeño militar de Brizuela: “Su actuación fue tan destacada, que sus acciones podrían llenar capítulos enteros de aventuras increíbles...” [ix].
Quizás fue este coraje sumado a otras características personales que le dio gran ascendiente entre los indios amigos. Altas responsabilidades pesaron sobre sus hombros y una de las más difíciles y que requerían mayor capacidad y celo fue la de Visitador de Encomiendas, función que cumplió en dos oportunidades. Investigadores modernos como la Dra. Roxana Boixadós refieren que lo hizo a conciencia y con buen desempeño. Otra característica fue la profundidad de su fe católica. De su matrimonio con Doña Mariana Doria nacieron varios hijos. Es expresivo que su hijo mayor fue el sacerdote Blas Crisóstomo de Brizuela.
Ambos esposos fundaron el Mayorazgo de San Sebastián de Sañogasta, en 1663. Para el pueblo significó contar con la primera bodega de la zona, cultivos nuevos, molino, y el desarrollo de la cría de caballos y mulas (importante producto de comercialización en mercados interregionales como el de Sumalao, en Salta, camino a Potosí), como así también de vacunos, cabras y ovejas. Fue una verdadera “revolución productiva” local.
El Gral. Brizuela trajo además a Sañogasta una artística talla de San Sebastián, y una bella imagen de la Virgen de la Candelaria (ambas se conservan). De acuerdo a las Leyes de Indias, erigió una capilla en la hacienda.
Estos son los comienzos ciertos y documentados de la evangelización del pueblo de indios de Sañogasta y de la devoción a Nuestra Señora y al santo mártir, que son en la actualidad la Patrona de la parroquia y el Patrono del pueblo, respectivamente.
Es posible que el citado hijo mayor del matrimonio, Blas Crisóstomo, haya evangelizado a los diaguitas de Sañogasta, o quizás su medio hermano paterno, Andrés, también sacerdote.
Elena Brizuela y Doria, escritora sañogasteña, relata las grandes líneas de la historia de esta capilla de San Sebastián (M.H.N.)[x]. Allí consta que Pedro Nicolás de Brizuela expresó por escrito su voluntad respecto de la hacienda o finca sañogasteña, la capilla y la Fe:
“todo queda dedicado a la Santa Imagen de Nuestra Señora de Copa-Cabana y al santo mártir San Sebastián, patrón de este sitio y asienda”. Sin duda fue el General Brizuela, vecino feudatario, fiel ejecutor, que ocupó otras dignidades en el Cabildo y también fue su Procurador, propulsor de tantas cosas en Sañogasta, en especial de las devociones referidas, el iniciador de la tradición de alferazgo en dicho pueblo.
Desde su fundación, la capilla se mantuvo en actividad y fue no sólo el centro evangelizador sino también el lugar de celebración de las coloridas fiestas patronales de la Virgen de la Candelaria y San Sebastián.
Entre los testimonios hay tres piezas de especial interés para el estudio de las mentalidades colectivas locales:
Son dos himnos a San Sebastián –el de la visita a las casas y el que se canta durante la novena-, y las alabanzas a la Virgen de la Candelaria.
Según la tradición oral, datan de los tiempos fundacionales (mediados del 1600).
Analicemos algunos trechos de estos cánticos.
Del himno de la visita a las casas (que recorre cada vivienda del pueblo, durante tres días, cantando y rezando):
“San Sebastián de los indios/ hoy los viene a visitar...”
·        Esta estrofa, que ya no se canta por motivos que desconocemos, permite inferir que el canto viene de la época de la población indígena.
·         “la tierra y plantas esperan/ verde será tu favor/ misericordia Señor!”
·        Aquí se expresa el pedido de los fieles a que el Santo conceda agua de regadío y cosechas abundantes; revela el carácter agrícola de la economía sañogasteña, que hoy perdura.
 “Dios se los pague, mis hijos/ me voy muy agradecido., misericordia Señor!”
·        Es tradicional –e impensable no cumplir con la costumbre- de que el dueño de casa dé una limosna. El santo agradece, cortés y paternalmente.

El himno “de la novena” está compuesto en el mismo estilo:
El fiel le dice al Santo: “tu tierno pecho, Padre, he buscado, pues eres refugio, del que ha pecado”.
La paternalidad del santo, una constante en el texto, denota su gran antigüedad.
“En este valle, de triste llanto, todo se acoge, Padre, a tu amparo
 “Yo soy tu hijo, Padre querido, del alma mía, eres la vida”
“Vivir no puedo, Padre, sin ti, o Santo Mártir, ruega por mí...”

Las Alabanzas de la Virgen de la Candelaria son cantadas con delicadeza y lentitud, en ambiente de recogimiento y veneración:
“Laudemos cantando, la Hija, la Esposa, la Madre amorosa
y Quien la formó”
 “Gloria a Ti que del averno, nos sacaste Madre mía,
gloria a Ti Virgen María, gloria a Ti, honor eterno”
“Concebida en el tiempo, de culpa inocente,
que a la triste serpiente, la cabeza pisó”.
·        Las expresiones arcaicas evidencian la originalidad y antigüedad de las Alabanzas.
Las Fiestas Patronales de Sañogasta se celebran invariablemente en las propias fechas del 2 y 3 de febrero.
Comienzan con la visita a las casas, antes de principiar la Novena. Es un acontecimiento para el pueblo. Se inicia al amanecer, tirando bombas de estruendo, que reemplazan los cañonazos de los tiempos monárquicos, y haciendo repicar alegremente las históricas campanas.
La primera casa visitada es la del Vínculo,  o, como también se le llamaba en tiempos antiguos,  Señor de San Sebastián de Sañogasta, hoy ocupada por sus descendientes, próxima a la Iglesia.
Durante la novena, se “da el alba” de esta manera, a las 5 de la mañana, lo que se repite al mediodía. Cada noche pertenece a los “alumbrantes” de cada barrio; la última noche era conocida antaño como: “de la Casa del Vínculo”; dada la extinción del Mayorazgo de los Brizuela y Doria alrededor de 1920, se le llama ahora “la Noche de los Doria”.
En la visita a las casas y a lo largo de la Novena, los “alférez” ocupan funciones esenciales: custodian las sagradas imágenes, “vestidos de alférez”, y tocan “la caja del Santo”, reminiscencia del pregonero virreinal.
El 2 y 3 de febrero, son los responsables de organizar las procesiones de Nuestra Señora de la Candelaria y de San Sebastián. Cuando salen “los Santos”, forman cordones, comandados por el Alférez Mayor.
Esta cofradía de fieles es informal y consuetudinaria. No tiene estatutos ni personería jurídica. El Alférez Mayor dura un largo tiempo indeterminado, y es elegido por los otros alféreces de viva voz, en forma directa.
La mayoría de los alféreces son de antiguas familias del pueblo. El Alférez Mayor es siempre un hombre de campo típico.
Ante la proximidad de las fiestas, los “Alférez de San Sebastián”  preparan las bandas y banderas, y los que salen a caballo, que son más de un centenar (alta proporción en un pueblo de poco más de 2.000 habitantes), se presentan espontáneamente.
El 2 a la tarde, tiene lugar la confesión de los alféreces. Ese día se celebra también la procesión con las velas encendidas, de hondo significado.
La mayor participación popular se da el día 3, cuando se celebra, por tradición, la fiesta de San Sebastián, que de acuerdo al Santoral es el 20 de enero, práctica que viene de los antiguos tiempos en que los escasos sacerdotes agrupaban las festividades para poder atender a las pequeñas comunidades escondidas en cada recodo de las montañas, a las que llegaban a caballo o en mula.
 A las 8 de la mañana del 3, temprano, para dar tiempo a ensillar, es la “misa de los alférez”. La Iglesia se halla atestada de varones con sus bandas y banderas. En los últimos tiempos, muchas mujeres se han hecho “alférez”, pero sigue siendo predominantemente un rol del varón.
A las 11 se celebra la misa solemne o función. Al terminar, una fila larga y silenciosa de hombres ,  mujeres , jóvenes y niños entra tres veces a la Iglesia caminando lentamente, para “tomar gracia” de los Patronos. Terminado este acto de veneración, oración, acción de gracias, las Sagradas Imágenes son llevadas en andas a la galería de la Iglesia, situada en alto, donde recibirán el sentido homenaje de “los alférez” a caballo.
Luego, sus congéneres de a pie forman cordones para contener el público expectante. ¡Llega el momento esperado del año! Los jinetes van a buscar sus cabalgaduras, atadas alrededor de la plaza. Se ven machos, mulas y caballos de todos los pelajes, con aperos chapeados de plata, magníficos ponchos, carpinchos,  y  las mejores artesanías, junto a otros que –sin llegar al extremo del inglés que armó una montura con la ropa de su valija, como cuenta Gutiérrez en “Viaje infernal”-, apenas han podido reunir los elementos mínimos, ensillando con peleros y cincha, sin estribos, como lo hacen cotidianamente, cuando salen a dar una vuelta, o en las cuadreras.
Comienzan a repicar las campanas y a atronar las bombas. Los Alférez desfilan con garbo. El Alférez Mayor  detiene  la fila y dirige unas rápidas palabras en homenaje a “los Santos” y da las vivas: Viva la Virgen de la Candelaria! Que viva San Sebastián! Viva Sañogasta!
Y luego se lanzan al galope, alrededor de “la plaza”.
También participan grupos tradicionalistas, como los Camperos de San Sebastián (que también son alférez), locales o de otros pueblos, a veces distantes.
Cuando   pasan a caballo delante de los Santos hacen la venia con su bandera.
Luego de la tercera pasada de los jinetes termina lo que constituye el auge de la fiesta. A la tarde tendrá lugar la procesión del Santo, en la que todos van de a pie, con bandera y banda. Y a la vuelta, la despedida final “hasta el año que viene, si Dios quiere”.
La informal cofradía no es sólo una vistosa tradición multisecular. La condición de Alférez representa un compromiso de ser devoto del Santo y de la Virgen, de custodiarlos y de mantener la tradición.
Los intentos de cambios promovidos en determinadas circunstancias por personas influyentes no pertenecientes al medio fueron rechazados, por oposición de los alféreces y del conjunto del pueblo.
En las últimas festividades (2 y 3 de febrero de 2005), se hallaron presentes investigadores en Historia y Genealogía venidos de otras provincias; también me encontraba presente. Conversando con ellos advertí que les llamó la atención especialmente la gran cantidad de jóvenes que participaban en las filas de los “Alférez”. En fotos de medio siglo atrás, y por comentarios de personas viejas del pueblo, se observa que la fiesta ha ido creciendo en número de gente y en importancia. La juventud de Sañogasta participa en forma activa y creciente. Desfilan y toman parte muchos jóvenes alfereces ecuestres y de a pie. Quizás la pérdida de las tradiciones por la masificación los han motivado subconscientemente a reafirmar las costumbres aprendidas de sus mayores.

III. CONCLUSIÓN

Según Varagnac, las poblaciones campesinas formaron una “arqueocivilización” de raíz neolítica, que mantuvo importantes afinidades durante milenios y sólo cambió profundamente con la Revolución Industrial.
En estas poblaciones riojanas se mantuvo el ambiente rural sin que la industrialización (que ocupa a centenares de obreros de la zona en la Curtiembre Yoma) haya implicado un crecimiento demográfico brusco, ni tampoco el anonimato y el cambio de ritmo de la existencia diaria que provocó en los grandes centros urbanos. En suma, no alteró radicalmente el estilo de vida.
El arraigo de la fe católica y las costumbres tradicionales en la población han permitido que la antigua figura del Alférez de San Sebastián haya perdurado, renovándose espontáneamente.
Sus características obviamente difieren en parte de los Alféreces caballeros que, en tiempos medievales o virreinales, comandaban la tropa, llevaban el estandarte, e  integraban el cabildo.
Adaptándose los criterios y costumbres al paso del tiempo, se mantiene y renueva lo esencial de la antigua tradición religiosa del siglo XVII, integrada en las formas de vida del siglo XXI: la del Alférez como una forma de devoción con notas caballerescas, cuyo exponente más típico es el ecuestre.
Los Alféreces de San Sebastián conservaron de los antiguos un símbolo muy importante: la bandera o estandarte. En aquéllos, era la insignia real o de una compañía militar. Aquí, es la insignia del Santo Patrono, a quien se ve como un Padre espiritual, un protector poderoso, un intercesor ante la Virgen Reina de todos los Santos y el propio Dios, y un garante de la continuidad de su universo de valores sociales y legado de costumbres.
En la cambiante realidad argentina e iberoamericana de los tiempos de la globalización y de la cultura masificante difundida por la TV, esta forma de “religión vivida” reviste una perduración que es notable por su continuidad a lo largo de más de tres siglos y medio, y por tratarse de una tradición viva y en crecimiento, que une a varias generaciones en un patrimonio espiritual y axiológico común.






[i] Diccionario dela Real Academia Española, ed. 1726, p. 198.
[ii] Armando R. Bazán, “Historia de La Rioja”, ed. Plus Ultra, ed. 1979, p. 156.
[iii] Ibid., p. 65.
[iv] Alejandro Moyano Aliaga, “La Rioja – Revelaciones Documentales acerca de su fundación”, Junta Provincial de Historia de Córdoba, ed. 1991, pp. 2 y 8.
[v] M. Bloch, “Introducción a la Historia”, F.C.E., Breviarios, 4ª ed., 1965, p. 10.
[vi] Actas Capitulares de Santiago del Estero, t. I, Ed. Gmo. Kraft, Buenos Aires, 1941.
[vii] III edición, La Rioja, 1970.
[viii] Ponencia “Los Nieva y Castilla en Catamarca colonial”, II Jornada Histórico-Genealógica del Tucumán y Cuyo, La Rioja, 2003.
[ix] “Reseña Histórica de la Ciudad de Chilecito y sus Distritos”, Lic. Efraín de la Fuente – Prof. Carlos Decaro, Ed. Auspiciada por el Min. de Salud y Educación de la Prov. de La Rioja y por el Hon. Concejo Deliberante de Chilecito, año 2003, p. 52.

[x] Iglesia de San Sebastián de Sañogasta – Su Historia (para la Comisión de Monumentos Nacionales), Sañogasta, año 2000.

Universidad Nacional de Catamarca

Facultad de Humanidades
Cátedra: Introducción a la Historia – Plan 89
Carrera: Licenciatura en Historia
Profesores a cargo: Lic. María Mercedes Díaz
Profesor Adjunto: Lic. Ricardo Toranzo
Jefe de Trabajos Prácticos: Prof. Jorge A. Perea
Alumno: L. M. E.
Condición : libre
Año Académico: 2004
Título del Trabajo Práctico:
Esbozo de un estudio histórico de las mentalidades colectivas:

El Alférez, símbolo de la “religión vivida” en el pueblo de Sañogasta


lunes, 5 de enero de 2015

Epifanía, fuego y luz - Inocencia y suma de las edades




                                                      Los patriarcales Reyes Magos

-Bueno, chicos, les voy a contar la historia de los Reyes Magos, como ustedes piden, contestó la catequista. Hacía calor, pese a que estaban en Antofagasta de la Sierra, célebre por el frescor de sus tardes. De las cumbres del cerro, como de un gigantesco volcán, salían nubes enormes que tapaban el cielo.
Los chicos, en rueda, miraban el grabado que mostraba la catequista, donde aparecían, recortados en el cielo de Oriente -de donde nace la luz-  envueltos en una nube que se fundía con los insondables desiertos, unos hombres misteriosos, patriarcales, cuyas barbas, como de fina lana, parecían envolver muchas historias y leyendas.
Veían a Melchor -anciano lleno de sabiduría; a Gaspar - joven vigoroso y bello; y a Baltasar, alegre y sacrificado negro, retinto y reluciente, cuya barba tenía más curvas que el retortuño del campo.
De ellos dijera el Rey Profeta David -ancestro del Niño Jesús- : "lo adorarán todos los reyes de la tierra" y "los Reyes de Arabia y Saba traerán sus regalos" (Sl 71). ¿Eran persas, caldeos, etíopes o indos? Es parte del misterio que los rodea…
-Pero lo más probable es que vinieran de Arabia..., siguió la catequista, ante los niños azorados por tantos nombres y pueblos extraños... 
                                            El profeta Balaam castigando a su mula
-Que en aquellos desiertos y oasis no habían olvidado lo que miles de años antes profetizara Balaam: "una estrella se elevará de Jacob , un cetro surgirá de Israel y aniquilará a los Príncipes de Moab". Por eso subían a los cerros a observar el cielo, esperando descubrir algo nuevo.
¿Y cómo habrían podido encontrar al Niñito, escondido en una cueva?
La señorita les contó que Dios ya había guiado al pueblo por el desierto por medio de una columna de nube, que de noche brillaba como el fuego. Y que a los Reyes los guió con la estrella más cristalina y brillante.
- Para San Crisóstomo, la estrella de Belén era un Angel. ¿No les parece bello? Todos asintieron...
-Y la estrella los guió hasta Jerusalén, y allí... desapareció. En ese lugar esperaba a los reyes una desilusión muy grande, toda una probación para su fe. Pues Dios, para fortalecer a sus fieles, permite a veces pruebas dolorosas…
Jerusalén era la capital de Israel, y ante un acontecimiento como la Natividad del Mesías prometido, debería haber habido festejos y alegría. Y encontraron todo menos eso. 
                                  Herodes, relajado usurpador del trono de Israel,
                                            que le correspondía a San José
Un usurpador, Herodes, ocupaba el trono de Israel (trono que le correspondía a San José, conforme enseñan San Pedro Julián Eymard, San Juan Bosco en su Historia Sagrada, etc.).
Los judíos les dijeron a los Reyes dónde encontrar al rey recién nacido, a Quien, aunque lo esperaban hacía milenios, no se molestaron en ir a adorar... 

                                             "Tenían las Sagradas Escrituras pero no tenian fe..."
Tenían las Sagradas Escrituras pero no tenían fe y vivían olvidados del Redentor, al que imaginaban un rey poderoso y próspero, que los haría grandes y ricos. Y era todopoderoso, en verdad, pero tenía otros designios…
-Los Santos Reyes Magos no estaban ciegos como los judíos -dice San Agustín. Sin dejarse impresionar por las apariencias frustrantes permanecieron fieles a esa expectativa que Dios había puesto en sus almas y siguieron su camino para encontrar al Niño Dios. ¡Qué alegría cuando, al salir del ambiente pesado de la ciudad ingrata, volvió a brillar la estrella en el cielo para indicarles el camino!
Así llegaron hasta donde había nacido el Redentor del mundo, una pequeña cueva que San Jerónimo describe, en carta a Santa Marcela. 
                                   Adoración de los Reyes Magos al Niño Dios, por Fra Angelico
En ese pesebre entraron los Reyes e, iluminados por Dios, no se escandalizaron ante su extrema pobreza. Vieron al Niño, el Hijo de Dios hecho hombre, envuelto en pañales, junto a su Madre, la Virgen, más grande y luminosa que el sol.
En ese instante sublime se postraron en el suelo y Lo adoraron. Siguiendo las costumbres orientales, abrieron sus tesoros y le dieron al Niño sus regalos: oro, incienso y mirra. Traían lo mejor de sus tierras y sabían, por el "magisterio invisible del Espíritu Santo", que sus regalos eran apropiados. Pues el oro representa la dignidad regia de Jesús, el incienso su Divinidad, y la mirra, su naturaleza humana, mortal.
Luego de serles comunicado en un sueño que no debían volver al hipócrita Herodes, que había fingido alegrarse del nacimiento del Niño mientras tramaba insensatamente su muerte, se volvieron a sus tierras. Viejos autores dicen que por mar.
Los Santos Reyes Magos representan el comienzo del llamado a la Iglesia, Una, Santa, Católica, Apostólica y Romana, a todos los pueblos de la tierra y nuestra vocación a la luz de la verdadera Fe y de la verdadera civilización cristiana, que cada pueblo, dentro de la unidad católica, realiza a su manera.
Los dones de los Reyes Magos simbolizan también otras cosas. El oro, la sabiduría, el incienso, la fuerza de la oración, y la mirra, la mortificación de la carne, el amor a la pureza.
El Papa San Gregorio Magno enseña que su vuelta por otro camino significa que nuestro hogar es el paraíso y que, después de conocer a Jesús, no podemos continuar por el camino que veníamos siguiendo. Habíamos perdido la senda por orgullo, desobediencia y apego a falsos placeres; sólo podemos volver a encontrarlo por la penitencia, la obediencia, el desprecio de las cosas terrenales y el dominio, con el auxilio de la gracia, de las tendencias avasalladoras que llevan al pecado.
-Así vemos, niños, cómo el mensaje de Navidad y el ejemplo de los Santos Reyes Magos es siempre actual, ¡hoy más que nunca!, concluyó la catequista.
En ese instante, sucedió un fenómeno curioso. Era la oración. Sobre las murallas azuladas de la Cordillera de San Buenaventura se veían unas delicadas vetas rosadas, que pronto se transformaron en una “capa” luminosa, como los cuellos de encaje de Rembrandt o Van Dyck.
Hacia el noroeste, un arco iris, poco frecuente a esa hora, tomaba una coloración especial, con un verde, un rojo, un amarillo acaramelados: junto al arco una nube proyectaba una cónica aureola de luz.
Una niña preguntó: ¿señorita, veremos en el cielo la Virgen con el Niño?
Más lejos, la nubazón era un archipiélago de radiantes islas de oro.
El Niño Jesús y la Virgen sonreían al pequeño grupo de fieles que evocaba los misterios de la Epifanía, regalándoles un atardecer de fuego y luz. Cada uno volvió a su casa con la mente poblada de reyes misteriosos, nubes doradas y del Verbo, que "moraba en el principio y principio no tenía", manifestándose en grandeza y pequeñez a los embajadores de la gentilidad de Oriente. 

La catequista los despidió con estas palabras: -Chiquitos míos, nunca olviden estas bellas lecciones pues Jesús enseñó que, si no conservamos alma de niños a lo largo de toda nuestra vida, no entraremos al Reino de los Cielos. En la suma de las edades, lo bueno de cada tiempo se va acumulando y acrisolando, preparándonos para ver a Dios como lo vieron los Reyes Magos en el pesebre. Es el ejemplo que ellos nos dan en su día!