La sociedad peruano-tucumanense del siglo XVI en la mirada de fray Reginaldo de Lizárraga O.P.
Ponencia presentada en el Congreso Internacional de los 400 años de la Orden de Santo Domingo en América - Córdoba, 5 al 7 de agosto de 2008
(ver versión definitiva en Ponencias, ISBN 950 33 0451 2, ed. BR Copias, Córdoba, Agosto de 2004)
Luis María Mesquita Errea
Profesor de Historia
Proponemos una
incursión en el Perú virreinal de fines del siglo XVI guiados por el
equilibrado sentido de las cosas, impregnado de fe, de fray Reginaldo de Lizárraga,
en su “Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la
Plata y Chile”.
Nacido en
Extremadura ca. 1540, llegó con sus padres al Perú a los 15 años. En el
Convento dominicano de N. S. del Rosario, de Lima, recibió el hábito del prior
fray Tomás de Argomedo. “Yo me llamaba Baltasar (de Ovando¨); mandóme
llamar Reginaldo, y con él me quedé hasta hoy” (Lizárraga, 1999:74).
Era un “eximio
predicador de la palabra de Dios”, según el Cardenal Guevara (1598), ocupándose
“en el púlpito 33 años”. En su amada Orden de Predicadores fue Provincial, misionero y doctrinante y
uno de los siete Obispos oriundos del Convento: “Recibió la sagrada unción de
manos del arzobispo de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo”. Su vida tuvo
destellos de santidad; murió en 1615. (Bruno, 1967:60-70; Acevedo, 1999:11-31).
La Descripción es una calificada fuente bibliográfica,
reeditada por la Academia N. de la Historia con un sustancioso estudio
preliminar de Edberto Acevedo. La escribió a los 65 años, luego de increíbles
recorridas: “he visto muchas veces lo más y mejor deste Pirú, de allí hacia
Potosí, que son más de 600 leguas, y desde Potosí al reino de Chile, por
tierra, que hay más de quinientas, atravesando todo el reino de Tucumán, y a
Chile (...); no hablaré de oidas (...); lo demás he visto con mis propios
ojos, y como dicen, palpado con las manos; por lo cual lo visto es verdad
(...)” (Lizárraga, 1999:37).
De su valor historiográfico dice Acevedo: “Dos notas más se han
apuntado, acertadamente, al enjuiciar este libro. Por un lado, su concisión y ,
por otro, su imparcialidad” (1999:24).
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La “Descripción breve de toda la tierra del Perú, Tucumán, Río de la Plata y Chile” es el fascinante testimonio de un caminante,la de un gran observador, de un religioso que mereció la consagración episcopal. Es todo un mundo que va aflorando, rico, frondoso, variado, con aspectos buenos y malos como es la vida. Adentrémonos en él guiados por este conocedor profundo, el fraile dominico Fray Reginaldo de Lizárraga [1]. Oigamos su testimonio de sus propias palabras [2].
¨ Las notas entre paréntesis y destaques en bastardilla nos pertenecen;
los destaques del original serán indicados expresamente.
CURIOSIDADES NATURALES Y DE
ALGUNOS HABITANTES DEL PERU
Comenzamos
la recorrida observando con fray Reginaldo el mundo animal con toda su
movimentación.
“muchas
sabandijas, cuales son culebras, y algunas víboras, sapos
muy grandes, ratones en cantidad; estan cenando, ó en la cama, y vense las
culebras correr por el techo tras el raton, que son como las ratas de España”.
El
pequeño mundo de los mosquitos
“al
tiempo de las aguas, infinitos mosquitos, unos zacundos cantores, de noche
infectisimos, no dejan dormir; otros pequeños, que de día solamente pican,
Ilamados rodadores, porque en teniendo llena la barriga, como no puedan volar,
déjanse caer rodando en el suelo, y otros, y los peores y más pequeños,
llamados jejenes, ó comijenes, importunísimos; métense en los ojos y donde
pican dejan escociendo la carne por buen rato, con no pequeña comezón”.
Excelencias
de Guayaquil
“Tiene
dos ó tres excelencias notables: la primera, la carne de puerco es aquí
saludable, las aves bonísimas, y sobre todo el agua del rio, particularmente la
que se trae de Guayaquil el Viejo, que es donde se pobló este pueblo; van por
elIa en balsas grandes, en una marea, y vuelven en otra; dicen esta agua corre
por cima de zarzaparrilla, yerba ó bejuco notísìmo en todo el mundo por sus
buenos efectos para et mal francés; ó bubas por otro nombre, las cuales se
verán aquí mejor que en parte de todo el orbe, y sana muy en breve los
pacientes, dejándoles la sangre purificada como si no hobieran sido tocados
desta enfermedad”.
Panes
y naranjas sabrosos
“No
se da trigo en este pueblo; mas dase maiz muy blanco, y el pan que dél se hace
es mejór y más sabroso que el de nuestro trigo; danse muchas naranjas y limas,
y frutas de la tierra en cantidad, buenas y sabrosas, y (a mejor de todas ellas
son las llamadas badeas por nosotros; son tan grandes como melones, la cáscara
verde, la carne, digamos, blanca, no de mal sabor; por dentro tiene unos
granillos poco menores que garbanzos, con un caldillo que lo uno y lo otro
comido sabe á uvas moscateles las más finas; es regalada comida”.
En
balsa por las sabanas de Quito
“Por
este rio arriba se sube en las balsas para ir á la ciudad de Quito, que dista
deste pueblo sesenta leguas, en la sierra y tierra fria, las veinticinco por el
rio arriba, las demás por tierra.
Al
verano se sube en cuatro ó cinco dias; al invierno en ocho cuando en menos
tiempo, porque se rodea mucho: déjase la madre del rio declinando sobre la mano
derecha á las sabanas, que son unos llanos muy grandes Ilenos de carrizo, pero
anegados del agua que sale de la madre del rio, llévanse las balsas con botadores,
porque el agua está embalsada y no corre; es cierto que si la tierra no fuera
tan cálida y llena de mosquitos, causara mucha recreacion navegar por estas
sabanas”.
Cabañas
indígenas en lo alto – conciertos nocturnos
En
ellas hay algunos pedazos de tierras altas que son como islas, donde los indios
tienen sus poblaciones con abundancia de comidas y mantenimientos de los que
son naturales á sus tierras: mucha caza de venados y puercos de monte (...) ;
pavas, que son unas aves negras grandes, crestas coloradas y no malas al gusto;
hay también en estas islas tigres no poco dañosos á los indios, y es cosa de
admiracion: en estas sabanas hay muchas casas, ó barbacoas por mejor decir,
puestas en cuatro cañas de las grandes, en cuadro, tan gruesas como un muslo y
muy altas, hincadas en el suelo; tienen su escalera angosta, por donde suben á
la barbacoa ó cañizo donde tienen su cama y un toldillo para guarecerse de los
mosquitos; aquí duermen por miedo de los tigres; muchos destos indios estan
toda la noche en peso sin dormir, tocando una flautilla, aunque la música (...)
no es muy suave; estas barbacoas no sustentan más que una persona”.
El
mundo de los cocodrilos
“Todo
este rio, á lo menos en la madre que yo vi, es abundante de caimanes ó
lagartos, que son los cocodrilos del rio Nilo, muy grandes, de veinte y cinco
pies en largo (...); encima del agua no parecen sino vigas, y son tantos, que
muchas veces vi á los indios que remaban y guiaban las balsas darles de palos
con los botadores para que los dejasen pasar.
Y
pues habemos venido á tractar destos lagartos ó caimanes, será justo decir sus
propiedades, las cuales he yo visto. Tienen la misma figura que un lagarto,
pero tan largos como acabo de decir; son velocísimos en el agua, duermen en
tierra, y en ella son
perezosísimos, y esto es necesario, por ser de cuerpos tan grandes y de
barriga anchos; los pies y manos cortos; el sueño es pesadísimo, porque lo que
subcedió con uno destos en Panamá, é yo lo vi muerto en la playa, paso así:
Asiento poco recomendable sobre una
peña espinosa – en tiempos del veranillo de San Juan ... :
que una mañana de San Juan salieron tres mujeres enamoradas, las cuales
vi en aquella ciudad, con sus hombres á lavarse al rio, que es pequeño, y cerca
del pueblo; el tiempo es caluroso y de aguas, por ser el invierno, aunque por
San Juan suelen cesar por algunos dias, y así se Ilama eI veranillo de San
Juan; llegaron al rio y en una poza se entraron á bañar, en la cual se habia un
caiman quedado, que con avenida se subió de a mar por el rio arriba, y como
cesó la avenida no pudo volverse á la mar, donde hay muchos; en este arroyo no
se crian.
El caiman estaba durmiendo en tierra; bañáronse estas mujeres, y saliendo
una á enjugarse, pareciéndole peña el caiman dormido, sentóse encima dél una, y
saliendo la otra Ilamóla convidándola con la peña tan blanda; salió la tercera
y convidándola sentóse más hácia la cola, donde los caimanes tienen unas
conchas agudas, y como se espinase con ellas, dijo: ¡Oh! qué espinosa peña, y
tentando con la mano, no era aún de dia, levantó la cola del caiman, y
conosciéndolo dió voces: ¡caiman, caiman! las demás levántanse no poco
alborotadas; llamaron á sus hombres, que se habían apartado un poco rio abajo;
á las voces acudieron y con sus espadas mataron al caiman antes que entrase en
el agua.
El mismo dia por la mañana le trajeron negros arrastrando á la ciudad, y
lo pusieron en la playa, donde todo el pueblo lo fué á ver; conoscí é traté á
uno de los que iban con estas mujeres que se halló presente, llamado
Bracamonte, de quien y de otros oí lo referido; tenìa de largo 18 pies.
Piel de caimán ofrendada a Santiago
“...entonces llegó del Perú un hombre rico Ilamado Bozroediano, y la piel
deste animal le dieron, decia lo habia de Ilevar á España y ponerlo en Santiago
de Galicia.
Cómo cazan las aves
“No tienen lengua, sino una paletilla pequeña con que cubren y abren el
tragadero, por lo cual debajo del agua no pueden comer; tienen los dientes por
una parte acutísimos, por la otra encajan unos en otros; hecha presa no la
sueltan hasta que la han despedazado.
Es cosa graciosa verlos cazar gaviotas,
pájaros bobos y cuervos marinos y otras aves; cuando éstas se abaten de arriba
abajo á pescar, velas venir el caìman, y por debajo del agua va á donde la
pobre ave da consigo en el agua, y veniendo con tanta velocidad no puede
declinar la caida, como el caballo en medio de la carrera; entonces el caiman
antes que Ilegue al agua abre la boca, y pensando el ave clar en el agua, da en
la boca del caimán, y pensando cazar la sardina ó otro pece es cazada, y el
caimán, la cabeza fuera del agua levantada, trágase la gaviota ó cuervo marino.
El buche desta bestia es calidísimo; aprovéchanse dél, bebido en polvos, contra
el dolor de la ijada; son amicísimos de perros y caballos, y por esto la balsa
donde van la siguen muchas leguas.
Mañas
para cazar hombres
Cuando estan cebados y encarnizados en carne humana son muy dañosos, y
hacen el daño desta manera: para hacer la presa en el indio ó negro que lava en
el río, ó coge agua, vienen muy ocultamente por debajo della, y viéndola suya,
vuelven con una velocidad extraña la cola, y dan con ella un zapatazo en el
indio ó negro; cae el indio en el agua, al cual al instante Ie echan mano con
la boca, de donde pueden; Ilévanlo al rio ó mar adelante hasta que lo ahogan, y
sacándolo á tierra se lo comen”.
Comentario
Impresiona la maestría de fray Reginaldo en
describir la vida y costumbres de los animales. Nada se le escapa y todo le
interesa, desde la cura de enfermedades como el “mal francés” a la habilidad
del caimán para su caza sanguinaria.
EL
MUNDO INDÍGENA – ESFUERZOS EVANGELIZADORES
Los terribles chiriguanas [4]
“Para
ir á esta ciudad [5] se
pasa por unas montañas donde viven indios Chiriguanas que comen carne humana, y
algunas veces suelen salir hasta bien cerca del valle de Mizque, donde hacen el
daño que pueden, y á los camínantes lo hacen saliéndoles de través, y si los
cogen descuidados lo pasan mal los nuestros, como lo pasaron ha muchos años,
que saliendo de la ciudad de Santa Cruz la mujer del general Nuflo de Chaves,
de quien luego tractaremos, salieron al camino y la quitaron á los soldados que
con ellos venian, peleando. Mas viendo los soldados lo subcedido, se
concertaron, como hombres nobles y valientes, de morir ó recobrarla, y
siguiendo los enemigos los alcanzaron, y sin riesgo de las mujeres quitaron la
presa y se volvieron su camino, sin que los indios se atreviesen más á pelear
con ellos. (...)”.
“Estos
indios, aunque comen carne humana, no comen la de ningun español, porque los
años pasados, comiendo uno, á todos los que comieron les dieron cámaras de
sangre y murieron; los restantes, avisados del suceso, no la comen; pero al que
toman vivo, para matarle usan de exquisitos tormentos.
El
general Nuflo de Chaves y su excesiva confianza
“El
general Nuflo de Chaves, subiendo por el Rio de la Plata arriba, muchas leguas
de la Asumpcion, pueblo principal de aquella gobernacion, dió en este asiento,
pobló y púsole el nombre susodicho, en medio de muchos indios chiriguanas
(...). En un recuentro que tuvo con los
indios de guerra, alcanzada la victoria, los chiriguanas pidiéronle parte de
los indios captivos y presos para comérselos, diciendo le habian ayudado. El
general no se los quiso dar; guardáronsela, y dejando á don Diego de Mendoza,
creo cuñado suyo, con todo el ejército, apartóse con doce ó catorce soldados y
los chiriguanas 15 leguas, pocas menos, á cierto paraje, en el cual los
chiriguanas determinaron de matarle (...)”.
Los
españoles lo notaron y le advirtieron al General; pero éste:
“...hizo
burla de los que lo avisaban, y un dia, (...), viníendo los chiriguanas
determinados de poner en ejecucion lo concertado, estaban con el General tres ó
cuatro soldados, (...) hombres de vergüenza, ánimo y hidalgos, con sus arcabuces
y cuerdas en las serpentines; dijéronle: Señor, estos indios vienen con mal
pecho. Si vuestra merced manda, aquí los despacharemos. Enojóse el General y
díjoles: Quitaos de ahí. ¿Para qué me ponéis esos miedos? Apagad las cuerdas y
dejadme con la lengua, un mestizo que servia della. Replicáronle; no aprovechó
nada. Apagaron las cuerdas y no fueron cuerdos, y fuéronse á un bohio donde
estaban los demás. El General estaba en una hamaca, entre las piernas la
celada, encima de una rodilla, y sin espada, vestida una cota; como quedó solo
con el mestizo lengua entran los chiriguanas, comienzan á quejarse que no les
daba parte de la presa; descuídanle, llega uno por detrás, que el pobre
General, ni la lengua lo advirtió, alza la mano y con una macana de palma dale
un golpe en la cabeza que le aturdió y dió con él de la hamaca abajo. El lengua
salió dando voces ¡Al General han muerto! ¡AI General han muerto! Los pocos
soldados túrbanse, y como no tenian mecha encendida, uno de los dos arriba
referidos arrebató un tizon y puso fuego al arcabuz; dispara sin saber á donde
tiraba y acertó á dar en un caballo y matóle. Los indios pensaron que los
soldados venian sobre ellos; retiráronse á una montañuela que cerca estaba,
para guarecerse de los arcabuces, que si vinieran sobre los nuestros allí los
mataran á todos. Retirados, tuvieron lugar los pocos españoles, pero bravos, de
encender sus mechas y hacerse fuertes en la casa y recoger los caballos. El
pobre general murió dende á pocas horas, sin poder hablar palabra”.
Costumbres de los chiriguanos [6]
Amos de todas las naciones: “no guardan un punto
la ley natural”
Fray Reginaldo torna a hablar de estas tribus que viven
“en unas montañas
calurosas y ásperas por donde apenas pueden andar caballos. No son naturales,
sino advenedizos; vinieron allí del río de la Plata, la lengua es la misma
(...). son bien dispuestos, fornidos, los pechos levantados, espaldudos y bien
hechos, morenazos; pélanse las cejas y pestañas; los ojos tienen pequeños y
vivos. No guardan un punto de ley natural; son viciosos, tocados del vicio
nefando, y no perdonan a sus hermanas; es gente superbísima; todas las naciones
dicen ser sus esclavos. Comen carne humana sin ningún asco; andan desnudos
(...); son grandes flecheros; sus armas son arco y flecha; el arco tan grande
como el mismo que lo tira, y porque la cuerda no lastime la mano izquierda, en
la muñeca encajan un trocillo de madera, y allí da la cuerda. Pelean muy a su
salvo, porque si les parece el enemigo les tiene ventaja, no acometen. Pocas
veces con nosotros pelean en campo raso, si no es a más no poder, y si les
parece han de perder un chiriguano, no acometerán; son grandes hombres de
forjar una mentira, tardan mucho tiempo en ella, y enséñanla a todos, de suerte
que los niños
la saben, y si se les pregunta no difieren de los mayores, particularmente para
engañarnos, como adelante diremos”.
Azuzados por las viejas hechiceras
“Si
han de ir á la guerra es por órden de las viejas, que les traen a la memoria
los agravios recibidos, y los afrentan con palabras Ilamándolos cobardes,
borrachos, ociosos y flojos. Entre estas viejas hay grandes hechiceras, y
hállanse en ellas las pitonisas que dice la Escritura, en cuyo ombligo habla el
demonio. El mayor de los pueblos es de cinco casas; lo común es de tres; mas
son muy largas, de más de 150 pasos, á dos aguas, con estantes en el medio
sobre que se arma Ia cumbrera, y de estante á estante vive una parentela”.
Comen a 60.000 chaneses
“Con
los indios que más enemiga han tenido son con una provincia que cae á las
espaldas destas montañas, tierra llanísima, falta de agua, que se Ilama los
Llanos de Manso, ó la provincia de los Chaneses; déstos, que es gente
desarmada, aunque bien dispuesta, de mejores rostros y más bien inclinados que
los Chiriguanas, se han comido más de 60.000, y no creo digo muchos, porque
aquellos llanos eran muy poblados; agora no hay indios sino muy pocos, y como
no tienen quien los defienda, es la carneceria desta bestialísima gente. Son
tan subjectos á los Chiriguanas, que en viéndolos no hay más que sentarse, sin
resistencia alguna, para que el chiriguana haga dél lo que quisiere; tráenlos
como ovejas en manadas; comen los que se les antojan, de los demás se
aprovechan para el servicio de sus casas y sementeras. Cuando se quieren comer
alguno no hay más que decirle se vaya á lavar al rio, lo cual hace sin
replicar; víene desnudo; mandan á sus hijos tomen los arcos y flechas, y el
pobre chanés en una plaza huyendo de aquí para allí de las flechas, sin se
atrever á salir della, de los muchachos es flechado y muerto con gran alegría
de los que le miran; le hacen pedazos y se lo comen, ó asado, ó cocido con maíz
y mucho ají. De los que ven valientes y de buenos cuerpos, aprovéchanse para la
guerra; hácenlos á sus bárbaras costumbres y cuando han de pelear pónenlos en
la delantera, y si no pelean bien, échanlos por las espaldas. Es gente traidora
y que no guarda palabra, porque como dijimos, no tiene un puncto de ley
natural, ni cosa de policia; es poca gente; no Ilegan á 4.000 indios de
guerra;”
La pesca y caza de los chiriguanas
“la
aspereza de la tierra en que habitan les ha sustentado tanto tiempo contra los
españoles; en ella hay rios grandes, poco temidos déstos, por ser grandes
nadadores. Los rios Ilevan sábalos, armados, bagres y otros peces los cuales
pescan desta suerte: al verano echan un pedazo del rio por otra parte; quedan
los peces en el brazo del rio desaguado; en agua hasta la cinta, entran en ella
con sus arcos y flechas, allí los flechan, y el que se escapa de la flecha, las
mujeres van detrás con unas redes en que caen.”
Reptiles en tierras chiriguanas
“Son
también astutísimos en cazar ó enlazar las víboras, las de cascabel; éstas
comen, y cuando un chiriguana halla una dellas y la mata se la echa en el
hombro y se viene muy contento á su casa; cómenlas desta suerte: córtanles la
cabeza, con dos ó tres dedos más, y otro tanto de la cola; luego la desuellan y
hecha trozos ponen encima de las brasas, y así asada con ají la engullen; oí
decir á dos personas fidedignas que las habian visto asar, y que olía la carne
como si la hobieran lardado con muchos olores, porque al olor de una que asaban
sus yanaconas en su chácara, salieron de casa á ver lo que era y hallaron los
indios chiriguanas en una gran candelada asando una para se la comer. Toda la
tierra que habitan es fértil de muchas víboras de cascabel y de las pequeñas
que habemos dicho; hay otras culebras grandes de más de tres varas; éstas no
pican, pero en viendo al hombre abalánzasele, cíñele por el cuerpo y luego con
una espina acutísima que tienen en la cola es cierta al sieso por donde la
meten, y desta suerte le mata y luego se lo come. Hállanse lagartos de sequera,
el cuerpo de una vara y más, sin la cola, que es poco menos; éstos acometen á
un muchacho y se lo comen. En Tucumán vi uno déstos, como diremos cuando
tractaremos de aquella tierra. Entre los árboles tiene muchos cedros, pero hay
otros que llevan tanta garrapata, que arrimándose un hombre a él caen á mia
sobre tuya sobre el pobre, que le cubren como si una saca dellas le hobieran
derramado por encima”.
Un riojano temerario, el capitán
Andrés Manso, y su triste fin
“Con
ser esta gente de la calidad referida y la tierra asperísima, el capitan Andrés
Manso, natural de la Rioja, con sólo sesenta hombres los subjectó é repartió;
sirviéronle y á sus encomenderos como sirven los indios destos reinos, y no
trabajó mucho en la conquista dellos, y menos en la de los Chaneses. Agora 29
años, cuando subí la primera vez á la provincia de Los Charcas, ya era muerto;
no creo habria siete años.
El Condorillo, sitio fértil y
alegre – Urden la conspiración – enemigos del nombre cristiano
Este
capitan pobló un pueblo que confina con las montañas de los Chiriguanas y con
los llanos de los Chaneses; el sitio, Ilamado por un nombre Condorillo y por el
otro el río de los Sauces. Los que lo han visto, que son muchos, dicen no hay
en lo descubierto de las Indias temple más saludable; el suelo fértil y alegre.
Viviendo aquí con toda paz, y no distando de la ciudad de La Plata ochenta
leguas á lo más largo, estos Chiriguanas le engañaron con una ficcion, de las
cuales, como habemos dicho, son grandes hombres para fingirlas; fingen, pues, y
engañan al pobre capitan, que á pocas leguas de allí habia un valle donde
vivian unos indios de extraña figura, muy ricos de oro (entre los Chiriguanas,
ni en toda aquella montaña, ni oro ni plata se ha descubierto); que si quiere,
ellos le llevarán allá y se los conquistarán, y de los españoles no es
necesario más que la mitad, y la otra mitad se queden en el pueblo. Creyóse
(que no debiera) dellos, y salió con treinta soldados; los otros treinta con
las pocas mujeres dejó en el pueblo; llevó consigo parte de los Chiriguanas,
los cuales dejaron concertado con los demás que para el servicio del pueblo se
habian quedado, que para tal dia tomasen las armas, y á tal hora de noche; que
ellos en el propio dia y hora darian en Andrés Manso, y sus soldados, y desta
suerte los matarian á todos. AI día, pues, ó por mejor decir, á la hora de la
noche señalada, los unos dan en el pueblo, los otros en Andrés Manso;
matáronlos á todos sin dejar uno ni ninguno, y desde entonces se han quedado
señores como agora lo son, y tan enemigos nuestros como antes, y del nombre
cristiano; sólo se escapó un mestizo Ilamado fulano de Almendras, á quien
prendieron en el pueblo, y un cacique déstos Chiriguanas le quitó que no le
matasen, y puso en salvo, porque tenia con él amistad; cosa nunca entre
Chiriguanas guardada. Vínose á la ciudad de La Plata, donde á pocos años murió,
estando yo presente, á quien entonces confesé y ayudé lo mejor que supe en
aquel trance; escapóse otra mestiza que debia estar amancebada con algun
Chiriguana, porque se quedó con ellos hasta hoy, como otra vez della diremos; y
esto en suma de los Chiriguanas y sus costumbres; prosigamos agora nuestro
viaje”.
Luego
de estos interesantes y terribles pormenores, cambia fray Reginaldo de tema,
“cansado
de tractar de la gente más que bárbara chiriguana”. No obstante, más adelante
se ve obligado a volver al asunto, lo que nos permite medir el esfuerzo
evangelizador con un pueblo de costumbres tan bárbaras.
Un
padre carmelita, cuyas cartas estaban en poder de fray Reginaldo, había estado
algunos años entrando y saliendo de aquella tierra; el misionero
“les
predicaba, y no le hacían mal alguno, antes le oían de buena gana, a lo que
mostraban, y tenía hechas iglesias en pueblos, a las cuales llamaba Santa
María, en cuyas paredes hacía pintar muchas cruces, mas que no se atrevía a
baptizar a ninguno, sin decir misa, ni para esto llevaba recado; dejábalo en la
tierra de paz. A los niños junctaba cada día a la doctrina y se la enseñaba en
nuestra lengua, y la letanía. Delante las iglesias había hecho su placeta, en
medio de la cual tenía puesta una cruz de madera, muy alta, al pie de la cual
en cada pueblo enseñaba la doctrina, y otras veces en la iglesia”.
Ruega
tu Dios nos dé aguas o te mataremos
“Persuadía
a todos los indios, grandes y menores, que pasando delante de la cruz hiciesen
la reverencia; y más decía, que faltando un año las aguas, y las comidas
secándose (no es tierra muy Iluviosa), vinieron á él los Chiriguanas del pueblo
donde residia, y le dijeron: Las comidas se nos secan; ruega á tu Dios nos dé
aguas; si no, te mataremos”.
Gracias
del Cielo y dureza de alma
“El
cual oyendo el amenaza, dice que se recogió en su corazon lo mejor que pudo,
encomendóse á Dios, junctó los niños de la doctrina, púsose con ellos de
rodillas en la plaza delante de la cruz, comenzando la letania con la mayor
devocion que pudo. Al medio de la letania revuélvese el cielo y Ilovió de
suerte que no pudiendo acabarla donde la habia comenzado, se entró con los
niños en la ìglesia para acabarla, y dende entonces les proveyó Nuestro Señor
de aguas; el año fué abundante de sus comidas; hecho esto y pasada aquel agua,
luego hizo su razonamiento á todos los indios que á la letania se hallaron
presentes, persuadiéndoles diesen gracias á Nuestro Señor, se enmendasen y
reverenciasen mucho á la cruz;”
Defensa
de las víctimas – Horror en los Tobas
“decia
más, que entre otras cosas que les procuraba persuadir, y algunas veces salia
con su intento, era no comiesen carne humana, por lo cual, viendo que ya tenían
á pique de matar al chanés para se lo comer, se lo quitaba, y aun casi por
fuerza, y no se enojaban contra él; otras veces no podia tanto; reprehendiales
gravemente el ser deshonestos con sus hermanas, y referia que un chiriguana,
enamorado de su propia hermana, y ella no arrostrando á esta maldad, hallándola
un dia aparte donde le pareció poner podia su maldad en ejecucion, ella se le
escapó de las manos y corriendo se le entró en la iglesia, donde el perro
Chiriguana y bestial no se atrevió á entrar, y visto por la hermana le dijo:
Bellaco, yo diré al padre te castigue; ¿no se te acuerda que nos dice que manda
Dios no hagamos esta maldad? La muchacha diciéndoselo reprehendió al hermano
ásperamente. Reprehendiales gravemente el vicio bestial de comer carne humana,
á lo cual algunas veces le respondian que si la comian era asada ó cocida, pero
que no treinta leguas de allí habia otros indios muy dispuestos, llamados
Tobas, que la comen cruda; estos eran malos hombres, y no ellos, porque cuando
van en el alcance, al indio que cogen, echándoselo al hombro y corriendo tras
los enemigos, se lo van comiendo vivo á bocados (...)”.
Luego
de haber visto este impresionante testimonio es interesante compararlo con la
descripción que hace el autor de “los indios destos reinos”.
El
ánimo
“(...)
ya es tiempo tractemos de las condiciones destos indios. Lo primero que tienen,
y es el fundamento de las malas ó buenas costumbres morales, es un ánimo el más
vil y bajo que se ha visto ni hallado en nacion alguna; parece realmente son de
su naturaleza para servir; á los negros esclavos reconocen superioridad;
llámanlos señores, con saber son comprados y vendidos, y lo que les mandan
obedecen muy mejor que lo mandado por nosotros. Es gente cobarde, si la hay en
el mundo, de donde les viene lo que á todos los cobardes, son cruelísimos
cuando ven la suya ó son vencedores. No quieren ser tractados sino con rigor y
aspereza, porque en tractando bien á un indio, aunque se haya criado en casa
desde niño como hijo, dicen que de puro miedo lo hacemos, y por eso no nos
atrevemos á castigarlos.
En
tractándolos mal sirven con gran diligencia. Cuando tienen necesidad de
nosotros, en cualquiera que se vean, ó de enfermédad, o de hambre, ó de otras
semejantes, con grandes humildades y subjectiones piden nuestro favor; pero si
estamos en ella y con palabras mansas y amorosas les pedimos nos socorran,
hacen burla de nosotros mofando y escarneciendo, y aunque sea su amo, que le
haya criado, si se ve en peligro de muerte, en rio, caida de caballo, ó en otro
peligro, se pone á mirarlo sin socorrerlo, pudiendo, y se rie de buena gana; la
gente más ingrata que hay en lo descubierto, al bien que se le ha hecho ó hace;
por lo cual sólo por amor de Dios les hacemos bien, que dellos esperar gratitud
es en vano”.
La
mentira
“La
nacion más sin honra que se ha visto; no la conoce ni sabe qué cosa es, pues es
más mentirosa que se puede imaginar; de donde les viene no temer levantar falso
testimonios, que los levantan gravísimos, y como no se les castiga por ellos,
quédanse en su mala costumbre; que unos indios á otros los levanten, no es
tanto eI daño, ni pierden honra (como dicen), ni casamiento; mas levántanlos á
los religiosos, á clérigos, españoles, tan sin asco, como si en ellos no fuese
nada, y cuando se averigua la falsedad, los que los habian de castigar dicen
son indios, y mientras no se averigua padece el pobre fraile ó clérigo. Pero Io
que más me admira es que todos cuantos vivimos en estas partes conociendo la
facilidad déstos en mentir y levantar falso testimonios, dígannos mal déste ó
de aquél, le creemos; esta falta es nuestra, y en los gobernadores nuestros
hay, porque confesando que es así, cuando vamos á volver delante dellos por
fama y honra del clérigo ó religioso, dice el Virrey: conozco su facilidad en
mentir; pero ya que dicen tantas cosas, en algo deben decir verdad; algo hay;
háseme respondido así á mí propio por un Virrey destos reinos, haciéndole
demostracion de muchos y graves testimonios falsos que á un religioso nuestro
habian levantado. Jurar falso no lo tienen en más de cuanto se les da una taza
de vino, ó un mate de chicha, y cuando los reprehendemos, ¿cómo juraste en
falso? la excusa es, y responden: díjome un amigo, ó mi vecino, ó mi curaca
(que es lo más comun) que Io hiciese, sin más sentimiento; pues volver la fama,
ni desdecirse, no se hable en eso.
Para
mentir y en un instante forjar la mentira, los más fáciles son que hay hombres
en el mundo, grandes y pequeños, mayores y menores; es cosa admirable cuán en
el pico de la lengua tienen las mentiras. No parece sino que muchos dias han
estudiado y imaginado: esto me han de preguntar y esta mentira tengo de
responder, y tan sin vergüenza, como si dijesen mucha verdad; ellos no han de
tractar verdad, y nosotros no les habemos de mentir, y ojalá en algunos acá
nacidos de los nuestros no se hallase este vicio. No es afrenta entre ellos
decirle mientes, ni ellos decir á otro lo mismo. Alábanse mucho que mintieron
al padre que los doctrina, ó engañaron, y lo propio es que mintieron al español
con quien tractan, y hacen gran plato désto, y como no tienen color en el
rostro, por lo cual, demudándose, conoscamos si mienten ó engañan, mienten tan
disimuladamente, que parece es todo verdad lo que afirman, y con unos ademanes
ó afectos que nos hacen creerlo; tambien se alaban si dejaron algun español
(habiéndole pagado su trabajo) en medio de un despoblado ó en medio de la
nieve, sin camino; hay muchas partes donde no se puede caminar sin guia, y en
estos caminos dejan al pobre caminante á la luna de Paita;”
Borracheras
“borrachos,
es nunca acabar tractar desto. Si han de comenzar viaje, aunque sea de pocas
leguas, primero se han de emborrachar; si vuelven, lo primero es emborracharse;
dicen que se emborrachan porque si se muriesen en el camino, ó donde van, ya se
morirán habiéndose emborrachado, y cuando vuelven se emborrachan porque no se
murieron y volvieron con salud á sus tierras, ó casas; así me lo han dicho;
borrachos, tractan muy mal á sus mujeres, y son deshonestos con sus hermanas y
aun madres, y cuando están borrachos entonces hablan nuestra lengua, y se
preguntan, ¿cuándo los cristianos nos habemos de volver á nuestra patria? y
¿por qué no nos echan de la tierra? pues son más que nosotros, y ¿cúando se ha
de acabar el Ave María? que es decir cuándo no les hablemos de compeler á venir
á la doctrina. Porque en la semana dos dias juntamos al pueblo para enseñársela
y predicarles, á lo cual vienen por fuerza los más; finalmente, su Dios es su
vientre y la chicha, y no hay más mundo”.
Trato
en la familia – Promiscuidad – Falta de higiene
“No
tienen veneracion alguna á sus padres, ni madres, agüelos, ni agüelas;
finalmente, les dan de palos y bofetones; yo he castigado á algunos por esto,
delante de todo el pueblo, y les he hecho les besen los pies. Pues ayudarlos en
sus necesidades, ni por imaginacion; si son dos hermanos, y el uno es casado y
el otro no, muriendo el casado, el otro se revulve con la mujer de su hermano
luego; he visto muchos destos castigados por la justìcia, pero no sé si con el
rigor debido. Este vicio más se halla en los curacas y indios principales que
en el comun. Ojalá y el dia de hoy no tengan sus idolatrias, como antes, y
porque no han justiciado las justicias á los curacas, ojalá no se estén con
ellas. Luego entra una piedad dañosa (¡oh! son nuevos en la fe) y desto tenemos
los religiosos mucha culpa, y cuando aquesto no tengan, ojalá no tengan sus
hechiceros ocultos, á quien consultan como en el tiempo de la infidelidad de
sus padres. No tienen vergüenza de hacer á sus mujeres alcahuetas, las cuales,
como son pusilánimes, temiendo el castigo, se las traen; todos duermen casi
juntos, porque las casas de los indios no tienen algun apartamiento; hácenlas
de obras de veinte pies en largo, y de ancho diez ó poco más; otras son
redondas, donde viven con la mayor porqueria del mundo; jamás las barren; todos
viven juntos, padres, madres, gallinas, cuchinillos, perros y gatos y ratos;
por maravilla hay quien duerma si no en el suelo, sobre un poco de paja de
juncia. Su asiento es perpétuamente en el suelo, y luego escarban la tierra con
las uñas; solos los curacas principales usan de una como banquilla de zapatero,
de una pieza, que Ilaman duo, no tan alta ni con mucho. A los hijos, sin
policia alguna los crian; no es gente que los castiga, es gran pecado entre
ellos castigarlos ó reñirlos; con cuanto quieren se salen; jamás les lavan los
rostros, manos ni pies, y así traen las manos y brazos con dos dedos de
suciedad; las uñas nunca se las cortan, sírvenles como cuchillos; amicísimos de
perros, acaece caminando llevar el perrillo a cuestas, y el hijo de cuatro á
cinco años por su pie.
Ceguera
No
guardan padres ni madres á las hijas, ni les buscan maridos; ellas se los
busquen y se concierten con ellos. Entre los indios la virginidad no es virtud,
ni la estiman en lo que es justo; que en su infidelidad no la tuviesen por tal,
no hay por qué nos admiremos, pero ya predicados y avisados es gran ceguera; no
nos creen. La hija del más estirado se va y se viene como quiere, por lo cual
por maravilla se casa alguna mujer doncella; dicen los varones no debe ser para
servir, pues así persevera. Si se han de casar, primero se amanceban seis y más
meses que se casen; dicen que esto hacen para conocer la condicion uno al otro,
y deste error no los podemos sacar; una cosa tienen buena las mujeres: aunque
antes de casarse hayan corrido ceca y meca, despues de casadas pocas son las
que adulteran; las que han tractado antes con españoles faltan mucho en esto.
Algunos varones y que no se quieren casar con mujeres mozas, diciendo no saben
servir; cásanse con viejas, porque les hacen la chicha y los vestidos. Son
ladrones para con nosotros; para con los indios no tanto, y los más ladinos,
mayores y atrevidos. Pues si les mandamos restituir, ni por sueños; si alguna
cosa se hallan, dicen que Dios se la da; no hay buscar al dueño, sino cual ó
cual; los indios de los Llanos, que llamamos yungas, sobre todas estas
desventuras tienen otra mayor: son dados mucho al vicio sodomítico, y las
mujeres estando preñadas fácilmente lo usan. Entre los serranos, raros se dan á
este vicio, por cual á los indios Yungas los ha castigado Nuestro Señor, que ya
no hay casi en los valles sino muy pocos, como habemos dicho. Son levísimos de
corazon, inconstantísimos; cualquiera cosita los admira; los mayores pleitistas
del mundo, por lo cual la Sierra deciende á los Reyes, á los Virreyes, donde ó
mueren ó enferman, por ser la tierra contra su salud y embutirse en vino. En lo
que toca á la doctrina, cómo aprovecharon en ella no quiero tractar, porque no
se puede decir sino con palabras muy sentidas, y éstas me faltan”.
Es
muy interesante, luego de este cuadro desolador, analizar cómo vivían en
tiempos de los Incas, y las ideas de fray Reginaldo sobre cómo gobenar a los
indios.
“Conoscida,
pues, la calidad de los indios por el Inga, y su ánimo peor que servil, los
gobernaba con leyes rigurosísimas, porque las penas eran muerte, y no sólo al
delincuente, más á toda su parentela iba por el mismo rigor. El que hurtaba,
por muy leve que fuese el hurto, pena de muerte; la misma se ejecutaba en el
que levantaba del suelo alguna cosa que á otro se le hobiese caído; allí la
habia de dejar, fuese de mucho precio ó de ninguno, por lo cual, el dueño que
la perdió, allí la habia de hallar; por esto no se hallaba ladron entonces y
casi era necesario este rigor, porque las casas de los indios no tienen
puertas, ni cerraduras, ni el dia de hoy, si no es cual ó cual usa puerta, más
de un haz de leña delgada, ó unas cañas ó palos atados unos con otros; ya
tienen necesidad de puertas y cerraduras. Ningun indio habia de entrar en
chácara de otro, ni le habia de coger una hoja de maíz, so la misma pena. A los
soldados tenia con tanta disciplina, el mayor ó el menor no habian de hacer
agravio, ni tocar en un grano de maíz ajeno, so la misma pena, y por eso les
tenia depósitos de todo género de sus comidas, de vestidos y armas, no como los
nuestros soldados, que en escribiéndose en la matrícula, en poniéndose debajo
de bandera, le parece que todos los vicios le son lícitos y como naturales.
Mentir
no se usaba ni por imaginacion; verdad se habia de decir, burlando ó de veras;
agravio no se hacia a nadie, so pena de Ia vida (...)”.
Es importante conectar estas noticias sobre el modo de gobierno de los
Incas con la política durísima que éstos practicaban con relación a las tribus
sometidas.
“Otras
25 leguas adelante entramos en el valle, muy espacioso y abundante, llamado
Tumipampa, donde ningunos naturales dejó el Inga, porque cuando iba
conquistando estos reinos, Ilegando aquí le hicieron mucha resistencia; pero,
vencidos, á los que dejó con la vida, que fueron pocos, los transportó por acá
arriba. En el valle de Jauja, que dista déste más de 300 leguas, puso algunos
pocos, descendientes déstos; llámanse Cañares, y este valle está casi en medio
de la provincia (...).
Antes
de llegar á este valle, una jornada ó dos, vivia, con un apacible asiento, el
señor desta provincia de los Cañares, en su pueblo formado, el cual, cuando
Guainacapac, que fué el más poderoso señor destos reinos y penúltimo dél,
conquistaba la tierra, llegando aquí los Cañares le vencieron en batalla campal
y prendieron, é preso lo pusieron en un pozo poco hondo; yo he visto el lugar;”
Matanza
de 15.000 niños
“de
donde, sacándole una mujer suya con una faja que las indias se ceñian, Ilamada
chumbi, de noche, los Cañares, borrachos, le puso en libertad; volvió a
rehacerse y vino con tan poderoso ejército sobre esta provincia, que, no se
hallando los Cañares poderosos para resistirle, le inviaron 15.000 niños con
ramos en las manos, pidiendo paz; el cual á todos los mandó matar, y haciendo
grandes crueldades y muertes á los Cañares despobló este valle Tumipampa, y al
pueblo del gran señor de los Cañares, que era el principal, donde le tuvieron
preso, le dejó con tan pocos indios, que, agora 43 años, no eran ochocientos
los vecinos, y al presente tienen mucho menos”.
Propuestas de fray Reginaldo para el gobierno de los indios [11]
“Teniendo, pues, consideracion á la calidad
desta gente, parece en ley de buena razon que no deben ser gobernados en muchas
cosas como los españoles, y en particular en los pleitos, en los cuales, por
ser tan amigos dellos, gastan sus pobres haciendas y pierden las vidas, si no
fuesen de tal calidad (como en cacicazgos, en sucesion de grandes haciendas y
otros semejantes) que requieren sus plazos y traslados y lo demás que el
Derecho permite y justísimamente tiene establecido; porque los más de los
pleitos son de una chacarilla que no es de media hanega de sembradura, y de
otras cosas de poco momento; por lo cual, si el corregidor, aunque las aplique
al que tiene justicia, el otro fácilmente apela para el Audiencia,
principalmente los subjectos á la de Los Reyes, donde van con sus apellaciones,
y lo primero que hacen es atestarse de vino, y lo más es nuevo; andan por el
sol, son derreglados, mueren como chinches; y si no, vayan á las matrículas de
los hospitales de los indios, y veran tractamos verdad, y cuando vuelven con
salud á sus tierras, en el camino enferman, y en Ilegando mueren”.
Luego
cuenta fray Reginaldo de un vecino de La Plata, Diego de Pantoja, conquistador
del descubrimiento de Chile (oíselo al mismo), que había inventado un sistema
de arreglos entre las partes
“y
ponia perpétuo silencio al mentiroso, reprehendido o levemente castigado; desta
suerte se averiguaban los pleitos en breve. Esto era antes de fundada la
Audiencia en aquella ciudad, lo cual me decia condoliéndose de ver á los pobres
indios gastar sus haciendas, con no correr allí riesgo de la salud, por ser el
temple como el de sus tierras”.
La
preocupación por los indios se manifestaba de diversas maneras:
“Conocí
allí un Oidor que se malquistó grandemente con los secretarios y procuradores
(y á fee que le costó no poca inquietud) porque pretendió con los demás sus
compañeros que lós pleitos de los indios se averiguasen á su modo, y como esto
era quitar los derechos á los secretarios, levantáronse contra él y no salió
con su intención.”
No
obstante, se queja de injusticias que se cometían con los indios:
“Lo
que vamos tractando las mismas Audiencias lo han hecho, porque ya ha sucedido
un curaca hallar en adulterio á su mujer, y matar al adültero y á ella, y le
condenaron á muerte y justiciaron, porque aunque era curaca no tiene tanta
honra como el español, al cual en semejante caso no le justician, sino le dan
por libre, como vemos muchas veces; pues sí en esto ¿por qué no será lo mismo
en otras cosas?”
Poner
remedio al vicio de la borrachera – la chicha
“El
otro vicio en que es necesario poner remedio, así en los Llanos como en la
Sierra y en los Llanos (...), es en las borracheras. Estas han consumido los
indios de los valles, de los Llanos, y consumirán los pocos que han quedado, y
los de la Sìerra no menos se acabarán. Hacen los unos y los otros una chicha ó
bebida, llamada sora, de maíz talludo; echan al maíz en unas ollas grandes en
remojo, y cuando comienza á entallecer sácanlo, pónenlo al sol, y despues hacen
su bebida. Es calidísima la bebida que deste maíz hacen en extremo, y muy
fuerte; abrásales las entrañas, y para que más presto les emborrache, si tienen
vino, mézclanlo con ella, añaden fuego á fuego, y mueren muchos. Esta chicha y
el vino ha consumido los indios de los Llanos, en particular los de la ciudad
de Los Reyes para arriba, y aun para abajo; testigo ocular es el Valle de
Chincha, donde tractando dél dijimos sustentaba 30.000 indios tributarios; el
día de hoy no tiene seiscientos (...) y viendo las justicias el menoscabo de
los indios no lo han querido remediar con castigarlo; este castigo es del
gobierno de los Visorreyes, por lo cual su Majestad ha perdido sus vasallos y
tributos, y la tierra sus habitadores, sólo por gobernarlos como a nosotros; no
digo que se gobiernen con la crueldad del Inga, ¿qué cristiano y menos qué
religioso ha de decir tal? Sino con castigo que temieran emborracharse y se
enmendaran; bien sé que don Francisco de Toledo, en sus Ordenanzas, pone
castigo para los borrachos; faltan los ejecutores. El daño es evidente, porque
si donde había 30.000 indios tributarios no hay seiscientos, en tan breve
tiempo, ¿por qué no se había de poner ley rigurosa contra este vicio? Bien sé
que en Flandes y Alemaña, por las borracheras, y en otros reinos, se emborrachan,
y en nuestra España dicen se multiplican; pero no se mueren por las borracheras
a manadas como éstos, ni la tierra se despuebla”.
Finaliza
su alegato con estas palabras:
“De
los demás vicios no quero tractar, porque no es de mi intento; baste decir las
calidez desta servil gente, para que conforme a ellas se les den las leyes que
les convienen”.
Aquí
ha puesto de manifiesto fray Reginaldo su preocupación por los indios. Como
buen clérigo, se interesa por su suerte y propone medidas bien inspiradas. Una
contribución importante de este dominico a la sociedad en que actuaba.
VIDA
EN LAS CIUDADES – LOS VIRREYES – LA SOCIEDAD ORGANICA
Hospitales
en la ciudad de Los Reyes (Lima) – Caridad del Marqués de Cañete
“Sustenta
esta ciudad cuatro hospitales; uno de españoles, llamado san Andrés por respeto
del marqués de Cañete, D. Andrés hurtado de Mendoza, de buena memoria, a quien
de su hacienda dio muchas limosnas y crecidas, pasadas d e 30l000 pesos, como
diremos cuando tractáremos de su gobierno y virtudes.
Aquí
se curan solamente españoles y negros, de todas las enfermedades , con mucho
cuidado y regalo”.
El
hospital tenía forma de cruz y dotadas las camas de cortinas para que el
enfermo pudiese ver la misa.
Así
llama a ciertas dedicadas almas apostólicas, que atendían a los indios en el
hospital de Santa Ana.
“...cúranse
aquí los indios de todo el reino que caen enfermos, con todo el regalo y
cuidado posible donde ha habido grandes siervos de Dios, seglares, que se han
venido por esclavos ellos mismos, y dedicado al servicio de los indios, y entre
ellos floreció en nuestros tiempos el padre Machín, sacerdote vizcaino, y otro
gran siervo de Dios, que todo el dia se ocupaba en pedir limosna á pie por la
ciudad, y de noche velaba su cuarto á los enfermos, como si no hobiera
trabajado nada entre dia, sin que nadie fuese parte á que descansase. Acabó
loablemente; llamábase fulano Ruiz”.
“Hay
otro, Ilamado San Lázaro, pasado el rio; es el más pobre; comenzóle á fundar y
á su costa, muy poco á poco, un buen hombre (...), Anton Sanchez, espadero de
oficio y muy enfermo de grandes dolores. Murió este buen hombre, despues del
cual se entró a servir allí el padre Cristóbal Lopez Bote, sacerdote muy conocido
en este reino, y de mí muy en particular y tractado, á quien Nuestro Señor hizo
admirables mercedes, porque habiendo por cierta ocasion muchos años tenido una
enemistad que le inquietó mucho y desasosegó, y en lo demás de su sacerdocio
hombre muy concertado y muy buen eclesiástico, le tocó la mano del Señor y se
consagró allí á servir á los pobres, no sólo españoles, sino negros esclavos é
pobres indios; de tales enfermedades que en los demás hospitales no los querian
recibir, é los curaba (yo lo vi, y otros muchos) de aquellas enfermedades
contagiosas y asquerosas, tan sin asco y con tanto amor y caridad como si
fueran sus hijos ó hermanos. Despues le dió Nuestro Señor una enfermedad muy
larga y trabajosa, la cual sufria con tanta paciencia cuanta el Señor que se la
dió sabia era necesaria para llevarta; su cama, una tabla, murió loablemente en
el Señor”.
Acción de Santo Toribio de Mogrovejo, Arzobispo de Los Reyes [13]
- Caridad especial con los naturales – Por caminos bien ásperos
¡Ah tiempos de personajes como este, dirigiendo los destinos
espirituales de nuestro Virreinato (al que pertenecimos durante dos siglos,
aunque a menudo lo olvidamos)!
“Sucedió en la silla arzobispal el ilustrísimo don Toribio Alfonso
Mogrovejo, que al presente loabilísimamente vive; varon consumado en toda virtud, celosísimo
de sus ovejas, y en particular de los naturales, por el bien de los cuales
nunca deja de andar visitando su arzobispado con admirables obras, dignas de
ser imitadas. El cual no creo que ha vivido, en más de 26 años que tiene la
silla, los tres en la ciudad de Los Reyes, ocupado en caminos bien ásperos,
confirmando á los niños y desagraviando á los indios que halla agraviados de
los sacerdotes que entre ellos residen. Es gran limosnero; porque le ha
sucedido llegar á pedir limosna un buen cristiano que en la ciudad de Los Reyes
se ocupa en tener cuidado de buscar de comer, Ilamado Vicente Martines, para
los pobres, y de acudirles con limosnas de lo que pide desde los Virreyes
abajo, Ilegar y decirle: Señor, los pobres no tienen que comer, y librarle buen
golpe de plata en don Francisco de Quiñones, casado con una hermana del señor
arzobispo, en cuyo poder entran las rentas; y respondiendo no tener plata,
porque se ha dado en Iimosnas, llegar el mismo arzobispo y echar mano de la
tapíceria y mandar se descuelgue, se venda y dé la plata á los pobres; otras
veces mandar sacar las mulas, y que asimismo se vendan; libérrimo de toda
avaricia y cobdicia, castísimo y abstinentísimo; no es amigo de comidas
regaladas, ni en los caminos, donde se requiere algun regalo, por su aspereza y
destemplanza, porque es varon muy preeminente, de mucha oracion y disciplina.
Las penas en que condena á los clérigos descuidados y que su oficio no lo hacen
como deben, las aplica para un colegio que hace en la ciudad de Los Reyes, que
será cosa principal; con limosnas que ha pedido á todo género de hombres,
indios, españoles, negros, mulatos, ha hecho un monasterio llamado Sancta
Clara, etc. En ordenar es, como se requiere, escrupulosísimo; los interticios
se han de guardar al pie de la letra, y han de pasar los que pretenden
ordenarse por examen riguroso de vida, costumbres y ciencia. Cuando reside en
Los Reyes, pocos domingos ni fiestas deja de se hallar en los oficios divinos,
amicísimo de que todos los domingos del año haya sermones en todas partes. Con
el marqués de Cañete el segundo tuvo no sé qué pesadumbres sobre las ceremonias
que á los Virreyes se hacen en la misa, por lo cual huia de venir á la ciudad;
más queria vivir ausente della en paz, que en ella con pesadumbre; finalmente,
hasta agora hace su oficio como un apóstol.
Es buena señal el discernimiento de fray Reginaldo de la santidad
del Arzobispo Mogrovejo.
El suave y firme gobierno del marqués de Cañete, gran Virrey del Perú [14]
Si olvidado tenemos al Virreinato, cuánto más a
quienes fueron sus titulares. Sin embargo, a ellos les debemos la colonización
del Tucumán, como lo expresa Levillier en su “Nueva Crónica de la Conquista del
Tucumán” [15].
El ejemplo nos ilustra acerca del gobierno en una civilización cristiana, que
es la nuestra, y de las buenas enseñanzas que de allí podemos extraer.
Un “padre de la patria” y su concepto de gobierno orgánico
“En
todo el tiempo que el generosísimo Marqués gobernó, se mostró gran republicano,
y quien lo es merece nombre de padre de la patria, y el que no mira por el bien
de la república no merece el nombre de padre della, y en una de las cosas en
que el buen príncipe se muestra ser padre de la patria, es en traer siempre
delante de los ojos lo que los filósofos antiguos con lumbre natural
alcanzaron, que el príncipe es por el reino, y no el reino por el príncipe; de
donde luego el buen príncipe, con todas sus fuerzas procura la conservacion de
su república y augmento della; que se guarde justicia y se haga que los
vasallos sean ricos y prósperos, y otras cosas que ni deste lugar ni tiempo es
agora tractarlas.
Todo
esto pretendia el buen Marqués y en esto se desvelaba. Sabiendo que en este
reino habia rios, y muy grandes, donde perecian á los inviernos algunos indios
y españoles, mandó hacer puentes (...).
Los
caminos bien aderezados, los tambos [16]
bien proveidos lo fueron, pagando á los indios comidas y trabajo. La justicia
siempre estuvo en su punto, y los indios muy favorecidos y amparados.
Por
vasallos fuertes, como los brazos -
Pretendia
que todos los que viviesen en estos reinos fuesen ricos; los nobles como nobles
y los labradores como tales, y si alguno por su suerte buena alcanzaba á ser
rico, dándosela Dios, San Pedro se la bendijese (como dicen), y por esto muchas
veces entre semana iba á las huertas de los hombres pobres, que en contorno de
la ciudad tenian, animábalos á que plantasen, trabajasen; preguntábales qué
fructa buena tenian, y decíales le enviasen della, y el servicio, y si era
necesario más, que les favoreceria; porque no siendo, como no era, hombre de
letras, Nuestro Señor le dió un entendimiento acendrado, con el cual alcanzaba
que la proporcion que hay de los miembros á la cabeza esa hay de los vasallos
al Rey. Entonces el Rey es poderoso, rico y temido, cuando los vasallos son
ricos; entonces se defiende y ofende; ofende digo á quien le quiere ofender, y
fácilmente le conquista. Entonces el brazo defiende bien la cabeza y sufre el
golpe que sobre ella viene, cuando es recio y sano; e) manco no tiene fuerza,
no se puede levantar, y siendo esto así, ¿cómo defenderá la cabeza? Los
vasallos ricos muy bien defienden el reino; al reino pobre, como no tenga
fuerzas para defenderse, cualquiera un poco más poderoso se le atreve, y fácilmente
lo conquista. Por eso, el otro, para conquistar cierta fuerza, ó cibdad, pedia
dinero y más dinero”.
La
sabiduría de gobierno del Marqués de Cañete es tanto más notable en tiempos
renacentistas, en que iba abriéndose paso la noción absolutista del poder, que
conduciría con el tiempo al super-estado moderno [17].
La
sociedad orgánica: un virrey que sale a dar una vuelta a caballo, conversa con un poblador y le regala un paño para su
traje
“Saliéndose
á pasear un dia de trabajo, volviendo para palacio, en la plaza vio á un
espadero, Ilamado Mendoza, que con un jubon de raso carmesí, y carzas de
terciopelo carmesí aforradas en lo mismo, estaba acicalando una espada; paró el
caballo, y díjole: Buen hombre, ese vestido es para los domingos y fiestas que para
entre semana; por mi vida que lo guardéis para entonces; en algo nos habemos de
diferenciar en estos dias; y luego, volviendo la cabeza á un criado llamado
Parrilla, díjole: De aquel paño pardo que me envió la marquesa, dad á este buen
hombre para que haga un vestido con que entre semana trabaje, y pues la
marquesa (dice al espadero) me lo envió para que yo hiciese un vestido, bien
podéis vos vestiros dél”.
“Fue
amicísimo de que todo el reino viviese en servicio de nuestro señor, y así casó
muchas mujeres principales, y no principales...”.
Entre
ellas, dos hermanas de fray Reginaldo [18].
Protegiendo
el espíritu caballeresco más que las ordenanzas
El
buen marqués, que llegara a Los Reyes después de varios días de cabalgata en su
machuelo bayo, era de mediana estatura, “espaldudo y de miembros fornido, de
gran ánimo y generoso; nada amigo de derramar sangre, empero que se hiciese
justicia; amigo de los hombres animosos. No se espantaba de que hobiese algunas
pendencias, porque es imposible menos”.
La
anécdota que sigue es sabrosa, propia de una sociedad anterior a los tiempos
del cartesianismo y la Revolución Industrial. Pinta el espíritu del marqués y
del propio fray Reginaldo; pinta toda una época.
“Acabando
de comer (no dormía la siesta, sino por maravilla) salíase a pasear a una sala
cuya ventana en la esquina salía a la plaza; cuando a ella llegaba, sacaba el
cuerpo fuera y miraba si había algo en ella; a una vuelta, mirando la plaza,
vio que se encontraron dos caballeros de Jerez, enemistados, o escogieron aquel
lugar para reñir a tiempo que en ella no pareciese nadie; echaron mano a sus
espadas don Yelmo de Gallegoso y el capitán Patiño, y comenzaron a reñir con
gentil donaire y ánimo”.
(Parece
que a fray Reginaldo le encantaba imaginar la escena!)
“El
Marqués recostóse sobre el pretil de la ventana mirando cómo reñían, en lo cual
tardaron buen rato sin que la justicia ni hombre acudiese a meterles en paz;
hiriéronse ambos y mal; acude la justicia, préndelos; entonces el Marqués mandó
al paje de guardia que vaya al alcalde y le diga de su parte no los lleve a la
cárcel, sino a cada uno a la posada por tal, que aquella causa tomaba para sí;
y luego envíales a cada uno una barra de plata diciéndoles les ha visto reñir
desde el principio, y se había holgado, y lo habían hecho como muy buenos
caballeros; se curasen y recibiesen cada uno su barra para pollos, y sanos,
tractaria de las amistades. Los heridos besáronle las manos, y que Su
Excelencia hiciese dellos lo que fuese servido. Sanaron, hízoles amigos...”
(uno se fue a España, el otro se quedó).
Lluvia
de monedas
El
buen Marqués sintió mucho la muerte de don Carlos V,
“porque
el Emperador le tenia en mucho y dél hacia mucho caso”.
Cuando,
seis meses después, llegó la comunicación de la noticia,
“mandó
se hiciesen las honras del Emperador con mucha solemnidad; hiciéronse en la
iglesia mayor; salió todo el pueblo del monasterio de Nuestra Señora de las
Mercedes, los más principales llevando las insignias. Otro domingo adelante se
hicieron las fiestas del nuevo rey con mucha solemnidad, y el Marqués tomó la
posesion por Su Majestad deste reino; juróse con la solemnidad acostumbrada,
batióse moneda, y derramóse cantidad della, así en la iglesia mayor como en la
plaza, con gran alegria de todo el pueblo”.
Era
costumbre en aquellos tiempos. En el Sacro Imperio, además de “derramar”
moneda, se acostumbraba prodigar vino y cerveza a través de las fuentes de las
ciudades.
Edificante
muerte del Marqués de Cañete [19]
“Cuatro
años habìa, poco más, que gobernaba el Marqués, padre de la patria, siendo
amado y tenido de los buenos y de los malos, cuando Nuestro Señor fué servido
Ilevarle para sí, recibidos devotísimamente todos los sacramentos, que muchas
veces frecuentaba (...). El dia de su muerte fué muy triste para la cibdad de
Los Reyes, y para todo el reino; fué Ilorado de todos y en particular de los
pobres. Enterróse en el convento del seráfico San Francisco, de donde, sacados
sus huesos, fueron llevados á España por el padre fray Juan de Aguilera,
comisario de aquella Orden en estos reinos”.
“En
tiempo que vivió en estos reinos fue castísimo y muy amigo que todos los de su
casa, como es justo, lo fuesen y mirando por esto y por el buen ejemplo que
están obligados a dar los que gobiernan”.
“Como
se preciaba tanto de ser padre de pobres, fuera de las limosnas hechas al
hospital de los españoles, y aun al de los indios y al convento de san
Francisco, hizo otras en particular, no pocas...” [20].
Enemigo
de acrecentar tributos [21]
Uno
de sus trazos más simpáticos es descripto así por fray Reginaldo:
“Siempre
miró mucho por la conservación de los naturales, paa que con todo el descanso
posible pagasen sus tributos. Sucedió así: proveyó por corregidor de la
provincia de Chucuito a García Deiz d San Miguel, hombre muy cuero, y benemérito
y noble, al cual mandó que visitase toda aquella provincia, hasta entonces no
se habían hallado más que 17.000 indios tributarios; éstos pagaban del tributo
24.000 pesos en plata ensayada y 12.000 pesos en ropa de la tierra; visitados,
parecieron mil indios más. García Diez de San Miguel, pareciéndole ganaría
gracia con el Marqués, avisóle del augmento de los indios, y que se les podía
acrecentar el tributo, pues para tantos indios era poco, mayormente que para
pagar los 24.000 pesos de plata, en Potosí residían 500 indios que fácilmente
los pagaban; a quien respondió: Esribiéradesme vos que abajara los tributos, de
muy buena gana lo hiciera; pero augmentarlos, no haré tal; ¿qué cosa hay más
grave que el tributo?”
Habría
más para comentar de los Virreyes del Perú, pero los límites de este trabajo no
lo permiten. ¡Una pena!
En
el reino del Tucumán
Hasta
aquí hemos presentado pasajes poco conocidos de esta obra. Terminamos con un
clásico, su descripción de la ciudad capital de la Gobernación del Tucumán.
Ya
al principio de la obra [22]
anuncia que
“trataré
lo que he visto, como hombre que allegué a este Perú más ha de cincuenta años
el día que esto escribo, muchacho de quince años, con mis padres, que vinieron
a Quito, desde donde, aunque en diferentes tiempos y edades, he visto muchas
veces lo más y mejor deste Pirú, de alí hasta Potosí, que son más de 6000
leguas, y desde Potosí al reino de Chile, por tierra, que hay más de
quinientas, atravesando todo el reino de Tucumán (...)”.
Así,
el gran caminante dedica su capítulo LXV a tratar
“De
la cibdad de Santiago del Estero” [23]
“De
la cibdad de Esteco á Santiago del Estero ponen cincuenta leguas, todas
despobladas, á lo menos las cuarenta, porque á diez leguas della Ilegamos á dos
poblezuelos de indios. Esta cibdad es la cabeza de la gobernacion y del
obispado; es pueblo grande y de muchos indios; al tiempo de su conquista
poblados á la ribera del rio, como los demás de la cibdad del Estero; ya se van
consumiendo por sus borracheras. Son los indios desta provincia muy holgazanes
de su natural; en los rios hallan mucho pescado, de que se sustentan: sábalos,
armados y otros; saben muy bien nadar, y péscanlos desta manera, como lo he
visto: échanse al agua (los rios, como no tienen ni una piedra, corren Ilanísimos)
ceñidos una soga á la cintura; están gran rato debajo del agua y salen arriba
con seis, ocho y más pescados colgando de la cintura; débenles tomar en algunas
cuevas, y teniendo tanto pescado, no se les da mucho por otros mantenimientos;
son borrachos como los demás, y peores; hacen chicha de algarroba, que es
fortísima y hedionda; borrachos, son fáciles á tomar las armas unos contra
otros, y cuando no, sacan su pie y fléchanselo. Son grandes ladrones; todos
caminan con sus arcos y flechas, así por miedo de los tigres como porque salen
indios á saltear, y por quitar una manta ó camiseta á un caminante no temen
flecharle; los arcos no son grandes; las flechas, á proporcion; pelean casi
desnudos. En toda esta tierra y Ilanuras hay cantidad de avestruces; son pardos
y grandes, á cuya causa no vuelan, pero á vuelapie, con una ala, corren
Iigerísimamente; con todo eso los cazan con galgos, porque con un espolon que
tienen en el encuentro del ala, cuando van huyendo se hieren en el pecho y
desangran. Cuando el galgo viene cerca, levanta el ala que llevaba caida, y
dejan caer la levantada; viran como carabela á la bolina á otro bordo, dejando
el galgo burlado. Hay tambien liebres, mayores que las nuestras; son pardas, no
corren mucho. Es providencia de Dios ver los nidos de los pájaros en los
árboles; cuélganlos de una rama más ó menos gruesa, como es el pájaro mayor ó
menor, y en contorno del nido engieren muchas espinas; no parecen sino erizos,
y un agujero á una parte por donde el pájaro entra ó á dormir ó á sus huevos, y
esto con el instinto natural que les dió naturaleza para librarse á sí y á sus
hijuelos de las culebras. Es toda esta provincia abundantísima de miel y buena,
la cual sacan á Potosí en cueros; es abundante de trigo, maíz y algodon, cuando
no se les yela; siémbranlo como cosa importante, es la riqueza de la tierra;
con ello se hace mucho lienzo de algodon, tan ancho como holanda, uno más
delgado que otro, y cantidad de pávilo, medias de puncto, alpargatas,
sobrecamas y sobremesas, y otras cosas por las cuales de Potosí les traen
reales. Críase en esta provincia la grana de cochinilla muy fina, con que tiñen
el hilo para labrar el algodon. Es abundante de todo género de ganado de lo
nuestro, en particular vacuno, de donde !os años pasados, porque en Potosí é
provincia de los Charcas iba faltando, lo vi sacar, y se vendia muy bien, y
bueyes de arada, y se vendia la yunta á sesenta pesos. Caballos solíanse sacar
muy buenos; ya se ha perdido la casta y cria, por descuido de los dueños, de
tal manera que es refran recibido en toda la provincia de Los Charcas: de
hombres y caballos de Tucumán, no hay que fiar; tanto puede la mala fama”.
Hemos
hecho un interesante periplo, guiados por fray Reginaldo, por aquellos tiempos
y caminos que él recorrió. En ellos se forjaron nuestras raíces. Si no todo fue
ideal como nos gustaría, si muchas cosas no corresponden a falsas ideas de
grandeza, o a mitos “bonsauvagistas” de larga data, ideales para el
consumo de personas desprevenidas o penetradas de lo que un historiador llama
“humanismo distorsionado”, nos queda un saldo muy positivo de esta caminata. La
sensación edificante que produce la verdad pues, como enseñó Aquel que es la
Verdad infinita, sólo ella nos hará libres. Y algo que brilla como una luz en
el relato sobrio, a veces severo, pero siempre virilmente sacerdotal de fray
Reginaldo: la acción de una Civilización Cristiana que logró fusionar elementos
tan dispares y elevar al indio, al negro, al español, pues la naturaleza
decaída precisa ser elevada por la gracia de Dios, que se ejerce idealmente en
una sociedad que, a pesar de sus limitaciones e infidelidades, tenía a Dios
como centro y constituía un estado católico, como lo dice uno de nuestros
mayores historiadores eclesiásticos, el cordobés P. Cayetano Bruno, OSB:
“A ello tendió, como base primordial de la obra misionera, el cuerpo de
leyes de la Recopilación. La razón teológica de España en Indias fue
doble: empleo del poder político al servicio de Dios, y concepción del Estado
como empresa misional. Lo cual llevó a que la dicha razón teológica se
convirtiese en principio de gobierno, y el Estado en una fuerza al servicio de
la fe” [24].
En
esta obra, le cupo al fraile y Obispo Lizárraga un papel importante, que sus
contemporáneos, por boca de Hernandarias, valoraron:
“Gran
falta hará a este Obispado, porque era un santo”. Uno de los tantos varones de
Dios que la familia de Santo Domingo de Guzmán sembró en América.
[1] “Descripción del Perú,
Tucumán, Río de la Plata y Chile”, fray Reginaldo de Lizárraga OP, Academia
Nacional de la Historia, Buenos Aires, 1999, 414 pp.
[3] Cap. V,
pp. 39 y ss.
[4] Cap. 94 – “De Santa Cruz
de la Sierra”, pp. 167 y ss.
[5] Santa Cruz de la Sierra
[6] Cap. XCIX “De los
Clhiriguanas y sus calidades”, pp. 179 y ss.
[7] Pág. 288.
[8] Pp. 201 y ss.
[9] Cap.
CXIII, pp. 205 y ss.
[10] Pág. 128.
[11] Cap. CXIV, pp. 207 y ss.
[12] Cap. XLVIII, De los
hospitales, p. 95-6.
[13] Cap. III, Del
Ilustrísimo Mogrovejo, pp. 220-1.
[15]
"Nueva Crónica de la
Conquista del Tucumán” , Biblioteca del Congreso Nacional Argentino, Varsovia,
1928).
[16] Similares a nuestras
postas. Algunos eran de gran estilo, como el famoso Tambo Quirquincha, de La
Paz.
[17] Cf. Plinio Corrêa de
Oliveira, “Nobleza y élites tradicionales análogas en las alocuciones de Pio
XII al Patriciado y la Nobleza romana”, Ed. Fernando III, el Santo – Madrid,
1995.
[18] P. 258.
[19] Cap. XX,
pp. 259 y ss.
[20] Ibid., p. 261.
[21] Cap. XXII, Cuán enemigo
era de acrecentar tributos
[22] Cap. II, De la
descripción del Perú, p. 37.
[23] Pp. 358 y ss.
[24]
Cayetano Bruno, “La Acción
benéfica de España en Indias”, Ed. Didascalia, Rosario, 1992, p. 39.
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