Iglesia de San Sebastián de Sañogasta, erigida por el General Pedro Nicolás de Brizuela y Doña Mariana Doria, fundadores del Mayorazgo de San Sebastián de Sañogasta (1663)
Imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, antiguamente llamada "de Copacabana", Patrona de la Parroquia
San Sebastián, talla atribuida a artesanos indígenas de la zona
Artística Imagen de San Sebastián traída de España por Pedro Nicolás de Brizuela, una reliquia familiar
Figuras características: el cajero y el Alférez Mayor - San Sebastián y la Virgen de la Candelaria en las Fiestas Patronales (2 y 3 de febrero - A los costados, los Alférez forman filas para el buen orden de la procesión
Imagen de Nuestra Señora de la Candelaria, antiguamente llamada "de Copacabana", Patrona de la Parroquia |
Artística Imagen de San Sebastián traída de España por Pedro Nicolás de Brizuela, una reliquia familiar |
Figuras características: el cajero y el Alférez Mayor - San Sebastián y la Virgen de la Candelaria en las Fiestas Patronales (2 y 3 de febrero - A los costados, los Alférez forman filas para el buen orden de la procesión |
El 2 y 3 de febrero se celebran las coloridas Fiestas Patronales en el pueblo de Sañogasta, Provincia de La Rioja. A continuación presentamos un trabajo académico sobre la figura del Alférez, que se remonta a los tiempos de la Reconquista Española, aparece en las ciudades hispanoamericanas del período hispano-indígena y se mantiene con renovado vigor en Sañogasta y numerosos pueblos del Noroeste argentino.
wwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww
El Alférez, símbolo de la “religión
vivida”
en el pueblo de Sañogasta
“Cuidémonos
de quitar a nuestra ciencia su parte de poesía” (M. Bloch)
I. INTRODUCCIÓN
El objeto del presente trabajo es realizar
un estudio breve de historia de las mentalidades colectivas en el pueblo de
Sañogasta (Valle de Famatina, Provincia de La Rioja), centrado en la figura popular del Alférez
de San Sebastián. Se trata de una modalidad con contornos propios de devoción a
los Santos Patronos locales, la
Virgen de la
Candelaria y el mártir San Sebastián, análoga a costumbres
similares en toda la región del Tucumán, que se remonta a antiguos tiempos y
conserva una notable vitalidad, que justifica más aún la tarea investigativa.
II. DESARROLLO
II, 1. Marco teórico
(…)
II, 2. Planteo de la investigación
Nos
proponemos indagar, en una perspectiva histórica, la “religión vivida” de una
pequeña comunidad del oeste riojano, especialmente en relación a la realidad,
rica en significado, del Alférez, protagonista de un momento muy especial de la
vida del pueblo, sus Fiestas Patronales.
Algunos
puntos a investigar:
·
Orígenes de las creencias religiosas católicas
en Sañogasta
·
Características originales de la devoción a
la Virgen de la Candelaria y a San
Sebastián – Rol del Mayorazgo de San Sebastián en su difusión
·
El Alférez: i) significado histórico en
España; ii) en la tradición del Tucumán y de La Rioja; iii) su rol en la
tradición de Sañogasta
·
Panorama actual de la devoción a los Santos
Patronos y del rol del Alférez de San Sebastián en este pueblo.
II, 3. Desarrollo de la investigación
El Alférez, su origen guerrero – Su prestigio en la Gobernación del Tucumán (ss. XVI-XVIII)
Los
reinos de las Españas se forjaron principalmente en el marco de la Reconquista Española
(ss. VIII-XV). Esta guerra no fue tan sólo un choque militar entre árabes y
españoles/portugueses, sino también un enfrentamiento entre dos culturas y
cosmovisiones correspondientes a la religión católica y la musulmana.
Este
carácter bélico-espiritual se acentuó con la formación de las Ordenes de
Caballería (Santiago de la
Espada, Calatrava y Montesa) en que los caballeros asumían
obligaciones análogas a las de las órdenes religiosas.
El
carácter de cruzada define el título de la biografía de William Thomas Walsh
“Isabel, la Cruzada”,
dedicada a la Reina
Isabel de Castilla y su marido, Fernando de Aragón, quienes
dieron fin a la
Reconquista al tomar los últimos bastiones del Islam,
especialmente el Reino de Granada (1492).
Esa tónica
de defensa del reino no sólo territorial sino también religioso-cultural,
representó en la psicología colectiva de españoles y portugueses un alto
ideal. Estos valores nacionales
exaltados por Don Pelayo de Asturias, considerado el fundador de la monarquía
hispana, estaban simbolizados por el estandarte real.
En la
batalla –y entramos aquí más específicamente en el tema- el Alférez era el guerrero destacado, perteneciente a la Nobleza, encargado de
llevar el estandarte real y mantenerlo siempre en alto, defendiéndolo hasta
agotarse sus fuerzas, como aquel Alférez lusitano que en la batalla de Toro,
mutilado por las flechas y mandobles españoles, llegó a sostenerlo con los
dientes antes de caer sin vida.
En otras
culturas europeas tenemos una idea semejante. (…) el estandarte debe quedar
en pie, aún cuando el hombre caiga...
Para completar estas nociones, citamos un texto de 1726:
ALFERAZGO:
(...) el Oficial que tiene a su cargo llevar la bandera en su compañía, ya sea
de infantería ú de caballería, y marcha en el centro de ella: con la distinción
que en la caballería se llama estandarte, y no bandera. (...) es voz arábiga
(...) que significa caballero noble (...).
Cita a las
Partidas:
De estos
Oficiales, el primero, el que recibe más honras, es el Alférez. (...).
ALFÉREZ
MAYOR: Antiguamente mandaba todo lo
militar, y llevaba el pendón Real en las aclamaciones de los Reyes: y tiene
voto en los Cabildos (...) con asiento preferente à los Regidores, y el
privilegio de entrar con espada en el Cabildo. (...).
Cita a
Ovando, en su Historia de Chile: “El Alférez Mayor tiene voz y voto en el
Cabildo, y el Privilegio de entrar con espada en él” [i].
En nuestra Historia constatamos la trascendencia y poder de
convocatoria que tenía el acto de “pasear el estandarte real”, cuyo custodio
era el Alférez.
Fue el modo por el que el Teniente de Gobernador Bartolomé
de Castro logró reunir a los vecinos que debían poblar efectivamente la ciudad
de Catamarca “convocándolos bajo apercibimiento a participar el día 24 de junio
de ese año –día del Santo Patrono- en el primer paseo del estandarte real” [ii].
Escenas
similares se presentaron en todas las fundaciones y poblaciones. En La Rioja, según texto citado
por Armando Bazán: “El día 20 de mayo (Juan Ramírez de Velasco, Gobernador del
Tucumán y fundador de La Rioja)
montó a caballo, tomó en sus manos el estandarte real y con
acompañamiento de todos los capitanes y soldados de su campaña dio un vuelta
alrededor de la plaza (...). Llegado en medio de ella se apeó del caballo y agitando
el estandarte por tres veces exclamó con fuerte voz: ‘España, España,
España, y estas provincias y ciudad de todos santos de la nueva rrioxa, por el
católico rey don Felipe’(...)” [iii].
En el
“Auto y lista de la gente que entró a la conquista y población de La Rioja” aparece el primer
Alférez riojano (aunque no nativo): “Don Joan Ramírez de belasco alferes”; era
sevillano, tenía el título de “Don” y era el hijo mayor del Gobernador, cuyo
nombre llevaba; falleció en la conquista de Famatina en 1592 [iv].
Por la calidad de la persona podemos medir el prestigio del cargo.
Aquí encontramos los elementos que delinearon la
tradición religiosa argentina e iberoamericana colonial, por analogía:
el Santo Patrono como “alma” de la fundación o de la población, el estandarte
como signo o enseña convocante y el Alférez como portaestandarte. Estas
ceremonias iban marcando los “recuerdos colectivos”, como les llama Bloch [v]
Vimos que
el Alférez Mayor, responsable de custodiar y llevar el estandarte real en las
ceremonias, ocupaba un lugar notable en el Cabildo, que tenía ciertos
privilegios. En las Actas capitulares de Santiago del Estero, entonces capital
de la Gobernación
del Tucumán, encontramos constancias de las formalidades y responsabilidades
que tenía. Cuando su titular tenía que ausentarse por razones personales o de
servicio, debía antes pedir licencia al Cabildo y depositarlo en manos de las
autoridades [vi].
El Alférez en la tradición colonial riojana
En su
libro “Las fiestas de San Nicolás en La Rioja”, el Pbro. Dr. Juan Carlos Vera Vallejo da
jugosas informaciones sobre las multitudinarias patronales de la Ciudad de Todos Santos, el
“Tinkunaco” o encuentro entre “españoles” e “indios”, representados por
sendas procesiones, la de San Nicolás, y la del Niño Alcalde.
La fiesta tiene
como fondo la conversión de 9.000 indios diaguitas de guerra, obrada por San
Francisco Solano –hecho real bien documentado en los testimonios de su proceso
de canonización.
De acuerdo
a la tradición oral, esta conversión masiva, considerada un “pentecostés
americano”, la llevó a cabo el gran taumaturgo franciscano proponiéndole a los
guerreros diaguitas adorar la
Imagen del Niño Alcalde y aceptarlo como Señor.
El sentido
de lo maravilloso de los indígenas, y el carácter jerárquico de su
organización, evidenciado en el uso del palanquín para llevar a su cacique, y
el respeto a la figura del Inca –personaje muy importante en estas
festividades- los predisponía para “aprender su palabra bendita”, como reza el
himno riojano.
En la
fiesta, los devotos y cortesanos del Niño Dios Alcalde, que representan el
elemento indígena, se denominan “ayllis” (probablemente derivado del “ayllu”
incaico), y los de San Nicolás, “alféreces” o “alfereces” –como se los llama en
Salta- palabra que, en el idioma corriente se acorta a “los alférez”.
En el
capítulo IV [vii], cita
Vera Vallejo palabras del himno que, como la ceremonia, es conocido como
“Tinkunaco”, que se canta en la ocasión, en idioma quechua:
“Acuriso,
Acuriso
Alferes
tan guasillon
Iglesia
may pusa musa
Procesión
pullan ciñampa
Mamay
Virgen Copacá”
Luego
refiere que los Alfereces “son con los allis los dueños de la fiesta y los que
más llaman la atención del peregrino y del forastero en las clásicas fiestas
(...)”.
“La
categoría de los Alfereces que, a manera
de cuerpo ecuestre o de caballeros, forman la guardia de honor del Santo,
consta del Alférez Mayor, de los doce alfereces que podríamos llamar su consejo
y de todos aquellos hombres, jóvenes o niños, que hubiesen hecho al Santo la
promesa de vestir en las fiestas el traje propio de los alfereces, de
vestirse de alférez, como ellos dicen” .
De su
vestimenta resalta la banda, que llevan cruzada sobre el pecho y espalda,
adornada de esmalte y de tul de diversos colores, recamada de encajes y
cintillas y abundantes lentejuelas, flores artificiales u otros adornos “de
gran efecto y colorido”. La banda recuerda la estola de los diáconos o la banda
de ciertas órdenes militares (nota: esta última comparación nos parece especialmente
válida).
“Cada uno
lleva lo que ellos llaman su bandera, o sea una pica o lanza, de altura más que
regular”, de paño de color variado, coronada “por una cruz reluciente de color
plateado”.
Es “un cuerpo ecuestre y fuera de los actos
religiosos van siempre a caballo en briosos corceles bien cuidados y ricamente
ensillados”.
Conviene
agregar a lo que dice el P. Vera Vallejo que actualmente muchos alféreces son
“de a pie”.
Hemos
visto que, en los cuerpos militares españoles, la infantería usaba bandera y la
caballería estandarte. En los Alféreces
de San Nicolás, llevar el estandarte es privilegio del Alférez Mayor.
“(...) por
el propio nombre de alférez, netamente castizo y militar, se vislumbra su
origen español y caballeresco, cual si hubiera sido una institución ecuestre y
destinada no precisamente al indígena sino a los caballeros y clase distinguida
de la ciudad, que de ese modo tenían también su participación activa y no de
simples espectadores (...)” (nota: actualmente se ha popularizado, sin perder
su jerarquía).
Sobre el
origen de estos Alfereces, comparte la opinión del Vicario foráneo Mons. Bazán,
“que encuentra en la categoría o cuerpo ecuestre de los actuales alfereces, una
continuación o vestigio de lo que fueron en esa misma ciudad de La Rioja los antiguos juegos o
torneos ecuestres de nobles caballeros, forasteros o hijos de la ciudad, que formando la llamada Cuadrilla de Calchaquíes, actuaban ceremoniosamente y como
elegantes cortesanos en la fiesta de Todos Santos, titular de la Nueva Rioja, fundada
por Velasco (...)” .
“Los
alfereces de hoy serían así un noble y hermoso vestigio de aquellos torneos
caballerescos con que se honraba la fiesta del Patrono, y, según parece,
también de la
Inmaculada Concepción en la época colonial”.
Como el
Pbro. Vera Vallejo subraya, estas fiestas son características y se encuentran
muy “impregnadas del espíritu colonial y aun del genuino sabor indígena”. “La Rioja ofrece el raro ejemplo
de esa reliquia viviente de su pasado que es la fiesta de San Nicolás y
del Niño Alcalde”.
En
resumen, los Alfereces de San Nicolás son una reminiscencia de los antiguos
vecinos feudatarios que tenían la obligación de armarse en defensa de la ciudad
y de mantener sus caballadas y el avío (equipo) de guerra, que era muy costoso [viii].
Sin duda
despertaban admiración esos caballeros de la Cuadrilla de
Calchaquí, de cuyas filas salía además el Alférez Mayor, responsable del
pendón real.
Creemos
que hubo una conjunción de ambas figuras históricas que, adaptadas y
transformadas por la psicología colectiva, dieron lugar al Alférez del Noroeste
Argentino (antigua Gobernación del Tucumán), el que vemos en las fiestas de San
Nicolás en nuestra provincia, en Molinos, en los valles Calchaquíes, y en
numerosos poblados y capillas de Catamarca, Tucumán, Salta, Jujuy y Santiago
del Estero.
Su signo
distintivo son los estandartes y banderas. En Vichigasta, los Alférez guardan
en la Iglesia
(M.H.N.) las banderas y las bandas, como auténticos dueños de casa (no
exclusivos).
En estas
celebraciones populares vemos al Alférez ecuestre en su aspecto no bélico, sino
como un devoto del Santo que conserva elementos del caballero de la Cuadrilla de
Calchaquí:
·
El caballo
·
La banda
·
La bandera
Además de
estos símbolos de rico significado, mantiene una actitud marcial que es una
reminiscencia mental no menos importante, y cumple las órdenes que imparte
virilmente el Alférez Mayor.
Hablamos
de “alférez ecuestre”, pues por las condiciones de vida actuales es difícil y
costoso mantener un caballo, aunque en algunos pueblos –como Sañogasta- hay una
proporción importante de caballos en relación al número de casas, que sería
interesante cuantificar.
El Alférez
actual en La Rioja,
Vichigasta, Malligasta, Famatina, Sañogasta, etc., es un devoto de la Virgen o de un Santo, que
“tiene promesa”. A menudo, son sus padres quienes lo han hecho Alférez –o aún
“esclavo del santo”-, por promesa, en agradecimiento por haberlo sanado de una
enfermedad precoz. Asume un compromiso no escrito de serle fiel al santo, de
participar todos los años (o algunos) de su fiesta (“p’al año he’i volver”), de
custodiarlo.
Se “viste
de alférez” (Vera Vallejo). La banda, cuidadosamente bordada con cintas de
colores y otros ornamentos y “vivos”, suele ostentar una leyenda: el nombre de
su Santo Patrono, o una jaculatoria: “San Nicolás (o San Sebastián, etc.),
ruega por mí”. Es un ornamento personal y sagrado, que suele guardarse en la
sacristía o en una vitrina de la capilla, “p’al año” o como exvoto.
La bandera
(o estandarte): es otra reminiscencia del estandarte del Alférez caballero. La
más tradicional es de color rojo, con terminación en dos puntas, dejando en el
medio un hueco en forma de ángulo. Otros usan vistosos pañuelos de cuello.
Tiene un astil o mango, rematado por una cruz, de plata en algunos promesantes
más viejos, y de caña revestida de papel plateado en los más jóvenes.
Cuando
desfila frente al santo, hace la “venia”: una reverencia. Es función del
Alférez Mayor, o del Segundo Alférez, ordenar con voz marcial: “¡venia!”
El Alférez sañogasteño
No disponemos de documentos que
describan en detalle el desarrollo de la evangelización en Sañogasta.
Consta que algunos vecinos de La
Rioja tuvieron fincas en las proximidades del pueblo de indios de Sañogasta, cuyos
legítimos derechos a sus tierras fueron expresamente reconocidos por las
autoridades. Es posible que ellos hayan iniciado la evangelización de los
diaguitas locales, pero nada hay que lo confirme expresamente.
El 26 de
agosto de 1640 se le entregan en merced al General Pedro Nicolás de Brizuela
“las sobras y demasías” de las tierras de Sañogasta. Eran los terrenos no
ocupados por el “pueblo de indios” existente, contiguos a éste.
Brizuela
fue un valiente soldado que prestó señalados servicios en el Gran Alzamiento
Calchaquí, que produjo el abandono y destrucción de Londres por el Cacique Chalimín,
y amenazó la subsistencia de La
Rioja. El historiador chileciteño Carlos Decaro (2002)
sintetiza el desempeño militar de Brizuela: “Su actuación fue tan destacada,
que sus acciones podrían llenar capítulos enteros de aventuras increíbles...” [ix].
Quizás fue este coraje sumado a otras características
personales que le dio gran ascendiente entre los indios amigos. Altas responsabilidades pesaron sobre sus hombros y
una de las más difíciles y que requerían mayor capacidad y celo fue la de
Visitador de Encomiendas, función que cumplió en dos oportunidades.
Investigadores modernos como la
Dra. Roxana Boixadós refieren que lo hizo a conciencia y con
buen desempeño. Otra característica fue la profundidad de su fe católica. De su
matrimonio con Doña Mariana Doria nacieron varios hijos. Es expresivo que su
hijo mayor fue el sacerdote Blas Crisóstomo de Brizuela.
Ambos esposos fundaron el Mayorazgo de San Sebastián de
Sañogasta, en 1663. Para el pueblo significó contar con la primera bodega de la
zona, cultivos nuevos, molino, y el desarrollo de la cría de caballos y mulas
(importante producto de comercialización en mercados interregionales como el de
Sumalao, en Salta, camino a Potosí), como así también de vacunos, cabras y
ovejas. Fue una verdadera “revolución productiva” local.
El Gral.
Brizuela trajo además a Sañogasta una artística talla de San Sebastián, y una bella
imagen de la Virgen
de la Candelaria
(ambas se conservan). De acuerdo a las Leyes de Indias, erigió una capilla en
la hacienda.
Estos son
los comienzos ciertos y documentados de la evangelización del pueblo de indios
de Sañogasta y de la devoción a Nuestra Señora y al santo mártir, que son en la
actualidad la Patrona
de la parroquia y el Patrono del pueblo, respectivamente.
Es posible
que el citado hijo mayor del matrimonio, Blas Crisóstomo, haya evangelizado a
los diaguitas de Sañogasta, o quizás su medio hermano paterno, Andrés, también
sacerdote.
Elena
Brizuela y Doria, escritora sañogasteña, relata las grandes líneas de la
historia de esta capilla de San Sebastián (M.H.N.)[x].
Allí consta que Pedro Nicolás de
Brizuela expresó por escrito su voluntad respecto de la hacienda o finca
sañogasteña, la capilla y la Fe:
“todo queda dedicado a la Santa Imagen de
Nuestra Señora de Copa-Cabana y al santo mártir San Sebastián, patrón de este
sitio y asienda”. Sin duda fue el General Brizuela, vecino
feudatario, fiel ejecutor, que ocupó otras dignidades en el Cabildo y también
fue su Procurador, propulsor de tantas cosas en Sañogasta, en especial de las
devociones referidas, el iniciador de la tradición de alferazgo en dicho
pueblo.
Desde su
fundación, la capilla se mantuvo en actividad y fue no sólo el centro
evangelizador sino también el lugar de celebración de las coloridas fiestas
patronales de la Virgen
de la Candelaria
y San Sebastián.
Entre los
testimonios hay tres piezas de especial interés para el estudio de las
mentalidades colectivas locales:
Son dos
himnos a San Sebastián –el de la visita a las casas y el que se canta durante
la novena-, y las alabanzas a la
Virgen de la
Candelaria.
Según la
tradición oral, datan de los tiempos fundacionales (mediados del 1600).
Analicemos
algunos trechos de estos cánticos.
Del himno
de la visita a las casas (que recorre cada vivienda del pueblo, durante tres
días, cantando y rezando):
“San
Sebastián de los indios/ hoy los viene a visitar...”
·
Esta estrofa, que ya no se canta por
motivos que desconocemos, permite inferir que el canto viene de la época de la
población indígena.
·
“la
tierra y plantas esperan/ verde será tu favor/ misericordia Señor!”
·
Aquí se expresa el pedido de los fieles a
que el Santo conceda agua de regadío y cosechas abundantes; revela el carácter
agrícola de la economía sañogasteña, que hoy perdura.
“Dios se los pague, mis hijos/ me voy muy
agradecido., misericordia Señor!”
·
Es tradicional –e impensable no cumplir con
la costumbre- de que el dueño de casa dé una limosna. El santo agradece, cortés
y paternalmente.
El himno
“de la novena” está compuesto en el mismo estilo:
El fiel le
dice al Santo: “tu tierno pecho, Padre, he buscado, pues eres refugio, del que
ha pecado”.
La
paternalidad del santo, una constante en el texto, denota su gran antigüedad.
“En este
valle, de triste llanto, todo se acoge, Padre, a tu amparo
“Yo soy tu hijo, Padre querido, del alma mía,
eres la vida”
“Vivir
no puedo, Padre, sin ti, o Santo Mártir, ruega por mí...”
Las
Alabanzas de la Virgen
de la Candelaria
son cantadas con delicadeza y lentitud, en ambiente de recogimiento y
veneración:
“Laudemos
cantando, la Hija,
la Esposa, la Madre amorosa
y Quien la
formó”
“Gloria a Ti que del averno, nos sacaste Madre
mía,
gloria a
Ti Virgen María, gloria a Ti, honor eterno”
“Concebida
en el tiempo, de culpa inocente,
que a la
triste serpiente, la cabeza pisó”.
·
Las expresiones arcaicas evidencian la
originalidad y antigüedad de las Alabanzas.
Las
Fiestas Patronales de Sañogasta se celebran invariablemente en las propias
fechas del 2 y 3 de febrero.
Comienzan
con la visita a las casas, antes de principiar la Novena. Es un
acontecimiento para el pueblo. Se inicia al amanecer, tirando bombas de
estruendo, que reemplazan los cañonazos de los tiempos monárquicos, y haciendo
repicar alegremente las históricas campanas.
La primera
casa visitada es la del Vínculo, o, como también se le llamaba en tiempos
antiguos, Señor de San Sebastián de Sañogasta, hoy ocupada por sus descendientes,
próxima a la Iglesia.
Durante la
novena, se “da el alba” de esta manera, a las 5 de la mañana, lo que se repite
al mediodía. Cada noche pertenece a los “alumbrantes” de cada barrio; la última
noche era conocida antaño como: “de la
Casa del Vínculo”; dada la extinción del Mayorazgo de los
Brizuela y Doria alrededor de 1920, se le llama ahora “la Noche de los Doria”.
En la
visita a las casas y a lo largo de la
Novena, los “alférez” ocupan funciones esenciales: custodian
las sagradas imágenes, “vestidos de alférez”, y tocan “la caja del Santo”,
reminiscencia del pregonero virreinal.
El 2 y 3
de febrero, son los responsables de organizar las procesiones de Nuestra Señora
de la Candelaria
y de San Sebastián. Cuando salen “los Santos”, forman cordones, comandados por
el Alférez Mayor.
Esta
cofradía de fieles es informal y consuetudinaria. No tiene estatutos ni
personería jurídica. El Alférez Mayor dura un largo tiempo indeterminado, y es
elegido por los otros alféreces de viva voz, en forma directa.
La mayoría
de los alféreces son de antiguas familias del pueblo. El Alférez Mayor es
siempre un hombre de campo típico.
Ante la
proximidad de las fiestas, los “Alférez de San Sebastián” preparan las bandas y banderas, y los que
salen a caballo, que son más de un centenar (alta proporción en un pueblo de
poco más de 2.000 habitantes), se presentan espontáneamente.
El 2 a la tarde, tiene lugar la
confesión de los alféreces. Ese día se celebra también la procesión con las
velas encendidas, de hondo significado.
La mayor
participación popular se da el día 3, cuando se celebra, por tradición, la
fiesta de San Sebastián, que de acuerdo al Santoral es el 20 de enero, práctica
que viene de los antiguos tiempos en que los escasos sacerdotes agrupaban las
festividades para poder atender a las pequeñas comunidades escondidas en cada
recodo de las montañas, a las que llegaban a caballo o en mula.
A las 8 de la mañana del 3, temprano, para dar
tiempo a ensillar, es la “misa de los alférez”. La Iglesia se halla atestada
de varones con sus bandas y banderas. En los últimos tiempos, muchas mujeres se
han hecho “alférez”, pero sigue siendo predominantemente un rol del varón.
A las 11
se celebra la misa solemne o función. Al terminar, una fila larga y silenciosa
de hombres , mujeres , jóvenes y niños
entra tres veces a la Iglesia
caminando lentamente, para “tomar gracia” de los Patronos. Terminado este acto
de veneración, oración, acción de gracias, las Sagradas Imágenes son llevadas
en andas a la galería de la
Iglesia, situada en alto, donde recibirán el sentido homenaje
de “los alférez” a caballo.
Luego, sus
congéneres de a pie forman cordones para contener el público expectante. ¡Llega
el momento esperado del año! Los jinetes van a buscar sus cabalgaduras, atadas
alrededor de la plaza. Se ven machos, mulas y caballos de todos los pelajes,
con aperos chapeados de plata, magníficos ponchos, carpinchos, y las
mejores artesanías, junto a otros que –sin llegar al extremo del inglés que
armó una montura con la ropa de su valija, como cuenta Gutiérrez en “Viaje
infernal”-, apenas han podido reunir los elementos mínimos, ensillando con
peleros y cincha, sin estribos, como lo hacen cotidianamente, cuando salen a
dar una vuelta, o en las cuadreras.
Comienzan
a repicar las campanas y a atronar las bombas. Los Alférez desfilan con garbo.
El Alférez Mayor detiene la fila y dirige unas rápidas palabras en
homenaje a “los Santos” y da las vivas: Viva la Virgen de la Candelaria! Que viva
San Sebastián! Viva Sañogasta!
Y luego se
lanzan al galope, alrededor de “la plaza”.
También
participan grupos tradicionalistas, como los Camperos de San Sebastián (que
también son alférez), locales o de otros pueblos, a veces distantes.
Cuando pasan a caballo delante de los Santos hacen
la venia con su bandera.
Luego de
la tercera pasada de los jinetes termina lo que constituye el auge de la
fiesta. A la tarde tendrá lugar la procesión del Santo, en la que todos van de
a pie, con bandera y banda. Y a la vuelta, la despedida final “hasta el año que
viene, si Dios quiere”.
La
informal cofradía no es sólo una vistosa tradición multisecular. La condición
de Alférez representa un compromiso de ser devoto del Santo y de la Virgen, de custodiarlos y
de mantener la tradición.
Los
intentos de cambios promovidos en determinadas circunstancias por personas
influyentes no pertenecientes al medio fueron rechazados, por oposición de los
alféreces y del conjunto del pueblo.
En las
últimas festividades (2 y 3 de febrero de 2005), se hallaron presentes
investigadores en Historia y Genealogía venidos de otras provincias; también me
encontraba presente. Conversando con ellos advertí que les llamó la atención
especialmente la gran cantidad de jóvenes que participaban en las filas de los
“Alférez”. En fotos de medio siglo atrás, y por comentarios de personas viejas
del pueblo, se observa que la fiesta ha ido creciendo en número de gente y en
importancia. La juventud de Sañogasta participa en forma activa y creciente.
Desfilan y toman parte muchos jóvenes alfereces ecuestres y de a pie. Quizás la
pérdida de las tradiciones por la masificación los han motivado
subconscientemente a reafirmar las costumbres aprendidas de sus mayores.
III. CONCLUSIÓN
Según
Varagnac, las poblaciones campesinas formaron una “arqueocivilización” de raíz
neolítica, que mantuvo importantes afinidades durante milenios y sólo cambió
profundamente con la
Revolución Industrial.
En estas
poblaciones riojanas se mantuvo el ambiente rural sin que la industrialización
(que ocupa a centenares de obreros de la zona en la Curtiembre Yoma)
haya implicado un crecimiento demográfico brusco, ni tampoco el anonimato y el
cambio de ritmo de la existencia diaria que provocó en los grandes centros
urbanos. En suma, no alteró radicalmente el estilo de vida.
El arraigo
de la fe católica y las costumbres tradicionales en la población han permitido
que la antigua figura del Alférez de San Sebastián haya perdurado, renovándose
espontáneamente.
Sus
características obviamente difieren en parte de los Alféreces caballeros que,
en tiempos medievales o virreinales, comandaban la tropa, llevaban el
estandarte, e integraban el cabildo.
Adaptándose
los criterios y costumbres al paso del tiempo, se mantiene y renueva lo
esencial de la antigua tradición religiosa del siglo XVII, integrada en las
formas de vida del siglo XXI: la del Alférez como una forma de devoción con
notas caballerescas, cuyo exponente más típico es el ecuestre.
Los
Alféreces de San Sebastián conservaron de los antiguos un símbolo muy
importante: la bandera o estandarte. En aquéllos, era la insignia real o de una
compañía militar. Aquí, es la insignia del Santo Patrono, a quien se ve como un
Padre espiritual, un protector poderoso, un intercesor ante la Virgen Reina de todos
los Santos y el propio Dios, y un garante de la continuidad de su universo de
valores sociales y legado de costumbres.
En la
cambiante realidad argentina e iberoamericana de los tiempos de la
globalización y de la cultura masificante difundida por la TV, esta forma de “religión
vivida” reviste una perduración que es notable por su continuidad a lo largo de
más de tres siglos y medio, y por tratarse de una tradición viva y en
crecimiento, que une a varias generaciones en un patrimonio espiritual y
axiológico común.
[i] Diccionario dela Real Academia Española, ed. 1726, p. 198.
[iii] Ibid., p. 65.
[iv] Alejandro Moyano Aliaga, “La Rioja – Revelaciones Documentales acerca de su
fundación”, Junta Provincial de Historia de Córdoba, ed. 1991, pp. 2 y 8.
[v] M. Bloch, “Introducción a la Historia”, F.C.E., Breviarios, 4ª ed., 1965, p.
10.
[vi] Actas Capitulares de Santiago del Estero, t. I, Ed. Gmo. Kraft,
Buenos Aires, 1941.
[vii] III edición, La
Rioja, 1970.
[viii] Ponencia “Los Nieva y Castilla en Catamarca colonial”, II Jornada
Histórico-Genealógica del Tucumán y Cuyo, La Rioja, 2003.
[ix] “Reseña
Histórica de la Ciudad
de Chilecito y sus Distritos”, Lic. Efraín de la Fuente – Prof. Carlos
Decaro, Ed. Auspiciada por el Min. de Salud y Educación de la Prov. de La Rioja y por el Hon. Concejo
Deliberante de Chilecito, año 2003, p. 52.
[x] Iglesia de San Sebastián de Sañogasta – Su Historia (para la Comisión de Monumentos
Nacionales), Sañogasta, año 2000.
Universidad Nacional de Catamarca
Facultad de Humanidades
Cátedra:
Introducción a la Historia
– Plan 89
Carrera:
Licenciatura en Historia
Profesores
a cargo: Lic. María Mercedes Díaz
Profesor
Adjunto: Lic. Ricardo Toranzo
Jefe de
Trabajos Prácticos: Prof. Jorge A. Perea
Alumno: L. M. E.
Condición
: libre
Año
Académico: 2004
Título del
Trabajo Práctico:
Esbozo de
un estudio histórico de las mentalidades colectivas:
No hay comentarios:
Publicar un comentario