CARLOMAGNO,
forjador del Imperio cristiano
en Europa
Notas para clases de Historia
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de los Francos, luego emperador, realizó durante su célebre reinado de 42 años
(768-814) uno de los más altos designios de la historia, la unidad de Europa
occidental en un imperio cristiano.
Su
amigo Eginardo nos dejó su biografía, Vita
Karoli, basada en documentos de época.
Hijo
de Pipino el joven, o el breve, y de Bertrada, Carlomagno era un franco de
lengua germánica, de estatura mediana, fuerte y corpulento, que amaba la caza y
la guerra. Se esforzaba por aprender a leer y escribir, admiraba la cultura, y
estaba inspirado en una alta idea de su misión de emperador cristiano.
El
reinado del gran carolingio incluyó una serie de conquistas que integraron la
unidad franca en territorios extensos, que incluyeron Aquitania, Baviera y
otros feudos.
En
Germania debió luchar 30 años para enfrentar la resistencia de los sajones. La capitular de 785 estableció en Sajonia el
cristianismo como religión obligatoria. También sometió a los frisones.
En
las fronteras orientales se topó con los eslavos y contuvo en las márgenes del
Danubio a los Avaros, semi-nómades asiáticos que se convirtieron en
tributarios.
Al
sur se mezcló en las querellas de los musulmanes de España. A la vuelta de una
expedición contra Zaragoza, la retaguardia de su ejército con algunos de sus
mejores jefes, como el Conde Roland, fue sorprendida y masacrada por bandas
gasconas en el paso de Roncesvalles, episodio que se transformaría en la Chanson de Roland, célebre cantar de gesta.
Carlomagno
debió intervenir también en Italia donde la realeza franca había establecido
lazos con el Papado.
En
una primera campaña recibió del Papa Adriano I el título de Patricio de los
Romanos. Capturó al rey rebelde de los Lombardos y confirmó la donación hecha por
su padre, Pipino el joven, a la Santa Sede.
Al
término de esta “dilatatio regni” las
fronteras del reino franco alcanzaban el Elba, el Danubio, los Alpes, Italia
meridional y la cuenca del Ebro.
Fue
entonces que, encontrándose en la corte pontificia, surgió la idea de hacer
revivir a favor del señor de Occidente el título imperial.
El
sabio Alcuino preparó al rey y a sus contemporáneos para la idea-fuerza del
imperio cristiano. Llamado a Roma para restablecer el orden, Carlomagno recibió
emotivos homenajes. El 25 de diciembre, en la Navidad del año 800, en una
ceremonia histórica en la basílica de Letrán, el Papa León III pone sobre su
cabeza la corona imperial en medio de las aclamaciones del pueblo.
La
corona no significaba nuevos dominios pero sí grandes honores y
responsabilidades: el Emperador de Bizancio tardó 10 años en reconocerla.
Carlomagno,
gran conquistador, no logró darle a su Imperio una organización política
suficientemente duradera. El lo recorría en todas las direcciones en sus constantes
viajes sin fijar una capital, para darle vida a las distintas regiones y evitar
el centralismo. Recién al final de su reinado, Aquisgrán (Aachen en alemán,
Aix-la-Chapelle en francés) fue su residencia preferida, pero siguió la
costumbre de los reyes francos de tener palacios en las villas, que cumplían
funciones de gobierno, e ir de ciudad en ciudad. Siguió confiando en sus
ayudantes y condes, legislando con el consejo de los hombres de experiencia mediante
capitulares. No exigía grandes contribuciones de sus tierras.
Para
gobernar y comunicarse con sus dominios creó los “missi dominici”, “enviados del señor” itinerantes, desarrolló el
uso de actas de gobierno escritas y recurrió a la difusión del juramento
vasálico o vasallático. Esto ligaba los
súbditos al rey y entre sí por lazos personales, en un contrato que daba lugar
a afectos y servicios mutuos en una escala jerárquica no predeterminada. De ahí
fue naciendo el régimen feudal característico de la
Edad Media.
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as
iniciativas civilizadoras de Carlomagno lanzaron una simiente fecunda. Le
preocupaba mucho la formación intelectual y moral de los sacerdotes (el Clero),
por lo que lanzó una reforma escolástica llamando a doctores extranjeros como
Alcuino, Pablo Diácono y el español Teodulfo, agrupados en la academia palatina
que dirigía el movimiento. La creación de la escuela del palacio y de escuelas
episcopales y monásticas en todo el Imperio abrió camino al renacimiento de las
letras y el pensamiento del siglo IX.
También
contribuyó al establecimiento de una liturgia eclesiástica inspirada en los
usos y costumbres romanos.
Durante
su reinado se formaron los ateliers de
copia en los monasterios, en la escritura carolingia que usa los caracteres de
imprenta. Las abadías que se construyeron y el arte de iluminación de
manuscritos anunciaban una época nueva.
No
parece que le haya preocupado mucho la sucesión imperial. Hizo un reparto de
sus estados entre sus tres hijos en 806. La muerte de los hermanos mayores
mantuvieron la corona al hijo menor, Luis el piadoso (Ludovico Pío). Carlos
murió en Aquisgrán el 28 de enero de 814.
Para
J. Calmette, Carlomagno tuvo una visión de las realidades y un espíritu de
decisión que le permitieron gobernar los acontecimientos: su reinado estuvo
bajo el signo del genio.
Ganshof destaca que siempre actuó con constancia,
pero sus descendientes no pudieron mantener por un tiempo la unidad imperial,
que se desmembró, hasta que por acción de grandes familias alemanas y del
Papado se reconstituyó ya como Sacro Imperio Romano Germánico, por un lado, que
duró hasta la Edad Contemporánea,
y Francia por el otro, “los dos principales florones de su corona”.
Cualquiera
sea la opinión de historiadores y pensadores, nadie puede negar el lugar
preeminente que ocupó como forjador de la unidad de Occidente, y su recuerdo y
su leyenda no dejaron de encantar a las sucesivas generaciones.
(cf.
Dictionnaire des Biographies, bajo dirección de Pierre Grimal, Universidad de la Sorbonne, Paris).
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