martes, 2 de julio de 2013

La clarinada del 29 de junio a orillas del Río Pueblo Viejo rompió un silencio de siglos



                            
                      La bandera en la margen derecha del Río Pueblo Viejo -                                     (hacer click para agrandar)






Homenaje a la fundación de la primera ciudad argentina en su emplazamiento originario
LA CLARINADA DEL 29 DE JUNIO A ORILLAS DEL RIO PUEBLO VIEJO ROMPIO UN SILENCIO DE SIGLOS
No es nuestra intención relatar lo que ocurrió en el lugar de nacimiento de Barco el pasado 29 de junio sino tan sólo esbozar algunas impresiones.
Una cohorte de automóviles, collar movedizo,  serpenteando en el camino de herradura, envuelto en una nube de polvo, suave cortina que velaba en algo el cielo puro y el tapiz flamenco de cedros, lapachos y bromelias, enmarcando silenciosas casas de piedra crecidas en la hierba luminosa, defendidas por la empalizada de inmensos pinos. Cruzando puentes de piedra revestidos de heráldico musgo rumbo a lo irreal, etéreo, sublime y desconocido.
A una hora, quizás, de Monteros, en un paraje marcado por la brújula precisa de la historiadora, los vehículos se detuvieron. Bajaron entusiastas de nuestra nacionalidad de las provincias del antiguo Tucumán, especialmente de la propia San Miguel convocante, “nueva tierra de promisión”, heredera del glorioso nombre de Tucma.
Allí se abre imponente, bañado de luz, el abanico de cerros y torrentes montañosos que bajan del Aconquija. Es la Quebrada del Portugués. Colonizador mítico que nos observaba, protector y hospitalario, desde algún “devisadero”.
Un grupo de pioneros se lanzó barranca abajo y cruzó el río Pueblo Viejo, plantando en la margen derecha -donde se levantaba Barco- nuestra bandera, que ondeaba, feliz, en su esbelto mástil, como diciendo: “¡ya era hora…!”
Cerros y aves cumbreñas escucharon cantar: “Salve, Argentina, bandera de mi patria, girón del cielo en donde impera el sol…”, y: “Oíd, mortales, el grito sagrado, ¡libertad, libertad, libertad…!”. Asimismo, se rezó por las almas de los pobladores que dejaron su vida en la empresa.
Cumplida su misión, regresaron los portaestandartes trepando nuevamente la barranca, sumándose al grupo que templaba el cuerpo y el espíritu en el rocío matinal, con café, caramelos de pasta de caña –¡¿mazapán tucumano?!- y mistela de Santa María. Tertulia sorpresa debida a las delicadezas de una dama de arraigo de esa legendaria villa de la Virgen de la Candelaria, en los valles calchaquíes.
La Reina del Cielo y de la tierra no podía faltar en ceremonia tan genuinamente argentina. Gauchos del Fortín Virgen Generala paseaban garbosamente su estandarte de Ntra. Sra. de la Merced, con no menos orgullo que aquel con el que Núñez de Prado enarbolara el del Rey Católico 463 años antes, al fundar Barco, en el mismo lugar.
También irradiaba sus bendiciones el cuadro representando a la célebre Imagen Peregrina Internacional de Nuestra Señora de Fátima, traído de su Ermita sañogasteña. Talla sagrada que tocó las profundidades de alma de miles de caminantes, de todo color, católicos y no católicos, en Nueva Orleáns (EE.UU.), en 1972, con el expresivo mensaje milagroso  de sus cristalinas lágrimas…
En la majestad de la naturaleza virgen, verde y dorada, la  quebrada  abría sus brazos pareciendo decir: “¡los esperábamos!”.
La eximia historiadora laureada evocó puntualmente la historia de la fundación y su importancia concreta;…del primer núcleo hispano-cristiano venido a “poblar un pueblo” que beneficiara a pobladores y a naturales; a cumplir la consigna de la autoridad competente, el Lic. La Gasca, Gobernador del Perú, cuya aldea natal, Barco de Avila, fue cortésmente tenida en cuenta para dar el nombre a la ciudad primeva.
Cerró el acto el pionero de la idea, “el ideólogo” –diría Levillier-, de esta “Junta de Vecinos de solar conocido”, el caballero amigo cuyo entusiasmo y poder de convocatoria había reunido allí un representativo grupo de personas que buscaban en esas aguas y esas rocas las preciosas esencias de la patria.
Esencias históricas y surcos fundacionales de una Argentina que, como Barco, sacudida por tempestades y despotismos, no está exenta del peligro de naufragar; pero que, con la ayuda de la Virgen Patrona, que quiso estar en doble y espontánea expresión, sostenida por argentinos de ley, fieles a sus raíces históricas, católicas e hispano-indígenas, llegará a buen puerto, así como Barco se consolidó y fue finalmente Santiago del Estero, “Madre de Ciudades”.
Fue ésta una convocatoria fundante, surgida de un impulso que brota de las capilaridades de la Argentina real. País latente bajo la capa asfáltica del estatismo y del macro-capitalismo publicitario, que se dan la mano para soterrarla. Por eso su repercusión publicitaria fue escasa, pero su repercusión real fue incalculable.
El acto marca un antes y un después. La clarinada del 29 de junio de 2013 en la Quebrada del Portugués, en las márgenes del Río Pueblo Viejo, ha roto un silencio de siglos, y constituye una señal  de una Argentina dispuesta a remar contra la corriente impuesta, en vías de renovación.
Pues tradición histórica es continuidad en el esfuerzo y en la identidad, condición indispensable para el futuro. La juventud que allí estaba, y las generaciones presentes, admiradoras de la gesta fundacional de Barco, han encendido una antorcha que pasará de mano en mano y se multiplicará.
Felicitaciones, queridos amigos del Instituto Tucumano de Cultura Hispánica, por esta señera iniciativa.


1 comentario:

Tita Fernandez dijo...

Qué buen artículo! No solo me ilustró, también fue un deleite su lectura
Uno mis saludos a los miembros del Instituto Tucumano de Cultura Hispánica, fieles a las tradiciones de nuestra Patria.
Voy a difundir esta nota.