De la nota anterior, del 14 de diciembre pasado: "...Es importante tener presente ese fondo de
cuadro hoy en día en que los argentinos asistimos
desconcertados a una serie de reformas e intentos de reformas, como la que
nos ocupa, no deseadas por la mayoría, porque atentan gravemente contra esas
esencias tradicionales, que nuestros
mandatarios, excediendo el límite de sus mandatos, se proponen imponer."
El ambiente de un país donde existe un verdadero pueblo es característico: florecen las tradiciones y se respira el orden y las libertades legítimas. Ese ambiente irrita a los partidarios del totalitarismo de Estado, como el tristemente famoso Danton, que llevó a miles a la guillotina hasta caer él mismo bajo su filo. Los Papas advierten sobre los peligros de nuevas formas de totalitarismo de Estado, que quieren pasar por democráticas. También Danton y sus congéneres actuaban en nombre del pueblo...
Pues, enseña la doctrina pontificia, de
tanta repercusión en la Argentina, que el
poder político no es nunca absoluto, tiene limitaciones, derivadas de su
fidelidad a la finalidad, razón de ser y misión del poder, que es el bien común
(cf. “Doctrina Pontificia”, II, Documentos políticos, ed. B.A.C. Sumario
Sistemático de las tesis que se contienen en los documentos pontificios acerca
de la constitución cristiana de la
Sociedad y del Estado, pp. 11-87).
Eso no
debería suceder en un régimen que se proclama democrático y que, en coherencia con ese sistema, debe
respetar las convicciones y deseos de los argentinos.
El fenómeno nos recuerda voces de alarma
contemporáneas, dignas de ser escuchadas que, como la de los Papas del siglo XX
y del presente, han alertado contra el
totalitarismo de Estado, tanto de corte nacional-socialista, como burgués
-más disimulado pero también autoritario. Heredero de aquel superado
absolutismo del período iluminista, que en Salta encontró su más vigorosa y
resistente valla, que proclamaba la omnipotencia del Estado ante las
tradiciones jurídicas consagradas y la ley de Dios, que alcanzó su auge en la Revolución Francesa. Revolución que se
evocó expresamente en el ámbito legislativo para la implantación del mal
llamado “matrimonio igualitario”, en cuyo espíritu se basan no pocas
figuras políticas actuales afines a esta reforma, a pesar de que –al decir del
Papa Paulo VI- “se apropió de conceptos cristianos como fraternidad, libertad,
igualdad… pero que asumieron las
características de una lucha anticristiana, laica, irreligiosa” (cf.
Insegnamenti…, vol. I, p. 569).
En este acto nuestros representantes nos
están escuchando pero, ante hechos
concretos posteriores que se dieron en situaciones análogas, surge la pregunta:
¿se tendrá en cuenta la opinión de la Argentina profunda?
Se dio, por ejemplo, aquí en Salta, cuando
se realizaron audiencias como ésta para evaluar el proyecto del mal llamado
“matrimonio igualitario”. Fue tan contundente el rechazo a la impopular ley,
que los titulares de los diarios anunciaron: “Rechazo mayoritario al proyecto
de matrimonio entre homosexuales” (cf. El Tribuno, 15 de junio de 2010
“En la audiencia pública realizada en la Legislatura de Salta…”).
Pero al llegar el momento de votar, las
publicitadas audiencias, con su efecto tranquilizador y aires democráticos,
quedaron en el recuerdo, y el resultado
fue el contrario de lo que esperaba la mayoría. Esperamos que esto no suceda
nuevamente con la cuestionada reforma del Código Civil.
(continúa en la próxima nota)
(continúa en la próxima nota)
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