lunes, 14 de enero de 2013

"Por esta ley queremos ser gobernados" (III) - El poder político, conforme la doctrina pontificia, no es nunca absoluto



De la nota anterior, del 14 de diciembre pasado: "...Es importante tener presente ese fondo de cuadro hoy en día en que los argentinos asistimos desconcertados a una serie de reformas e intentos de reformas, como la que nos ocupa, no deseadas por la mayoría, porque atentan gravemente contra esas esencias tradicionales, que nuestros mandatarios, excediendo el límite de sus mandatos, se proponen imponer."


El ambiente de un país donde existe un verdadero pueblo es característico: florecen las tradiciones y se respira el orden y las libertades legítimas. Ese ambiente irrita a los partidarios del totalitarismo de Estado, como el tristemente famoso Danton, que llevó a miles a la guillotina hasta caer él mismo bajo su filo. Los Papas advierten sobre los peligros de nuevas formas de totalitarismo de Estado, que quieren pasar por democráticas. También Danton y sus congéneres actuaban en nombre del pueblo...


Pues, enseña la doctrina pontificia, de tanta repercusión en la Argentina, que el poder político no es nunca absoluto, tiene limitaciones, derivadas de su fidelidad a la finalidad, razón de ser y misión del poder, que es el bien común (cf. “Doctrina Pontificia”, II, Documentos políticos, ed. B.A.C. Sumario Sistemático de las tesis que se contienen en los documentos pontificios acerca de la constitución  cristiana de la Sociedad  y del Estado, pp. 11-87).
Eso no debería suceder en un régimen que se proclama democrático y que, en coherencia con ese sistema, debe respetar las convicciones y deseos de los argentinos.
El fenómeno nos recuerda voces de alarma contemporáneas, dignas de ser escuchadas que, como la de los Papas del siglo XX y del presente, han alertado contra el totalitarismo de Estado, tanto de corte nacional-socialista, como burgués -más disimulado pero también autoritario. Heredero de aquel superado absolutismo del período iluminista, que en Salta encontró su más vigorosa y resistente valla, que proclamaba la omnipotencia del Estado ante las tradiciones jurídicas consagradas y la ley de Dios, que alcanzó su auge en la Revolución Francesa. Revolución que se evocó expresamente en el ámbito legislativo para la implantación del mal llamado “matrimonio igualitario”, en cuyo espíritu se basan no pocas figuras políticas actuales afines a esta reforma, a pesar de que –al decir del Papa Paulo VI- “se apropió de conceptos cristianos como fraternidad, libertad, igualdad… pero que asumieron las características de una lucha anticristiana, laica, irreligiosa” (cf. Insegnamenti…, vol. I, p. 569).
En este acto nuestros representantes nos están  escuchando pero, ante hechos concretos posteriores que se dieron en situaciones análogas, surge la pregunta: ¿se tendrá en cuenta la opinión de la Argentina profunda?
Se dio, por ejemplo, aquí en Salta, cuando se realizaron audiencias como ésta para evaluar el proyecto del mal llamado “matrimonio igualitario”. Fue tan contundente el rechazo a la impopular ley, que los titulares de los diarios anunciaron: “Rechazo mayoritario al proyecto de matrimonio entre homosexuales” (cf. El Tribuno, 15 de junio de 2010 “En la audiencia pública realizada en la Legislatura de Salta…”). 
Pero al llegar el momento de votar, las publicitadas audiencias, con su efecto tranquilizador y aires democráticos, quedaron en el recuerdo,  y el resultado fue el contrario de lo que esperaba la mayoría. Esperamos que esto no suceda nuevamente con la cuestionada reforma del Código Civil.
(continúa en la próxima nota)

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