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"...la vida confirmó el acierto de la elección del guerrero, pues el noble hogar fue modelo de seriedad y bienandanza; tradición que heredaron los de su hijo y nieto, en medio de la corrupción de costumbres que invadía ya la sociedad española y aseguraba el ocaso del Imperio.Son las tres Condesas de Olivares, a saber: esta Doña Francisca de Ribera y Niño, esposa de Don Pedro; Doña María Pimentel, consorte de Don Enrique, y Doña Inés de Zúñiga, la del Conde-Duque (*), tres ejemplares admirables de esas mujeres españolas, de todos los tiempos y de todas las clases sociales, colaboradoras calladas de la obra del esposo, sostén y lustre del hogar; de fina inteligencia; rectas hasta el heroísmo (…). Sin duda, han sido y son ellas las depositarias de las virtudes esenciales de la raza y las transmisoras de su vitalidad moral a través de los accidentes infinitos de nuestra historia”.
G. Marañón, El Conde-Duque de Olivares, p. 13
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"...el noble hogar fue modelo de seriedad y bienandanza...en medio de la corrupción de costumbres"
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