Continuamos difundiendo nuestro ensayo de visión católica y señorial de la Historia Argentina
Reacciones del espíritu tradicional argentino frenan el avance de la ofensiva anticristiana:
. Derrota marial de los ingleses enemigos de la Fe, el Rey y la Patria
Tal Cristiandad escondía virtualidades insospechadas y, como los buitres que acechan la hacienda, Inglaterra ya en 1741 hablaba de emancipar América del yugo del Rey Católico para substituirlo por el del monarca anglicano, patrocinador de la nueva era liberal e industrializadora a ultranza (ver papeles del Almte. Vernon citados por J. L. Busaniche). Nótese la afinidad de la idea con los postulados del enciclopedismo revolucionario.
En 1806 se desarrolla en el subcontinente una operación conjunta con Miranda, “el Precursor” -ex general de la Revolución Francesa, afiliado a las logias inglesas- en el norte y en el sur. Los ingleses invaden Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, pensando encontrar una población ansiosa por romper las cadenas que la atan a España para echarse en los brazos de Gran Bretaña.
Nuestros guerreros, sorprendidos por el fácil triunfo inicial del invasor, al verlos instalados en el fuerte, rompen sus fusiles contra las paredes y gritan “¡traición!”. Los ingleses prometen hábilmente que respetarán la Santa Fe católica y ofrecen ventajas comerciales. Sólo la minoría de logistas los apoya.
Llega la gran festividad de Corpus. Liniers, prestigioso jefe militar y devoto del Santo Rosario, se presenta en Santo Domingo para las acostumbradas honras al Santísimo. No hay tal… El Obispo, temiendo ofensas por parte de los herejes, ha prohibido la procesión, reduciéndola a una catacumbal ceremonia entre cuatro paredes que sabe a vergüenza.
Seguimos en líneas generales la documentada relación de Cayetano Bruno, S.D.B. en su Historia de la Iglesia en la Argentina (vol. VII, Secc. 2ª, Las Invasiones Inglesas). En la persona de Liniers se cristaliza la indignación general. Hace voto solemne a la Virgen del Rosario de entregarle las banderas del enemigo, si Ella lo ayuda a conquistarlas. Cruza el río y vuelve con fuerzas desde Montevideo. Beresford no acepta su intimación a rendirse. Cuenta con su situación de fuerza, y sus regimientos famosos en el mundo.
Liniers cuenta con tropas bisoñas pero aguerridas, y con un pueblo que las acompaña sin temer a la muerte. Y con algo más... que no tenían los enemigos del catolicismo.
La guerra toma aires de cruzada mariana. Muchos llevan como distintivo el escapulario. Otros, el estandarte de la Virgen de Luján y del Rey. Niños hasta de 10 años animan a las tropas, gritando a voz en cuello “¡viva España!”, y deshacen sus ponchos cuando se acaban los tacos, para disparar las piezas de artillería; y hasta hacen de artilleros cuando éstos caen bajo la metralla.
En cada rincón se combate contra el enemigo de la fe, del Rey y de la Patria. Hasta los negros esclavos se baten por esos tres valores, según consta en las actas capitulares.
Liniers vence, vence la cruzada. La Virgen del Rosario de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires recibe los trofeos de regimientos que se midieron con los mejores ejércitos europeos, derrotados por el coraje y la Fe de argentinos, orientales (uruguayos), y altoperuanos (bolivianos), hermanados en el Virreinato.
Al año siguiente se produce el nuevo intento de conquista con poderosas fuerzas navales y terrestres. El carácter de guerra por la Fe, el Rey y la Patria se acentúa en la II Invasión. El Cabildo de Córdoba pide al Prior de Santo Domingo que se realice la “solemne procesión con la milagrosa imagen (de N.S. del Rosario del Milagro)...para alcanzar victoria contra los enemigos del Estado y nuestra Religión”.
Al conocerse la caída de Montevideo, el 6 de febrero de 1807, en Buenos Aires la multitud se enardece “clamando y diciendo a voces que todos querían ir a reconquistar la plaza de Montevideo, y (que) estaban prontos a derramar toda su sangre para conservar al Rey sus dominios, y que en parte alguna se extinga la religión de Jesucristo que profesaron sus mayores”. Un emisario inglés queda asombrado ante el espectáculo de “gente que cubría los castillos particulares y el entusiasmo que desplegaban a gritos” (ibid., pp. 101 y 104).
La toma de Santo Domingo determina la victoria. El prior niega a los patriotas el acceso a la torre, lo que aprovecha el enemigo para introducirse; costará la vida a varios frailes, atravesados por sus bayonetas.
El perjuro Tte. Cnl. Pack logra recuperar las banderas de la I Invasión entregadas a la Virgen, que expone triunfalmente en la torre de la Iglesia. Desde allí “nos hacían un fuego dominante y cierto”, protegidos por los muros y parapetados de colchones y muebles, dice la Relación de la Defensa. Pero “María Santísima dirigía nuestras balas” (ibid., p. 107). Después de un encarnizado combate, los herejes son derrotados; sólo el amparo del prior consigue salvar a Pack del furor de los patriotas. Lo que más electrizó los ánimos fue la recuperación de las banderas dedicadas a Nuestra Señora del Rosario.
Setenta religiosas catalinas que están rezando por el triunfo de las armas católicas son invadidas por los impíos y se disponen al martirio. Hay profanación del templo y de la clausura; una mano sacrílega despedaza el sagrado rostro de la soberana reina y madre santísima del Rosario, y la efigie del patriarca Santo Domingo es degollada (carta de la Madre priora Teresa de la Ssma. Trinidad); pero la Virgen las ampara y un sargento inglés excepcional pasa dos días seguidos protegiéndolas de la soldadesca.
Finalmente, tras recios combates en los que muere el 90 por ciento de los invasores, son liberadas y aliviadas por la solicitud del Alcalde Alzaga y del Reconquistador Liniers –futuras víctimas de los jacobinos.
En las jornadas de julio las apacibles calles de Buenos Aires se transformaron en “sendas de muerte” para el enemigo de la Fe. Como en la invasión napoleónica a España, “la superior potencia de los ejércitos invasores se estrella y desvanece sin gloria al contacto del alma popular, que lucha por lo más sagrado de su patrimonio” (ibid., p. 113).
El derrotado General Whitelocke tratará de justificarse alegando que esperaba “encontrar una gran porción de habitantes preparados a secundar nuestras miras; pero resultó ser un país completamente hostil, en el cual ni por conciliación ni por interés no nos era posible dar con un amigo que nos ayudase, aconsejase ni proporcionase los datos más insignificantes”.
El Tte. Cnl. Duff atestiguará que “estaba en medio de una ciudad donde todos eran enemigos, todos armados, desde el hijo de la vieja España hasta el negro esclavo” (ibid., p. 113). Fue, para la “Reina de los Mares” -reconoció el fiscal inglés- una “deshonra de las armas británicas” y un “inesperado y sin igual desastre”.
Los sermones, discursos y fiestas públicas expresan el reconocimiento de que este desastre para las fuerzas anticatólicas fue obra de María Santísima: “Ella hizo caminar el terror delante de nuestras tropas...tomó a su cuidado la constancia con que debían sostenerse en medio de los peligros...los rodeó de su fuerza y...puso a su frente al inmortal Reconquistador” (oración del Deán Funes).
“Impresionó vivamente”, dijo un testigo, “el haberse verificado la victoria el primer domingo del mes de julio, día consagrado a Nuestra Señora del Rosario, a quien estaban votadas las banderas inglesas, que venían los enemigos con ánimo de rescatar...” (ibid., p. 115). El Cabildo dejó constancia de su “humilde y perpetuo reconocimiento a aquella soberana Madre, cuya poderosa mediación fue sin duda el más poderoso agente para su logro”.
[lea en la próxima nota: Ocasión para instaurar un régimen señorial frustrada por los enemigos de la Tradición]
Fuente: Luis Ma. Mesquita Errea - SIGLOS DE FE EN ARGENTINA Y AMÉRICA PREANUNCIAN UN FUTURO GLORIOSO –
La formación de la civilización cristiana y mariana en nuestro suelo y su resistencia a la Revolución igualitaria (ca. 1530-1830) - II Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana, Cabildo histórico de Salta, 2006
Reacciones del espíritu tradicional argentino frenan el avance de la ofensiva anticristiana:
. Derrota marial de los ingleses enemigos de la Fe, el Rey y la Patria
Tal Cristiandad escondía virtualidades insospechadas y, como los buitres que acechan la hacienda, Inglaterra ya en 1741 hablaba de emancipar América del yugo del Rey Católico para substituirlo por el del monarca anglicano, patrocinador de la nueva era liberal e industrializadora a ultranza (ver papeles del Almte. Vernon citados por J. L. Busaniche). Nótese la afinidad de la idea con los postulados del enciclopedismo revolucionario.
En 1806 se desarrolla en el subcontinente una operación conjunta con Miranda, “el Precursor” -ex general de la Revolución Francesa, afiliado a las logias inglesas- en el norte y en el sur. Los ingleses invaden Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata, pensando encontrar una población ansiosa por romper las cadenas que la atan a España para echarse en los brazos de Gran Bretaña.
Nuestros guerreros, sorprendidos por el fácil triunfo inicial del invasor, al verlos instalados en el fuerte, rompen sus fusiles contra las paredes y gritan “¡traición!”. Los ingleses prometen hábilmente que respetarán la Santa Fe católica y ofrecen ventajas comerciales. Sólo la minoría de logistas los apoya.
Llega la gran festividad de Corpus. Liniers, prestigioso jefe militar y devoto del Santo Rosario, se presenta en Santo Domingo para las acostumbradas honras al Santísimo. No hay tal… El Obispo, temiendo ofensas por parte de los herejes, ha prohibido la procesión, reduciéndola a una catacumbal ceremonia entre cuatro paredes que sabe a vergüenza.
Seguimos en líneas generales la documentada relación de Cayetano Bruno, S.D.B. en su Historia de la Iglesia en la Argentina (vol. VII, Secc. 2ª, Las Invasiones Inglesas). En la persona de Liniers se cristaliza la indignación general. Hace voto solemne a la Virgen del Rosario de entregarle las banderas del enemigo, si Ella lo ayuda a conquistarlas. Cruza el río y vuelve con fuerzas desde Montevideo. Beresford no acepta su intimación a rendirse. Cuenta con su situación de fuerza, y sus regimientos famosos en el mundo.
Liniers cuenta con tropas bisoñas pero aguerridas, y con un pueblo que las acompaña sin temer a la muerte. Y con algo más... que no tenían los enemigos del catolicismo.
La guerra toma aires de cruzada mariana. Muchos llevan como distintivo el escapulario. Otros, el estandarte de la Virgen de Luján y del Rey. Niños hasta de 10 años animan a las tropas, gritando a voz en cuello “¡viva España!”, y deshacen sus ponchos cuando se acaban los tacos, para disparar las piezas de artillería; y hasta hacen de artilleros cuando éstos caen bajo la metralla.
En cada rincón se combate contra el enemigo de la fe, del Rey y de la Patria. Hasta los negros esclavos se baten por esos tres valores, según consta en las actas capitulares.
Liniers vence, vence la cruzada. La Virgen del Rosario de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires recibe los trofeos de regimientos que se midieron con los mejores ejércitos europeos, derrotados por el coraje y la Fe de argentinos, orientales (uruguayos), y altoperuanos (bolivianos), hermanados en el Virreinato.
Al año siguiente se produce el nuevo intento de conquista con poderosas fuerzas navales y terrestres. El carácter de guerra por la Fe, el Rey y la Patria se acentúa en la II Invasión. El Cabildo de Córdoba pide al Prior de Santo Domingo que se realice la “solemne procesión con la milagrosa imagen (de N.S. del Rosario del Milagro)...para alcanzar victoria contra los enemigos del Estado y nuestra Religión”.
Al conocerse la caída de Montevideo, el 6 de febrero de 1807, en Buenos Aires la multitud se enardece “clamando y diciendo a voces que todos querían ir a reconquistar la plaza de Montevideo, y (que) estaban prontos a derramar toda su sangre para conservar al Rey sus dominios, y que en parte alguna se extinga la religión de Jesucristo que profesaron sus mayores”. Un emisario inglés queda asombrado ante el espectáculo de “gente que cubría los castillos particulares y el entusiasmo que desplegaban a gritos” (ibid., pp. 101 y 104).
La toma de Santo Domingo determina la victoria. El prior niega a los patriotas el acceso a la torre, lo que aprovecha el enemigo para introducirse; costará la vida a varios frailes, atravesados por sus bayonetas.
El perjuro Tte. Cnl. Pack logra recuperar las banderas de la I Invasión entregadas a la Virgen, que expone triunfalmente en la torre de la Iglesia. Desde allí “nos hacían un fuego dominante y cierto”, protegidos por los muros y parapetados de colchones y muebles, dice la Relación de la Defensa. Pero “María Santísima dirigía nuestras balas” (ibid., p. 107). Después de un encarnizado combate, los herejes son derrotados; sólo el amparo del prior consigue salvar a Pack del furor de los patriotas. Lo que más electrizó los ánimos fue la recuperación de las banderas dedicadas a Nuestra Señora del Rosario.
Setenta religiosas catalinas que están rezando por el triunfo de las armas católicas son invadidas por los impíos y se disponen al martirio. Hay profanación del templo y de la clausura; una mano sacrílega despedaza el sagrado rostro de la soberana reina y madre santísima del Rosario, y la efigie del patriarca Santo Domingo es degollada (carta de la Madre priora Teresa de la Ssma. Trinidad); pero la Virgen las ampara y un sargento inglés excepcional pasa dos días seguidos protegiéndolas de la soldadesca.
Finalmente, tras recios combates en los que muere el 90 por ciento de los invasores, son liberadas y aliviadas por la solicitud del Alcalde Alzaga y del Reconquistador Liniers –futuras víctimas de los jacobinos.
En las jornadas de julio las apacibles calles de Buenos Aires se transformaron en “sendas de muerte” para el enemigo de la Fe. Como en la invasión napoleónica a España, “la superior potencia de los ejércitos invasores se estrella y desvanece sin gloria al contacto del alma popular, que lucha por lo más sagrado de su patrimonio” (ibid., p. 113).
El derrotado General Whitelocke tratará de justificarse alegando que esperaba “encontrar una gran porción de habitantes preparados a secundar nuestras miras; pero resultó ser un país completamente hostil, en el cual ni por conciliación ni por interés no nos era posible dar con un amigo que nos ayudase, aconsejase ni proporcionase los datos más insignificantes”.
El Tte. Cnl. Duff atestiguará que “estaba en medio de una ciudad donde todos eran enemigos, todos armados, desde el hijo de la vieja España hasta el negro esclavo” (ibid., p. 113). Fue, para la “Reina de los Mares” -reconoció el fiscal inglés- una “deshonra de las armas británicas” y un “inesperado y sin igual desastre”.
Los sermones, discursos y fiestas públicas expresan el reconocimiento de que este desastre para las fuerzas anticatólicas fue obra de María Santísima: “Ella hizo caminar el terror delante de nuestras tropas...tomó a su cuidado la constancia con que debían sostenerse en medio de los peligros...los rodeó de su fuerza y...puso a su frente al inmortal Reconquistador” (oración del Deán Funes).
“Impresionó vivamente”, dijo un testigo, “el haberse verificado la victoria el primer domingo del mes de julio, día consagrado a Nuestra Señora del Rosario, a quien estaban votadas las banderas inglesas, que venían los enemigos con ánimo de rescatar...” (ibid., p. 115). El Cabildo dejó constancia de su “humilde y perpetuo reconocimiento a aquella soberana Madre, cuya poderosa mediación fue sin duda el más poderoso agente para su logro”.
[lea en la próxima nota: Ocasión para instaurar un régimen señorial frustrada por los enemigos de la Tradición]
Fuente: Luis Ma. Mesquita Errea - SIGLOS DE FE EN ARGENTINA Y AMÉRICA PREANUNCIAN UN FUTURO GLORIOSO –
La formación de la civilización cristiana y mariana en nuestro suelo y su resistencia a la Revolución igualitaria (ca. 1530-1830) - II Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana, Cabildo histórico de Salta, 2006
2 comentarios:
La Señora habìa enamorado a todo un pueblo: a negros y blancos; a grandes y pequeños. Y el enemigo no pudo contra un pueblo unido en la defensa de la Fe.
Estela Errico
Creo yo que tendría que haberse agregado que se ha BORRADO de la Historia Gran Bretaña este vergonzoso capítulo.
Como consecuencia, los ingleses de hoy en día desconocen que la rapiña de sus antepasados fue derrotada a principios del s.XIX por el coraje y la fe de nuestros criollos.
Magdalena
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