Nuestra Señora de la Candelaria de El Buen Suceso - Quito -
De fisonomía imponente, como quien tiene en sus manos
las llaves de la Historia...
La que aplasta la serpiente y eleva la civilización
Estos aspectos caracterizan una civilización cristiana.
Existen lados negativos y pecados, que, todos sabemos, se encuentran en cualquier sociedad. Si se la compara con la de los aztecas, incas o bárbaros chiriguanos, ¡qué diferencia! Del día a la noche, a pesar de los indigenistas.
Una esencial es que en las sociedades paganas son raros o inexistentes los perceptibles impulsos al bien, cuando no se los persigue implacablemente con costumbres aberrantes (ver nuestra ponencia La Antropología indigenista: Revolución cultural que amenaza a la Iberoamérica cristiana).
En nuestro “Siglo de Oro”, pese a excepciones como Lerma y otros malvados, que por supuesto no faltan, la virtud y el bien son enseñados y promovidos, y constituyen el fundamento de la sociedad.
El bien más preciado de la historia fundacional americana es la presencia mariana. El 12 de diciembre de 1531, Nuestra Señora se manifiesta como la bíblica zarza ardiente, Purísima e Inmaculada, en Guadalupe, que en lengua náhua significa “la que aplasta la cabeza de la serpiente”. Tal vez señalaba la misión de América de, por una unión especial con María, aplastar la serpiente de la Revolución anticristiana. Lo cierto es que la aparición inaugura la gran época marial de Iberoamérica.
En Itatí concede a la Argentina naciente gracias de caudal paranaense, mereciendo el bello título de Reina de la Civilización en la Cuenca del Plata.
A Córdoba, que recurre a Ella por medio del Cabildo, le arregla su economía a principios del siglo XVII. Será la base del esplendor cordobés que podemos admirar en la manzana jesuítica, en las haciendas y capillas que blanquean las alegres serranías de Punilla y Chancaní.
En América revisten sin igual importancia las revelaciones de El Buen Suceso a Sor Mariana de Jesús Torres y Berriochoa, en el Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, que comienzan a fines del siglo XVI. Prevén sucesos de los siglos venideros hasta la derrota del proceso que oprime la patria y la Iglesia, en las proximidades del siglo XX; y señalan el llamado primacial de América a ser el lugar privilegiado del renacer de la Fe, las instituciones y las costumbres católicas (cf. Elena Beatriz Brizuela y Doria de Mesquita, Profecias de El Buen Suceso: en 1634, para nuestros dias).
Un siglo después de Guadalupe, llega desde Brasil la Imagen de la Purísima Concepción, rumbo a una hacienda santiagueña (donde sólo llegará su compañera, la Virgen de la Consolación de Sumampa, Patrona de los transportistas).
Una fuerza misteriosa frena a bueyes y carretas a la vera del Río Luján, donde se queda. Comienza su gesta sobrenatural de traslados, gracias y visitas. Vuelve con sus hábitos bordados de cadillo, provocando las amorosas reprimendas del Negro Manuel, ufano de ser su esclavo. La primera fundadora de la Villa de Luján envía densas nubes que envuelven a los malones impidiéndoles devastar el pueblo y las haciendas comarcanas. Desde su trono en las pampas es Patrona de la Argentina.
La que aplasta la serpiente y eleva la civilización
Estos aspectos caracterizan una civilización cristiana.
Existen lados negativos y pecados, que, todos sabemos, se encuentran en cualquier sociedad. Si se la compara con la de los aztecas, incas o bárbaros chiriguanos, ¡qué diferencia! Del día a la noche, a pesar de los indigenistas.
Una esencial es que en las sociedades paganas son raros o inexistentes los perceptibles impulsos al bien, cuando no se los persigue implacablemente con costumbres aberrantes (ver nuestra ponencia La Antropología indigenista: Revolución cultural que amenaza a la Iberoamérica cristiana).
En nuestro “Siglo de Oro”, pese a excepciones como Lerma y otros malvados, que por supuesto no faltan, la virtud y el bien son enseñados y promovidos, y constituyen el fundamento de la sociedad.
El bien más preciado de la historia fundacional americana es la presencia mariana. El 12 de diciembre de 1531, Nuestra Señora se manifiesta como la bíblica zarza ardiente, Purísima e Inmaculada, en Guadalupe, que en lengua náhua significa “la que aplasta la cabeza de la serpiente”. Tal vez señalaba la misión de América de, por una unión especial con María, aplastar la serpiente de la Revolución anticristiana. Lo cierto es que la aparición inaugura la gran época marial de Iberoamérica.
En Itatí concede a la Argentina naciente gracias de caudal paranaense, mereciendo el bello título de Reina de la Civilización en la Cuenca del Plata.
A Córdoba, que recurre a Ella por medio del Cabildo, le arregla su economía a principios del siglo XVII. Será la base del esplendor cordobés que podemos admirar en la manzana jesuítica, en las haciendas y capillas que blanquean las alegres serranías de Punilla y Chancaní.
En América revisten sin igual importancia las revelaciones de El Buen Suceso a Sor Mariana de Jesús Torres y Berriochoa, en el Monasterio de la Limpia Concepción de Quito, que comienzan a fines del siglo XVI. Prevén sucesos de los siglos venideros hasta la derrota del proceso que oprime la patria y la Iglesia, en las proximidades del siglo XX; y señalan el llamado primacial de América a ser el lugar privilegiado del renacer de la Fe, las instituciones y las costumbres católicas (cf. Elena Beatriz Brizuela y Doria de Mesquita, Profecias de El Buen Suceso: en 1634, para nuestros dias).
Un siglo después de Guadalupe, llega desde Brasil la Imagen de la Purísima Concepción, rumbo a una hacienda santiagueña (donde sólo llegará su compañera, la Virgen de la Consolación de Sumampa, Patrona de los transportistas).
Una fuerza misteriosa frena a bueyes y carretas a la vera del Río Luján, donde se queda. Comienza su gesta sobrenatural de traslados, gracias y visitas. Vuelve con sus hábitos bordados de cadillo, provocando las amorosas reprimendas del Negro Manuel, ufano de ser su esclavo. La primera fundadora de la Villa de Luján envía densas nubes que envuelven a los malones impidiéndoles devastar el pueblo y las haciendas comarcanas. Desde su trono en las pampas es Patrona de la Argentina.
Extractos de:
SIGLOS DE FE EN ARGENTINA Y AMÉRICA PREANUNCIAN UN FUTURO GLORIOSO –
La formación de la civilización cristiana y mariana en nuestro suelo y su resistencia a la Revolución igualitaria (ca. 1530-1830)
Luis María Mesquita Errea
8 de septiembre de 2006, fiesta del Nacimiento de Nuestra Señora “que regocijó a todo el universo”
La formación de la civilización cristiana y mariana en nuestro suelo y su resistencia a la Revolución igualitaria (ca. 1530-1830)
Luis María Mesquita Errea
8 de septiembre de 2006, fiesta del Nacimiento de Nuestra Señora “que regocijó a todo el universo”
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