Mientras Domingo estudia con toda su alma y se engolfa en la Sagrada Escritura algo viene a distraerle un poco de su completa dedicación: sobrevino aquellos días un hambre desgarradora en la ciudad de Palencia. Domingo entregó poco a poco cuanto tenía para paliar un poco tanta necesidad. Llegó un día que sólo le quedaban sus libros. Pero si los vendía o entregaba a cambio de algo para sus pobres ¿en qué podrá estudiar? Por otra parte los tiene llenos de notas que ha ido pacientemente día a día escribiendo. Y reflexiona. "Pero ¿cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas (pergaminos), cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?". Este era Domingo: Hombre que por caridad se olvida de sí mismo y sólo piensa en el bien de sus hermanos.
Jesús iba moldeando su alma. La caridad iba ensanchando su gran corazón. Una cosa había hecho hasta ahora: dar limosna. Pero lo que ahora le pedía el Maestro era: Que se diera a sí mismo. Seguirle a Él. El momento lo encontró cuando una mujer llega a su habitación y le dice: "Mi hermano ha caído prisionero de los moros" y, ni corto ni perezoso, porque ya no le queda nada por dar, se entrega él mismo como esclavo. Todos hablan de Domingo. Llega a los oídos del Obispo de Osma D. Martín Bazán y le manda llamar para que acepte ser canónigo de la Catedral. Tenía veinticuatro años. Aceptó la canonjía siempre pensando en poder hacer algo de bien a aquellos canónigos. Pronto fue un modelo para todos. Era el más puntual al rezo del Oficio Divino. El más pobre. El más caritativo.
Llega a los oídos de Domingo el rumor de los destrozos que hacen los herejes en Francia y quiere atajar tanto mal. Para ello va allá y predica con fuego la verdadera fe de Jesucristo. Para que lo que va a haciendo tenga continuidad quiere formar con los compañeros que le siguen una Orden que se dedique a predicar la Palabra de Dios... Así nace la ínclita Orden de Predicadores o Dominicos.
Recorrió gran parte de Europa predicando la Palabra de Dios y tratando de alejar a los hombres del pecado. A él se atribuye también el origen del Santo Rosario(*) que "como compendio del Evangelio" y "devoción de las almas sencillas y contemplativas" tanto bien ha hecho y hace a quienes lo rezan con devoción. Le unía una gran amistad con San Francisco de Asís. Ya en vida gozó de gran fama de santidad no sólo por los muchos milagros que el Señor obró por su medio sino por la vida tan santa que llevaba y comunicaba a los demás. En Bolonia volaba al cielo, a los cincuenta años de edad, el 6 de agosto de 1221.
(*) esta extraordinaria gracia de la SSma. Virgen la abordaremos en otra oportunidad
Nota: el autor es Vice-Presidente de la Cofradía de La Merced (La Rioja)
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