lunes, 17 de agosto de 2020

Discurso LA GESTA CORDILLERANA DE SAN MARTIN Y NICOLAS DAVILA, NOBLES HOMBRES DE CORAJE

 

Cnel. Nicolás Dávila
Cnel. Nicolás Dávila, Héroe de Copiapó

Libertador Gral. José de San Martín


La Rioja, 17 de agosto de 2017

Acto cívico en honor del Libertador Gral. San Martín

Palabras a cargo del Prof. Luis María Mesquita Errea, por la Asociación Sanmartiniana

LA GESTA CORDILLERANA DE SAN MARTIN Y NICOLAS DAVILA, NOBLES HOMBRES DE CORAJE

Evocar la figura de San Martín y de los riojanos como Nicolás Dávila que respondieron a su pedido de auxilio para formar el Ejército de los Andes y concretar el plan continental es reavivar nuestras esencias, pues sin honrar sus tradiciones un pueblo se transforma en masa carente de identidad y fortaleza.

 

Era un arquetipo de hombre superior quien hacía este llamado desde Cuyo.¡El plan continental!, modelo de sabiduría guerrera, se cumplirá venciendo obstáculos gigantescos como la cordillera.  El Gobierno le dará facultades de “Jefe expedicionario  en tierras lejanas”, con sabor de leyenda,  clarines,  estandartes al viento, cóndores y lanzas..

Gobernador de Mendoza pone al servicio de estos objetivos su formación de alta escuela, que suma excelencias desde su entrada en el Seminario de Nobles de Madrid, a los 11 años y su ingreso como cadete al regimiento de Murcia, a los 12, inicio de su vertiginosa carrera militar. Con coraje frío y temerario gana las insignias de Teniente Coronel peleando contra las fuerzas del Gran Corso en el  berberisco campo de batalla de Bailén.  De allí trae el ágil sable corvo, símbolo de arrojo de sus épicos granaderos.

 

Llegado al país en 1812 la Junta le confirma el grado y organiza el Regimiento de Granaderos a Caballo. Su Bautismo de fuego en San Lorenzo, será con riesgo de vida para él…

En Mendoza monta la legendaria Maestranza, donde ni a él mismo le era dado entrar si no cumplía sus estrictas normas de vigilancia; allí se fabrican desde cañones hasta uniformes y objetos de piedad para sublimar con la Fe la virtud del coraje.

 

 “Cuando San Martín se hizo cargo del gobierno de Cuyo e inició la formación del Ejército (septiembre de 1814) –dice el Cnl. Lanús- gobernaba en La Rioja Don Francisco Xavier de Brizuela y Doria, a quien reemplazó su hijo Ramón, en 1815”… “Tanto estos dos gobernadores como los que los sucedieron, particularmente el Tte. Coronel Benito Martínez (…) colaboraron con entusiasmo en la organización del Ejército, facilitando el reclutamiento de personal y disponiendo envíos periódicos de ganado y elementos necesarios para su abastecimiento”. Así, “el nombre de la Provincia quedó honrosamente vinculado a este período de la empresa libertadora” (Lanús, pp. 95-6).

La Rioja no desmintió el legado de su heroico fundador Ramírez de Velasco.  Declarada autónoma con el Gobernador Ramón de Brizuela y Doria y con voz en el Congreso de Tucumán con el gran Castro Barros, superó las expectativas sanmartinianas.

 

En esos tiempos la sociedad era como una familia de familias, viviendo sin grandes lujos pero con distinción, en una economía natural sobria y productiva, sin emisión de moneda ni estatismo invasor.  Las capitales históricas eran ciudades-provincia con su historia, héroes y figuras típicas. Así, La Rioja fue capaz de enviar remesas enteras de pólvora para reserva y adiestramiento de tropa en el tiro, descuidado hasta entonces;  se habían mandado 900 mulas, 30 quintales de explosivo, 100 reclutas para el III Escuadrón de Húsares, como  consta en la memoria de Ramón Brizuela y Doria al Director Supremo Pueyrredón,  que agradece las elocuentes pruebas de su celo.  

En abril de 1816 San Martín pide 50 quintales de plomo para balas y 300 suelas para monturas,  artículos que, dice sólo esa provincia puede surtir…

Del Oeste riojano y Anguinán parten100 cargas de harina superior, con sus sacos y aperos. La caridad en La Rioja no empezaba por casa… En el 17, envía nuevas contribuciones de pólvora. pese a la carestía por haberse enajenado los agricultores de su alimento, y la falta de mano de obra por las levas frecuentes. El Supremo Gobierno tributa las más expresivas gracias a nuestros generosos coterráneos.

Asimismo hay otros aportes de personal para el Ejército, fuera del que integró la Expedición a Copiapó. Nuestra Rioja, señores, cumplió como pocas provincias.

Fue una hazaña que en breve San Martín lograra tener un ejército que requeriría 10.000 mulas y 1600 caballos para cruzar los Andes, y batirse con un enemigo fogueado en memorables batallas del Viejo Continente.

Las patricias mendocinas y Remedios de Escalada, quieren tener lista la bandera para el día de Reyes, como lo quiere el General. Le piden al Cristo del oratorio familiar que la victoria acompañe su paño azul y blanco, colores de la Inmaculada.

Hay expectación ante la inminente partida del Ejército: sólo faltan la bandera y la advocación divina.

Los campanarios de Mendoza inundan los aires de repiques sonoros. En la Iglesia Matriz, ante la multitud enfervorizada, Nuestra Señora del Carmen es llevada en procesión. San Martín toma la bandera y la presenta al sacerdote, que la bendice.

Terminada la misa cantada con el Te-Deum, la procesión se dirige a la Plaza mientras los cuerpos militares presentan armas. Se entroniza la Virgen, Patrona jurada del Ejército de los Andes por voluntad de su jefe. San Martín, bendecido su bastón de mando, lo pone en manos de la Emperatriz de América exclamando: ¡Soldados: esta es la primera bandera independiente que se ha levantado en América! batiéndola tres veces en medio de salvas de cañones y fusilería. La alegría de un pueblo fervoroso es preludio de victoria.

Rumbo a la cordillera!, aprovechando ardides de guerra psicológica ideados por San Martín.

Alvarez Condarco es rechazado por el Gobernador español , “por el camino más corto” , permitiéndole trazar un precioso croquis! Aparenta revelar a los toquis indígenas los puntos por dónde pasarán sus fuerzas. Ufanos de la confidencia, desparraman la falsa noticia.

Las fuerzas fernandinas desorientadas  se extienden a lo largo de 300 leguas reduciendo su concentración.

Avanza el Gran Capitán dispuesto a cruzar una de las cordilleras más altas del globo.  Sabe que es ahora o nunca.

Vence cuatro cordilleras intermedias. El río Los Patos lo hostiga sin piedad; la puna le ocasiona bajas. Las cumbres de la Espinacita lo dejan colgado sobre una bajada de 4000 mt. San Martín sufre y resiste.

Tales vicisitudes acosan a las 6 alas que incluyen las 4 columnas auxiliares.

Pero en Chile asoma el histórico triunfo de Chacabuco. Triunfan la audacia y estrategia de San Martín y las ganas de vencer que ha sabido transmitir al ejército. Imposible una coordinación más exacta, comenta Lanús.

 

Santiago festeja en aristocrática y fraterna tertulia hermanando a argentinos y chilenos. Vencidos los Andes la emancipación es irreversible. San Martín lo había dicho: ¡Animo, que para los hombres de coraje se han hecho las empresas arduas!

 

Es la mejor definición de nuestro héroe riojano Nicolás Dávila, hombre de acción, auténtico representante del modelo de varón de clase dirigente tradicional como enseña Pío XII en sus famosos discursos sobre Nobleza y élites tradicionales.

Dávila cuenta que avanzó en la noche (como un felino) para llegar a Copiapó  ese mismo 12 de febrero. Desprendió una partida de 20 infantes al mando del Teniente Larrahona aprovechando la oscuridad para tomar a la bayoneta la guardia del cuartel.

El BRAVO Larrahona ejecutó la orden, sin trepidar, y cuando el centinela dispara el fusil al oír el grito: ¡Viva la patria! dado con voz de trueno por aquel oficial, yo entraba –relata- por la otra bocacalle con los infantes desplegados en guerrilla al trote  y protegidos por la caballería. Las fuerzas enemigas quedan inutilizadas y economizada la sangre de nuestros milicianos, penetrando la división sin disparar un solo tiro.

El 16 recién entró el Coronel Zelada con el resto de la división en medio de las aclamaciones del pueblo, y observando el contingente de estos milicianos, tostados por el cierzo helado de los Andes, –agrega-  no se desdecían de la gloria de sus compañeros, que habían triunfado ya a en las llanuras de Chacabuco.

 

Nicolás Dávila nació y fue bautizado en esta ciudad de La Rioja el 14 de abril de 1786 según documentación aportada por el dedicado genealogista Alfredo Cabral. Fueron sus padres Don Francisco Javier de Brizuela y Doria y Doña María Rosa del Moral y Andrada.

Anotado como Nicolás Brizuela del Moral, llevaría el ilustre apellido Dávila como sus hermanos con excepción del mayor, Ramón de Brizuela y Doria,  cumpliendo normas establecidas por sus antepasados fundadores del Mayorazgo de San Sebastián. Nicolás y Ramón, y un tercer hermano, el valiente General Miguel Dávila, desempeñarían un rol histórico junto a su padre, en cuya hacienda se formaron en Sañogasta (casa 14), conforme censo de 1810.

 

Casado Nicolás adquirió tierras en Nonogasta, solar de su distinguida mujer Doña Ma. Vicenta Gordillo y Castro,  construyendo casa, hacienda, bodega y fundición de metales, más tarde Casa de la Moneda.

Edificó la Iglesia de San Vicente Ferrer (MHN), y cruzando la cordillera a lomo de mula desde Copiapó con ella, entronizaron la artística talla del Patrono,  venerado con arcos de flores, alférez a caballo y procesión por sus descendientes y todo el pueblo.

Dice el historiador Zinny que Don Nicolás era “Comandante de la Capitanía de Famatina cuando el Gobernador Martínez, a fines de 1816, le ordenó preparar dos escuadrones de milicias para el 15 de enero siguiente”.¡Poco tiempo para tal empresa!

La Capitanía abarcaba los actuales departamentos Famatina y Chilecito, incluyendo Nonogasta y Sañogasta

En Sañogasta fue que Don Nicolás y su padre Don Francisco Javier de Brizuela y Doria “fundieron los primeros cañones argentinos, para luchar por la libertad”. Allí también estaba la fábrica de la pólvora enviada a San Martín.

Con la colaboración familiar y de una pléyade de patriotas tuvo listos sus escuadrones para la fecha fijada. Zinny dice: “… lo más selecto de la juventud riojana; se encontraban el Capitán Miguel Dávila, hermano del Comandante, el Capitán José Benito Villafañe, el Capitán Manuel Gordillo, los Oficiales Mateo Larrahona, Noroña y muchos otros”. Lo llama “Comandante” pues fue el verdadero jefe de la expedición, el Héroe de Copiapó.

Hemos mencionado los aportes de pólvora y mulas de su familia paterna venciendo carencias y dificultades. Su importancia para la emancipación consta en la carta con la que San Martín lo agradeció al Gobernador Ramón Brizuela y Doria, conservada en Sañogasta.

Partieron de la antigua Iglesia de Santa Rita de Chilecito luego de oír misa con 120 milicianos locales y otros 200 de la Capitanía de Los Llanos traídos por su Teniente, don Fulgencio Peñaloza. Recogieron avíos en Nonogasta y en el Vinculado; cruzaron la Sa. de Sañogasta y los cerros de Aicuña.  Se les facilitó el pastaje en las estancias del Mayorazgo de San Sebastián, dice Lanús.

Fue providencial que Don Nicolás conociera esos campos a la perfección, pues su padre le había confiado su administración.

Acometió la toma de Copiapó y El Huasco con pleno éxito. Conforme la estrategia sanmartiniana, aquel 12 de febrero todas sus fuerzas lograron su objetivo. Nicolás Dávila fue, en la misión encomendada a La Rioja, el ejecutor audaz, con generosidad para darlo todo a la causa de la Independencia.

Fue destacado Gobernador de la Provincia de 1821 a 1823 fomentando la educación y la agricultura;   en la Casa de la Moneda de Nonogasta acuñaba preciosas monedas de oro –muy valoradas hoy por autoridades en Numismática.

 

Su trayectoria, como dijimos,  fue un ejemplo del papel de las élites tradicionales cuya misión perenne, en perfecta compatibilidad con una verdadera democracia, es  preservar la tradición y ser así factor de progreso.

Pues la Tradición, sabiduría forjada en el pasado que debe guiar el presente, es un valor imprescindible; el progreso sin la tradición se transforma en un peligroso salto a la oscuridad, en barbarie organizada, enseña Pío XII -.

 

A esas élites tradicionales que representa el ejemplo de Nicolás Dávila les cabe una alta misión por el bien de toda la sociedad. Son, enseña el Papa, “…la comunidad de las familias que ponen por tradición todas sus energías al servicio del Estado, su Gobierno y su Administración, y con cuya fidelidad puede éste contar en todo momento”.

 

Magnífica definición que “recuerda las grandes estirpes de descubridores, colonizadores y agricultores que construyeron el progreso de las Américas y, manteniéndose fieles a sus tradiciones, constituyen la preciosa riqueza moral de las sociedades en que viven,” dice el Plinio Correa de Oliveira en su obra Nobleza y Elites tradicionales.

Por eso, celebrando en este día la gesta sanmartiniana queremos recordar esa misión que no puede faltar en la sociedad.

Para estar a la altura de ella -le dice Pío XII a cada oyente- debe ser hombre de valor, con una fortaleza de ánimo que ni las más duras pruebas consigan abatir; … que no solamente os convierta en perfectos soldados de Cristo para con vosotros mismos sino también, …, en animadores y sustentadores de quienes se sientan tentados de dudar o ceder.

Debe tener  una prontitud para la acción, que no se atemorice en previsión de ninguno de los sacrificios hoy exigidos por el bien común [que]… os preserven de caer en un ‘abstencionismo’ apático e inerte, que sería gravemente culpable en una época en la que están en juego los más vitales intereses de la religión y de la patria.

 Fortaleza de ánimo –prontitud para la acción – generosa adhesión a los preceptos católicos que forjaron la patria desde sus primeros albores, Nicolás Dávila dio sobradas pruebas de tenerlos… Que su ejemplo fructifique en nuestros jóvenes y en toda la sociedad siguiendo los pasos que hoy evocamos con agradecimiento y esperanza.

 

 

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