viernes, 18 de septiembre de 2009

Tradiciones argentinas del "siglo de plata": Alféreces y ayllis (Ensayo de visión histórica católica y señorial, 15ª nota)


Galopes de los "Alférez de San Sebastián" - Fiestas patronales de Sañogasta - 2 y 3 de febrero - En primer plano, gauchos salteños participando de los vistosos homenajes ecuestres a la Virgen de la Candelaria y San Sebastián (tradiciones del siglo XVII)

Tradiciones argentinas del “Siglo de Plata”: Alféreces y “ayllis”
Los feudatarios en armas, cabeza de las primeras estirpes de la aristocracia criolla, son los esforzados paladines de la incipiente civilización. Despierta admiración el Alférez Real con su estandarte al vuelo, sus armas y caballo enjaezado de la que nace la tradición argentina más típica del Siglo de Plata: el Alférez de los santos patronos de los pueblos.
En muchas capillas del Norte podemos ver sus estandartes y banderas, en vigilia hasta el año que viene, si Dios quiere.
Se consolida la devoción al Niño Dios Alcalde en el Tinkunaco (encuentro), donde el Inca y sus a y l l i s son los filiales vasallos indígenas del divino Cabildante y del Rey de España, y los españoles criollos los Alférez del Patrono San Nicolás de Bari. Ambos se encuentran
manteniendo orgánicamente su tipicidad al amparo de la tradición.
Los indios fieles que han peleado contra el Gran Alzamiento (mal que les pese a quienes se aferran al falso esquema de indios vs. españoles) enriquecen la tradición con su presencia y el canto del Tinkunaco en quichua, tal vez compuesto por el propio San Francisco.
Los nobles Alféreces, guerreros de la Cuadrilla de Calchaquí, olvidados por la historiografía liberal, entran por la puerta áurea de la tradición. Es un ejemplo de cómo se plasma la idiosincrasia criolla en este siglo.
Otro tanto se da con las guerras del Chaco, que se suceden a lo largo del período, en defensa de los devastadores ataques de los aborígenes “aterrorizando a españoles (los blancos) e indios pacíficos”. Los nacidos aquí son el contingente mayoritario que ampara la obra de sus mayores, comandados por los feudatarios, los Tenientes o el Gobernador –casi siempre un español.
El heroísmo unido a la Fe en la defensa de la patria es la constante que da las energías de alma para afrontar las sangrientas acometidas de los salvajes. El fragor de las guerras calchaquíes y del Chaco no impide proseguir con apostólico afán su conversión, edificando fuertes, que hacen las veces de los castillos en la Reconquista, y reducciones, al amparo de la Virgen.
Gracias especiales y hechos milagrosos como el que da el patrocinio de San Bernardo a la ciudad de Salta (cuando expulsa a los indios lanzando furiosas abejas desde el Cerro que desde entonces lleva su nombre), dan al esfuerzo guerrero una nota épico-religiosa, que marca especialmente gestas como la recuperación de “La Cautivita” y de la Imagen de Nuestra Señora de la Candelaria de La Viña.
(Siglos de Fe... - 15ª nota)

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