martes, 21 de abril de 2009

Los olvidados héroes a quienes debemos la existencia de las ciudades-provincia que hicieron la Argentina (6ª nota de "Siglos de Fe...")


Santiago del Estero - Emblemático monumento a Francisco de Aguirre
Santiago del Estero, primera ciudad argentina, le rindió debidas honras a Francisco de Aguirre, consolidador del Tucumán y 2º fundador de la "Madre de Ciudades". Es uno de los monumentos más épicos que existen, que nos recuerda que los vecinos feudatarios, primeros pobladores, debían responder personalmente a cualquier necesidad de defensa, dejar cualquier actividad y su familia para intentar rechazar los ataques de los aguerridos indios de la extensa gobernación, que durante siglos asolarían las ciudades. Quienes hoy sólo buscan motivos de desprestigiarlos, olvidan que sin ellos no hubiera existido la Argentina; que fundaron familias perdurables que constituyeron un aporte esencial para su estructuración; que muchos de ellos fueron nobles o hidalgos de pro, como los llama Levillier, que a pesar de sus defectos y limitaciones transmitieron valores de arrojo, caballerosidad y cristiandad que se encarnaron en el alma argentina. Diversos historiadores de distintos cuadrantes ideológicos reconocen que en esos tiempos fundacioniales se forjaron no sólo la organización político-social que hasta hoy perdura (ciudades, futuras ciudades-provincia), sino algo más esencial: la matriz del alma argentina.

Con la propia sangreNo todo son rosas aquí…ni en ninguna parte ni época. Diversos factores –barbarie, paganismo, deseo de expulsar a los venidos de otra parte, malos tratos e injusticias, odios raciales y religiosos- hacen brotar de las entrañas de la tierra furiosas oleadas de indios de guerra.
Lo fundado ha costado sangre, sudor y lágrimas. Es parte de una realidad sagrada que Jesús vino a traer a todos los hombres y compró con su Sangre preciosísima. La autoridad del Rey, conferida por la Sede Apostólica, no debe ser humillada por los paganos.
Los Vecinos Feudatarios salen al frente de sus mesnadas integrando pequeños y aguerridos ejércitos de connotaciones feudales comandados por el Gobernador, su Teniente o algún vecino Maestre de Campo. Es obligación del feudatario atender las convocatorias sin demora y en forma personal, secundados por sus hijos y paniaguados. No es menuda carga ni tiene cantidad de días por año. Cuando haga falta, con buen o mal tiempo, oportuna o inoportunamente. No sabe si volverá, pero va porque “Dios lo quiere”…
Son realidades trascendentes que, a diferencia de tiempos que vendrán, tienen plena vigencia en este mundo aún emparentado a la Edad Media y a Isabel, ajeno a la mentalidad de colonia defendida por mercenarios. Antes morir que abandonar la tierra donde fue plantada la Cruz, donde nacen cristianos de sangre criolla, mestiza, aborigen y negra. Donde ya se cosechan frescas uvas, se toma vino torrontés y se multiplican las reses. Donde arde frente al sagrario el aceite de las olivas del Arauco, honrando la presencia real del “Pan de los Angeles”, que antes de la transubstanciación fuera harina del trigo de las haciendas.

Criollos de pro
Son éstas en realidad verdaderos feudos aunque la Corona, influenciada por los legistas, niegue a los feudatarios la concesión de jurisdicción política, para que no sean señores feudales en toda la extensión del término (cf. Nobleza y élites tradicionales análogas – Revolución y Contra-Revolución en las tres Américas).
En los siglos XVI y XVII se destacan prohombres hijos de la tierra provenientes, casi todos, de nobles linajes: fray Hernando de Trejo y Sanabria, Obispo del Tucumán, y su medio hermano Hernandarias, primer Gobernador criollo del Río de la Plata; el General y Gobernador Jerónimo Luis de Cabrera II, nieto de dos fundadores de ciudades; el Gobernador interino Francisco Vera Mujica; el Teniente de Gobernador Miguel Salas y Valdez, que traslada Ibatín; el cronista Ruy Díaz de Guzmán; los Avila Barrionuevo, los Gregorio Bazán, los Tejeda, los Toledo Pimentel, los Luna y Cárdenas; el fundador de Nuestra Señora de Belén, Maestro (sacerdote) Bartolomé de Olmos y Aguilera; el hidalgo jesuita mártir, San Roque González de Santa Cruz; el noble vecino encomendero y misionero, Pe. Pedro Ortiz de Zárate, mártir de Santa María de Jujuy.
La grandeza en todos los órdenes estaba al alcance de los nacidos en suelo americano. Y ellos estuvieron a la altura de las circunstancias…

(Sigue en 7a. nota)

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