sábado, 28 de febrero de 2009

EL PERIODO FUNDACIONAL - Nuestro "Siglo de Oro" (ca. 1530-1630) - Ensayo de visión católica de nuestra historia (2º nota)

Entronque entre casas nobles de España y de América - Casamiento de D. Martín de Loyola con la ñusta Beatriz Clara Coya - Una nueva civilización cristiana , hispano-indígena, nacía en América.

I. PERÍODO FUNDACIONAL – “SIGLO DE ORO” (ca. 1530-1630)
Está marcado por fundaciones perdurables y procesos creadores que justifican llamarlo nuestro “Siglo de Oro”.
Evangelización
Se inicia el más valioso y decisivo de estos procesos: la evangelización, meta primordial perseguida por los Reyes de la Casa de Austria en América, herederos del afán misionero de Isabel la Católica, expresado en su célebre codicilo:"Cuando nos fueron concedidos por la Santa Sede Apostólica las islas y tierra firme del mar océano, nuestra principal intención fue de procurar inducir y traer los pueblos de ellas y los convertir a nuestra Santa Fe Católica (...)”. Esta “principal intención” es reiterada constantemente y da lugar a una de las mayores obras de apostolado de la Historia.

Ciudades
Comienza la etapa de fundación de ciudades, uno de los bienes más preciados que, con la Fe, la lengua y la unidad política y cultural, aporta España. Es un proceso coherente, como se ve en el Tucumán. En la precariedad inicial, dentro de las limitaciones materiales y con visión de futuro, nacen con aspiraciones de cristiana grandeza. Concretan un excelente ordenamiento jurídico y se inspiran en una sublime concepción de la vida, un estilo, una cultura, que es parte viva de la Cristiandad; se dan en el marco del estado misional español, como lo define Cayetano Bruno, S.D.B.

Las ciudades son el alma de los nuevos reinos de ultramar, miembros geográficamente lejanos nutridos de la savia de un Imperio que asume la misión de extender la Fe y defender el mundo cristiano contra los musulmanes y herejes y promover la Contra-Reforma.

Una aspiración parcialmente realizada, a la espera de su plena concreción
Esto no se da de manera perfecta e íntegra, pues ya están presentes los fermentos de la crisis cultural del Renacimiento y de la pseudo-Reforma protestante. Ambos movimientos son parte de esa misma Revolución plurisecular que denuncia San Pío X, que en la Edad Moderna va generando un tipo humano nuevo: el hombre ávido de ganancias, pragmático, sensual, quisquilloso y autosuficiente .
Estos defectos provocarán enemistades y crisis, e incidirán en guerras entre españoles, como las del Perú, y con los aborígenes, como la de Castañeda y Juan Calchaquí, que produce daños irreparables. El desarreglo tendencial explica la dualidad de proceder de muchos hombres de la Conquista, no siempre coherentes con su acendrada Fe católica, y aún en flagrante contradicción con ella.

Un sueño quedará realizado en parte, y en parte permanecerá latente, a la espera de su entera concreción: el de constituir una Cristiandad de plenitud similar, o aún mayor, a la que se forjó en la Edad Media, realidad histórica que León XIII describe así:

"Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gobernaba los Estados. En esa época la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y todas las relaciones de la sociedad civil. Entonces la religión instituida por Jesucristo, sólidamente establecida en el grado de dignidad que le es debido, era floreciente en todas partes gracias al favor de los príncipes y a la protección legítima de los magistrados. Entonces el Sacerdocio y el Imperio estaban ligados entre sí por una feliz concordia y por la permuta amistosa de buenos oficios. Organizada así, la sociedad civil dio frutos superiores a toda expectativa, cuya memoria subsiste y subsistirá, consignada como está en innumerables documentos que ningún artificio de los adversarios podrá corromper u obscurecer" (Encíclica Immortale Dei).

Una visión equilibrada y veraz
Aunque menos plena, nuestra Cristiandad, fue auténtica; y confiamos en que algún día desarrollará todas sus potencialidades (cf. L. Mesquita Errea, Puntos clave para una restauración de la Argentina auténtica).

Al describir con admiración sus venerables trazos no olvidamos los factores negativos señalados, evitando caer en una idílica “leyenda rosa”; pero lo negativo no invalida las luminosas realidades históricas que no obstante se dieron. Dignos de mención especial son los portentosos hechos milagrosos, desde Guadalupe en adelante, cuya vigencia se mantiene intacta luego de siglos, que los positivistas y marxistas fingen ignorar, mutilando la Historia.

(Próximo subtema de este acápite: El águila bicéfala – Austria est imperari orbi universi - A.E.I.O.U.)




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