sábado, 17 de agosto de 2013

¿Por qué hablar de aristocracia?








¿POR QUE HABLAR DE ARISTOCRACIA?
Guillermo, un amigo y colega en la dura y noble tarea de la Docencia, acaba de recibir el programa de la Jornada y me dice en un mail: está todo muy interesante, actualidades internacionales en temas centrales, paneles sobre identidad e iniciativas de difusión y preservación, propuestas de defensa de la creatividad y las libertades legítimas en distintos campos, tradiciones de los pueblos y orígenes familiares en el Noa, actualizada defensa científica y moral de la vida, escenas de la Cristiandad en América pasadas y presentes, etc.
Lo que no me cierra del todo es hablar de aristocracia. Me suena a apología de una clase privilegiada, a algo más propio de las monarquías y los países europeos, a cosa del pasado, que no afina con la democracia, que es nuestro sistema de vida. ¿Podrías explicarme un poco el sentido y la oportunidad del tema?
Con mucho gusto, Guillermo,  te adelanto algo sobre mi tema, un poco a las apuradas pues estoy embarcado en las tareas de organización.
Pretendo referirme apenas a un aspecto de todo el tema de élites dirigentes a la luz de la doctrina católica; comentaré un trabajo de una comisión de catequesis que elaboró una Enciclopedia de temas para tratar en homilías y formación, dirigida por el Cardenal español Herrera Oria, que fue Obispo de Málaga.
Desde luego apunta al bien de la sociedad de un punto de vista católico, que es el nuestro. Y recogiendo las enseñanzas del magisterio tradicional de la Iglesia, explica qué es una verdadera aristocracia y el bien que hace a una sociedad, en nuestros días, que puede ser democrática, aristocrática o monárquica. Y el Cardenal da todas las razones que lo llevan a decir que una sociedad no puede llamarse perfecta si no existe en ella la institución de la aristocracia.
Por perfecta entiende, con Santo Tomás, “lo que alcanza su fin”. Y explica que esa aristocracia genuina apunta a prestar al pueblo el mayor servicio:
"Aristócratas son los mejores", de acuerdo al sentido etimológico de la palabra aristocracia, que  "lleva embebida en sí la idea de perfección…, de virtud".
(¡Qué idea espléndida, Guillermo!, ¿no te parece?)
… "la aristocracia (digna de ese nombre, fiel a su misión) tiene hábitos virtuosos" por los cuales sobresale.
Son virtudes fundamentales de ella "la perfección moral y el amor al pueblo".
Esto es algo del sentido filosófico de aristocracia. Veamos ahora el sentido teológico:
"La Teología (dice el Cardenal) arroja torrentes de luz sobre este concepto de aristocracia… y pone fundamentos sólidos al derecho público cristiano."
"Aristocracia es perfección. El aspirar a la perfección es un deber del cristiano:
" 'Sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto' (Mt. 5,48).

Este es un breve pantallazo del inicio del trabajo que pienso comentar. Sobre la oportunidad de hacerlo, los hechos hablan por sí mismos:
Cuando oyes a políticos que degradan la cultura y la educación del pueblo con sus palabrotas y malos ejemplos; cuando los medios de comunicación promocionan estilos de vida inmorales y paganos, que endiosan a deportistas o artistas de moda, a los que hacen opinar sobre las cuestiones más complejas como si fueran sabios griegos o premios nobel , creando la apariencia de una (pseudo-) clase dirigente; cuando te enteras de la ferocidad de las hinchadas, la brutalidad y ensañamiento de los crímenes que se cometen a toda hora y en todo lugar, la inconsciencia de modernos homicidas o suicidas al volante, que creyéndose héroes de serie televisiva matan gente en las calles; cuando ves al estatismo en acción, que alevosamente invade todas las esferas de la vida privada o empresaria, por ejemplo con patotas de inspectores que avasallan empresas, imponen precios, persiguen al ahorrista común, ostentando un despotismo nada democrático; cuando ves la impunidad de los que se enriquecen a la sombra del poder y el servilismo de legisladores adictos o cómplices que imponen aberraciones legales, destruyen la familia y  la vida y cercenan nuestras sanas libertades…
…te das cuenta que la sociedad necesita un cambio urgente y profundo para bien, o nos hundimos en el caos. Es el sentido general de esta Jornada por la civilización cristiana y la familia.
Y esa transformación sólo puede lograrse si contamos, en primer lugar con la ayuda de Dios, y luego, entre otros elementos fundamentales, con una verdadera clase dirigente: a eso apunta nuestra exposición.
En la informalidad de estas notas, te agrego algunos puntos:
Cuando los Papas como Pío XII (antes y después del Concilio – por ejemplo Juan XXIII y Paulo VI), hablaron de Nobleza y de  élites tradicionales, no hicieron la apología de una clase social sino recordaron que en la sociedad, de acuerdo a los planes de Dios, debe haber en todos los sectores sociales dirigentes auténticos, que deben ser los más capaces, los más honestos, los más dedicados, los que tienen más sentido de los problemas que nos aquejan y que están dispuestos a sacrificarse para combatirlos. Nuestra historia fue marcada por figuras nobles y patricias como San Francisco Solano, cuya madre era “la hidalga” del pueblo, el ilustre vecino prominente y sacerdote mártir Pedro Ortiz de Zárate, la esforzada María Antonia de Paz y Figueroa, que mantuvo viva la obra de la expulsada Compañía de Jesús, San Martín, a quien hoy evocamos, Güemes, que murió peleando en la gesta emancipadora, el Presidente ecuatoriano García Moreno, asesinado por las fuerzas secretas, y tantos otros.
Evocando la experiencia histórica, enseña el magisterio pontificio tradicional  que los países progresan cuando esos elementos destacados forman élites en todos los campos y niveles, que se articulan para el bien común. Así brilló como ninguna la civilización cristiana.
Entre esos dirigentes que tiene que haber para que la sociedad sea “perfecta” (alcance su fin propio) deben contarse con destaque elementos de la aristocracia, que deben hacer el “luminoso apostolado” de ser guías, siendo “excelentes en todo”.
Hablándole a la Nobleza romana y con sentido universal les dijo también Pío XII:
“Una élite bien podéis serlo. Tenéis tradiciones que representan valores fundamentales para la vida sana de un pueblo.
“Convencidos de que sólo la Fe católica puede solucionar la crisis actual, tomad a pecho abrirle camino”
Describiendo la situación contemporánea como “una sociedad inmoral o amoral que ya no distingue entre el  bien y mal” advierte que … “está camino de su ruina” . Lo dice en general a todos los católicos, y en particular a los miembros de las clases dirigentes tradicionales:
“os corresponde contribuir a la salvación de la convivencia humana”, como “excelentes colaboradores de la Iglesia, Ciudad de Dios” que, “aun en medio de las agitaciones y conflictos, no cesa de promover el progreso espiritual de los pueblos”.
En esa línea, un lado especialmente admirable de la misión de la aristocracia es su llamado a buscar la perfección en todo, y de impulsar al cuerpo social hacia arriba.
Esa búsqueda de perfección lleva a las personas y familias a mejorar en todos los campos, lo que empuja al conjunto al verdadero progreso, en contraste con el estancamiento causado por los sistemas anticatólicos como el comunismo y el “socialismo del Siglo XXI”, cuyos lamentables efectos vemos en Cuba, Venezuela y todos los lugares donde el despotismo igualitario se impone. Ese peligro corre nuestra patria…
Encontrarás desarrolladas estas ideas en la magistral obra del Prof. Plinio Corrêa de Oliveira  “Nobleza y élites tradicionales análogas –en las alocuciones de Pío XII al Patriciado y a la Nobleza romana”, que podrás consultar en nuestra mesa de publicaciones.
Termino con un pensamiento del autor del libro, que no por nada fue llamado por el historiador italiano De Mattei, en su biografía, “El Cruzado del Siglo XX”:
“Nada ennoblece más a una persona que practicar fielmente la Fe católica”. En la crisis moral y material en que estamos, es necesario que Argentina e Iberoamérica sean fieles a su llamado de ser “continente de la esperanza”. Hacen falta para ello personas que quieran sacrificarse para ser dirigentes en su ambiente. Que los miembros de las familias fieles a la tradición asuman su responsabilidad y no sean, como advierte Pío XII, “desertores”.  Es hora de luchar, de sacrificarse, con todos los medios legítimos.
Espero tus comentarios.
Un abrazo,
L.M.E.

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