publicaron esta lindísima toma en internet
Iniciamos hoy la publicación de algunas notas sobre la Argentina auténtica, del pasado y del presente. De la Argentina del pasado, transcribimos una interesante descripción de Miguel Angel Cárcano de la estancia de los Paz, parientes del Gral. José María Paz, del estanciero patriarcal y de un gran asado señorial. El autor escribe en las primeras décadas del siglo XX.
EL GENERAL JOSE MARIA PAZ
LA VIEJA ESTANCIA
He conocido a orillas del lago San Roque la estancia que perteneció a Carlos Paz, del mismo linaje que el General. La población consistía en una casa colonial, compuesta por una sucesión de cuartos con una amplia galería sostenida por pilares de adobe y numerosas dependencias para la peonada, ramadas, galpones y corrales de palo a pique. La rodeaban frondosos paraísos, acacias, álamos y eucaliptos, durazneros, manzanos y perales. La propiedad se extendía hasta los contrafuertes de la Sierra Grande. Era un campo ondulado, con monte y excelentes pastos, con bloques de granito y feldespato, cruzado por ríos y arroyos donde se cultivaba el maíz en reducidas chacras. Don Carlos: era un ganadero que poseía importantes rodeos de vacunos, manadas de yeguarizos, majadas de ovejas y cabras, de cuyo producto vivía con holgura su familia y numerosa servidumbre. . Mi padre, cuando era gobernador, le visitaba con frecuencia. Iba a inspeccionar el camino de Las Cumbres, que hoy lleva su nombre, que comenzaba en el patio de la estancia. A menudo yo le acompañaba y muchas veces montaba los excelentes caballos serranos que tenía don Carlos. Me internaba en la sierra con la peonada que iba a: "parar rodeo" en los "come sales" a orillas de las aguadas. Desde la galería de la estancia se veía el lago San Roque y la Sierra Chica. El camino que pasaba frente a la población venía de Córdoba y continuaba hasta Cruz del Eje. El presidente Sarmiento lo había extendido hasta las provincias del Norte. Rara vez transitaba un automóvil y solo veíamos algún vehículo serrano o paisanos pobremente montados en sus magras cabalgaduras. Otras veces encontrábamos arrias de mulas que "tropeaban" mercaderías entre Córdoba y las poblaciones del oeste separadas por la Sierra Grande, cordillera dominada por el Champaquí, su más alto pico, que se extendía interminable hacia el norte.
En la actualidad esa región está intensamente poblada por caseríos, hermosas quintas y grandes hoteles de turismo, el camino asfaltado es transitado constantemente por automóviles y en el lago navegan muchas embarcaciones de turismo. Ha desaparecido la estancia de don Carlos y los grandes rodeos de ganado, los pobres paisanos y las majadas de cabras, para dar lugar a una densa edificación y población veraniega, abigarrada, movediza y ruidosa, que llega de toda la república para pasar los meses de verano. No ha variado el perfil de la Sierra Chica y la Sierra Grande que se extiende en Oriente y Occidente con su imponente muro azulado.
Don CarIos Paz era un hombre de campo habituado a las faenas rurales y el vecino más acaudalado y prestigioso de la región. Tenía una cabeza bien construida, maciza, fuerte en los pómulos y la mandíbula, la frente amplia, los ojos oscuros protegidos por abundantes cejas, la mirada tranquila e inquisidora, el cuello corto y cargadas las espaldas, conjunto varonil y atrayente. Sobrio de maneras y parco en palabras, distante y próximo a la vez; la voz baja y bien timbrada. Infundía confianza y simpatía. Su fisonomía era semejante a la del General.
Recuerdo un gran almuerzo que le ofreció a mi padre, al cual había invitado a los vecinos más importantes de la región y a muchos amigos de la ciudad de Córdoba. Muy ceremonioso, ocupaba con su señora y el gobernador la cabecera de una larguísima mesa, a la cual se habían sentado más de cien comensales, servidos diligentemente por una cantidad de "chinitas" que iban y venían con enormes fuentes cargadas de toda clase de manjares. Eran las tres de la tarde cuando aún continuábamos sentados. Advirtió cierta impaciencia en alguno de los comensales y entonces don Carlos se puso de pie y dijo:
"Se han terminado los bípedos y ahora vienen los cuadrúpedos."
Después de los pollos, patos, perdices, martinetas y pavos llegaron las fuentes con cabritos, lechones, mulitas y terneros, admirablemente cocidos y adobados, con y sin cuero, en puchero y al asador.
Ese día el gobernador inauguraba el primer tramo del camino que había construido a través de la Sierra Grande. El trayecto que se hacía en mula y el transporte de mercaderías que duraba cuatro días, se redujo a menos de ocho horas con los automóviles de 1915. Hoy se realiza en la mitad de ese tiempo.
(Texto comentado en ponencia de la VII Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana - Salta - 2011)
LA VIEJA ESTANCIA
He conocido a orillas del lago San Roque la estancia que perteneció a Carlos Paz, del mismo linaje que el General. La población consistía en una casa colonial, compuesta por una sucesión de cuartos con una amplia galería sostenida por pilares de adobe y numerosas dependencias para la peonada, ramadas, galpones y corrales de palo a pique. La rodeaban frondosos paraísos, acacias, álamos y eucaliptos, durazneros, manzanos y perales. La propiedad se extendía hasta los contrafuertes de la Sierra Grande. Era un campo ondulado, con monte y excelentes pastos, con bloques de granito y feldespato, cruzado por ríos y arroyos donde se cultivaba el maíz en reducidas chacras. Don Carlos: era un ganadero que poseía importantes rodeos de vacunos, manadas de yeguarizos, majadas de ovejas y cabras, de cuyo producto vivía con holgura su familia y numerosa servidumbre. . Mi padre, cuando era gobernador, le visitaba con frecuencia. Iba a inspeccionar el camino de Las Cumbres, que hoy lleva su nombre, que comenzaba en el patio de la estancia. A menudo yo le acompañaba y muchas veces montaba los excelentes caballos serranos que tenía don Carlos. Me internaba en la sierra con la peonada que iba a: "parar rodeo" en los "come sales" a orillas de las aguadas. Desde la galería de la estancia se veía el lago San Roque y la Sierra Chica. El camino que pasaba frente a la población venía de Córdoba y continuaba hasta Cruz del Eje. El presidente Sarmiento lo había extendido hasta las provincias del Norte. Rara vez transitaba un automóvil y solo veíamos algún vehículo serrano o paisanos pobremente montados en sus magras cabalgaduras. Otras veces encontrábamos arrias de mulas que "tropeaban" mercaderías entre Córdoba y las poblaciones del oeste separadas por la Sierra Grande, cordillera dominada por el Champaquí, su más alto pico, que se extendía interminable hacia el norte.
En la actualidad esa región está intensamente poblada por caseríos, hermosas quintas y grandes hoteles de turismo, el camino asfaltado es transitado constantemente por automóviles y en el lago navegan muchas embarcaciones de turismo. Ha desaparecido la estancia de don Carlos y los grandes rodeos de ganado, los pobres paisanos y las majadas de cabras, para dar lugar a una densa edificación y población veraniega, abigarrada, movediza y ruidosa, que llega de toda la república para pasar los meses de verano. No ha variado el perfil de la Sierra Chica y la Sierra Grande que se extiende en Oriente y Occidente con su imponente muro azulado.
Don CarIos Paz era un hombre de campo habituado a las faenas rurales y el vecino más acaudalado y prestigioso de la región. Tenía una cabeza bien construida, maciza, fuerte en los pómulos y la mandíbula, la frente amplia, los ojos oscuros protegidos por abundantes cejas, la mirada tranquila e inquisidora, el cuello corto y cargadas las espaldas, conjunto varonil y atrayente. Sobrio de maneras y parco en palabras, distante y próximo a la vez; la voz baja y bien timbrada. Infundía confianza y simpatía. Su fisonomía era semejante a la del General.
Recuerdo un gran almuerzo que le ofreció a mi padre, al cual había invitado a los vecinos más importantes de la región y a muchos amigos de la ciudad de Córdoba. Muy ceremonioso, ocupaba con su señora y el gobernador la cabecera de una larguísima mesa, a la cual se habían sentado más de cien comensales, servidos diligentemente por una cantidad de "chinitas" que iban y venían con enormes fuentes cargadas de toda clase de manjares. Eran las tres de la tarde cuando aún continuábamos sentados. Advirtió cierta impaciencia en alguno de los comensales y entonces don Carlos se puso de pie y dijo:
"Se han terminado los bípedos y ahora vienen los cuadrúpedos."
Después de los pollos, patos, perdices, martinetas y pavos llegaron las fuentes con cabritos, lechones, mulitas y terneros, admirablemente cocidos y adobados, con y sin cuero, en puchero y al asador.
Ese día el gobernador inauguraba el primer tramo del camino que había construido a través de la Sierra Grande. El trayecto que se hacía en mula y el transporte de mercaderías que duraba cuatro días, se redujo a menos de ocho horas con los automóviles de 1915. Hoy se realiza en la mitad de ese tiempo.
(Texto comentado en ponencia de la VII Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana - Salta - 2011)
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VIII Jornada de Cultura Hispanoamericana por la Civilización Cristiana - Salta, 31 de agosto y 1º de septiembre de 2012
En defensa de la Argentina católica, señorial y tradicional
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