Figura principal de los “Mártires del Río de la Plata”, junto a San Alonso Rodríguez y San Juan del Castillo, religiosos jesuitas que cursaron estudios superiores en la Compañía de Jesús, en Córdoba.
Nació en Asunción del Paraguay, de familias principales, donde de joven soñaba con proezas evangelizadoras y riesgosas. Fue atraído al sacerdocio por el primer Obispo criollo del Tucumán, fray Hernando de Trejo y Sanabria. Ya sacerdote ingresó en la Compañía de Jesús como religioso. En breve comenzó su asombrosa obra misionera. Hizo surgir la reducción de Santa María de los Reyes de indios guaycurúes, cerca de Asunción, y luego se internó por las selvas recorriendo pueblos hasta dar con parajes adecuados para fundar misiones, en los que permanecía viviendo en precarias chozas y sufriendo privaciones.
En la orilla argentina del Paraná, cerca de Posadas, fundó la reducción de Nuestra Señora de la Encarnación de Itapuá, el 25 de marzo de 1615.
En 1619 se lanzó a la evangelización de las márgenes del río Uruguay, con muy buen suceso, fundando Nuestra Señora de la Concepción, San Nicolás del Pirantiní –que reunió a 500 familias- y otras, entre las que se encuentra Nuestra Señora de los Reyes de Yapeyú –donde nacería, en 1778, el Gral. José de San Martín.
Luego fundó la reducción de Asunción de Yjuhí (en el actual Rio Grande do Sul), tratando de contrarrestar la acción del famoso hechicero Ñezú, que pretendía ser tratado como dios por los guaraníes, y Todos los Santos del Caaró.
El 15 de noviembre de 1628, luego de entregar a los indígenas 200 instrumentos de labranza, ocurrió su martirio. Azuzados por Ñezú, el cacique hechicero Carupé y su gente atacaron a golpes de “itaizé”, porra provista de una piedra enhastada, al Padre Roque González y Alonso Rodríguez, quemando sus despojos en la iglesia saqueada por los indígenas. En la ocasión fue destruido un cuadro de la Virgen que siempre lo acompañaba, a quien llamaba "la conquistadora", “que quiso ser compañera del padre Roque a pérdida y a ganancia”.
Al día siguiente fueron los indios al lugar del martirio, relatando que oyeron “clara y distintamente” la voz del Padre Roque que parecía salir de su corazón, salvado del incendio, censurándoles su crimen.
Dos días después, el 17 de noviembre, en la reducción del Yjuhí, el padre Juan del Castillo fue arrastrado por medio del monte, pedregales, lodazales y un arroyo a lo largo de tres cuartos de legua, dándole grandes golpes y dejando sangre y partes de su cuerpo por las piedras, echándole finalmente en la cabeza una piedra grande.
Los tres misioneros mártires fueron canonizados por Juan Pablo II el 16 de mayo de 1988.
lunes, 19 de septiembre de 2011
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