La Virgen aparece al General correntino brindándole estratégicas informaciones
Nuestra Señora de la Merced - Corrientes
Nuestra Señora de la Merced - Corrientes
El Milagro de Laguna Brava y la devoción Correntina hacia la Virgen de la Merced
Por María de las Mercedes Díaz Colodrero
El 6 de Mayo de 1843, hacen 175 años, en el paraje de Laguna Brava junto al Riachuelo, cerquita del famoso Puente Pexoa y a pocos kilómetros de la ciudad de San Juan de Vera de las siete Corrientes, más conocida como Corrientes sucedió que siendo Gobernador de la provincia de Corrientes, Don Pedro Ferré, de quien soy descendiente por Carmen Ferré de Alsina, una de la Cautivas Correntinas; y habiendo tenido que huir de su terruño, la fe nos sorprendió una vez más con la grandeza de un milagro inesperado materializado en la figura de un joven guaynita que resultó ser nada menos que nuestra Madre María, en la advocación de las “Mercedes”; a quién debo mi hermoso nombre por elección y devoción de mi querida Madre Ma. Cristina y mi Padre Augusto.
-A poco tiempo de una derrota de las huestes provinciales en la Batalla de Arroyo Grande (6 de diciembre de 1842), en la vecina Provincia de Entre Ríos, los combatientes fueron obligados a desterrarse junto con los gobernantes al vecino país de Brasil y la provincia queda en poder de los “Federales” Rosistas, quienes designaron gobernador a Pedro Dionisio Cabral, destituyendo a Ferré.
-En su huída, al llegar al estado de Río grande Do Sul, ya en la ciudad de San Borjas y Alegrete, los desterrados se encontraron que los vecinos cariocas comulgaban con sus ideales a tal punto que les permitieron reorganizase en sus conspiraciones patrióticas, brindándoles víveres y dejándolos circular libremente por su territorio.
En Nanduy, se comienza a reunir una milicia donde eligen al Teniente Coronel Curuzúcuateño Joaquín de Madariaga, (un joven muy entusiasta y corajudo, rasgo muy destacado en los Correntinos de entonces) como su comandante y denominan al cuerpo “Legión Libertadora”, jurando liberar a Corrientes o perecer en el intento.
Finalmente desde la frontera brasileña, en la localidad de Uruguayana, hacen un intento de vadear el Río Uruguay hacia las costas Correntinas la noche del 30 de Marzo de 1843, pero los frustra una tormenta que ahoga casi toda la caballada y no deja cruzar más que a su líder y unos 40 hombres.
Una noche después, las tropas reagrupadas se encuentran en el paso del Yatay o Rincón de San Jorge, que hoy se conoce como la ciudad de Paso de los Libres por tal acontecimiento; unos soldados con su Teniente, que se llegaron a convertir en la leyenda de los 108 juramentados: “Libre el Taragüí o Muertos, fuera los Añá Membuy Rosistas” (hijos del diablo).
-A su paso por Curuzú Cuatiá y Mercedes, localidades correntinas lideradas por el Coronel Cáceres, se pliegan las primeras tropas, que se van acrecentando con el paso de los Legionarios a tal punto, que para el 13 de abril quedaba sólo la capital de la provincia a las órdenes del gobernador Cabral, el interior pertenecía a los legionarios.
Urquiza había comisionado al Coronel José Miguel Galán como jefe de las fuerzas entrerrianas que ayudarían a Cabral en la recuperación del territorio. Habiendo quedado presos los jefes y oficiales entrerrianos después de la Batalla de Caá Guazú (que significa pastos altos-grandes en guaraní) son liberados de inmediatos por el nuevo gobernador y entregados al General Justo José de Urquiza junto con las Banderas y trofeos que los Correntinos arrebataron al General Echagüe en aquel encuentro.
Los Coroneles Galán y Ramírez, entonces, con un ejército de 2000 entrerrianos se acercaron a las puertas de la ciudad cautiva en actitud de ataque, confiados en la superioridad de su número. El Coronel Madariaga, con un pequeño y astuto grupo de sus legionarios, entró a la capital con cautela para incorporar hombres y armas, mientras que los entrerrianos acampaban en el paraje de Laguna Brava, a poca distancia de la misma.
Una gran e insospechada actividad se desplegaba esa noche del 6 de Mayo en el campamento de los Legionarios Correntinos. -
Mientras se daban órdenes y se alistaban las tropas, una mujercita, muy joven y hermosa se acerca tímidamente montada en un flacucho rocinante, vestida de blanco con un chal celeste y pide hablar unas palabras con el coronel Madariaga. Una vez frente a Joaquín de Madariaga la joven le expresó con total calma y firmeza:
-“he venido a buscarlo para transmitirle la posición exacta de su enemigo. Hace una hora éste acampó cerca del lugar conocido como Laguna Brava, descuidadamente y sin guardia. Los cuerpos han desensillado los caballos y se preparan para carnear.- Si usted se apresura y los ataca por el lado del monte que da a la derecha, los derrotará fácilmente y con poca sangre”-.
Los Correntinos interrogaron a la joven con intención de obtener datos que les eran conocidos para descartar una emboscada, aunque había algo especial en aquella presencia que les inspiraba una paz inusitada. Comprobados los datos y convencidos, Madariaga da la orden de atacar de inmediato y dice a la extraña: - -
-“Búscame en la ciudad cuando esto termine y tus servicios a la patria serán recompensados-.
Al amparo de los bosques de naranjos, ya entrada la nochecita, Joaquín de Madariaga y su tropa se acercan al enemigo, lo sorprenden y derrotan sin mayores esfuerzos. Galán y Ramírez vencidos por los legionarios, que ya eran más que 108 juramentados, dejan el campo de batalla cobardemente al galope. En su huída algunos desesperados escapan hacia el Riachuelo, que estando crecido por aquellas épocas cuesta la vida a muchos; otros fueron alcanzados por Juan de Madariaga, hermano de Joaquín, en el Paso oscuro del Río Corrientes al sur de la provincia, donde se había constituido una la línea defensiva, cerca de los Esteros del Batel.
Luego de tamañas victorias los Legionarios o Juramentados, entran triunfales a la capital. Una vez establecidos, Madariaga pregunta por la joven y comienza la búsqueda. Nadie pudo dar con ella, ni siquiera su descripción daba indicio o parecido con habitante alguno o forastero que anduviese por esos solares.
Fieles a su religiosidad pueblerina y su fe inquebrantable, Madariaga manda oficiar un Tedéum en el templo de Nuestra Señora de la Merced, para que junto a todo el pueblo se agradeciera a Dios por el triunfo sobre la tiranía opresora de Rosas y las almas de los pobres desgraciados que no sobrevivieron, sin rencores y con absoluta piedad, llamando a la hermandad y misericordia.
En la celebración, el Coronel se acerca al altar mayor para ofrendar su sable a la Imagen de la Virgen y se encuentra con la puerta de la Cripta entreabierta dejando ver los ruedos de la falda de la misma que se encontraban sucios, al igual que los pequeños pies, con pasto, arenas y mojados de rocío.
El hombre levantó su mirada hacia la Virgen y reconoció en ella el rostro de tan benevolente mujer que le diera los datos de su enemigo; sintiendo un hondo fervor religioso, con los ojos llenos de lágrimas por haber sido elegido para tan digna gracia.
Nadie se olvidó de aquel suceso, se comentaba tanto en los salones como en las rondas materas de la peonada y la soldadesca, y aún hoy en mi terruño natal, es común que en la falda de alguna Madre o Abuela, en éste momento quizá, los cunumicitos estén escuchando de sus labios, esta dulce leyenda que sigue siendo un motivo mas para que muchas nenas reciban la gracia de llevar el nombre de Ma. de las Mercedes, en honor a nuestra Virgen Patrona citadina.
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